_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Horizonte sin cambios

LA ESTIMACIÓN de que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) mantendrá su actual mayoría absoluta y el Centro Democrático y Social (CDS) de Adolfo Suárez puede recuperarse notablemente en la nueva formación del Congreso son los datos más significativos de la encuesta del Instituto Demoscopia que hoy publica EL PAÍS.El sondeo refleja una consolidación de las posiciones socialistas y una disminución de Coalición Popular (CP), que continúa siendo, no obstante, el segundo partido. Al espectacular ascenso de Suárez, de acuerdo con el pronóstico de la encuesta, habría que añadir la subida de Convergència i Unió (CiU) de Jordi Pujol, que le permitiría sumar cuatro o cinco diputados a la docena redonda con que actualmente cuenta. Éste parece el mayor rédito previsible de la operación de Miquel Roca, cuya operación reformista fuera de Cataluña no obtiene, en las previsiones, casi seguidores.

En cuanto a los grupos situados a la izquierda del PSOE, la coalición Izquierda Unida (IU) podría alcanzar un 6% de los votos (de seis a siete escaños), que elevaría algo el 3,5% (cuatro escaños) conseguido por el PCE en la convocatoria de 1982. En Euskadi, todos los partidos nacionalistas (PNV, Euskadiko Ezkerra y Herri Batasuna) presentan una moderada tendencia ascendente, algo más acusada en las fuerzas de izquierda. La parte que de este sondeo se destina a las elecciones regionales andaluzas no difiere del panorama estatal, excepto en el hecho de que el alza del PSOE se corresponde también con una subida de CP.

Una primera consideración, a propósito de estas previsiones, hace pensar que el remanente de UCD no parece trasvasarse, desde 1982, a ningún partido determinado. Se dispersa, por el contrario, en proporciones diversas hacia CP (26%), CDS (21%), el PRD de Roca (15%) y PSOE (12%). Pero a su vez, y para entender el salto de Suárez, hay que contar con los votos que le llegan de antiguos votantes socialistas, de centristas que votaron a Fraga en 1982 y de la oleada de nuevos votantes. El ascenso de Convergència, que sigue ganando adeptos desde 1977, se produce a expensas de socialistas y fraguistas. La sospecha de que la campaña de Roca haya servido para integrar un sector del voto españolista catalán entre los seguidores de Pujol es así mas que fundada, y arroja nuevas luces sobre el futuro del nacionalismo catalán como seña de identidad política.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Expresado así, el panorama político apenas cambia respecto a 1982, salvo en una cierta sustitución de UCD por el CDS. Tampoco contribuye demasiado a modificarlo la intención de voto de los jóvenes que tendrán acceso el próximo día 22 a este derecho. Y ni siquiera la abstención, la gran amenaza previsible en estos comicios, parece, por el momento, que vaya a ser muy elevada. Todo depende en gran parte, sin embargo, del desarrollo de la campaña electoral, que sólo acaba de comenzar, y del efecto que produzcan acontecimientos imprevistos o tan previstos como el Mundial de fútbol, frente al cual los partidos políticos han preparado unos presupuestos de captación y propaganda que han batido todos los récords.

Entre dichos presupuestos, seguramente el de Roca es el más elevado, lo que ha de producir algún efecto que le permita corregir el triste pronóstico que se deriva de la prospección que comentamos. La idea de que existe un espacio centrista en España es ampliamente compartida, pero es difícil que esta operación reformista, liderada por un conspicuo defensor de los intereses de Cataluña, no sea vista por muchos como una respuesta a problemas catalanes antes que estatales. El hecho de que el propio líder de la operación reformista no milite en el partido que la avala resulta bastante pintoresco, y la defenestración en Madrid de Antonio Garrigues Walker para dar paso en la cabecera de lista al ex presidente del Tribunal Supremo tampoco ha sido una actitud brillante. Independientemente de lo espeso que resulta como líder político Federico Carlos Sainz de Robles, los aspectos de oportunismo en todo el tinglado de la operación Roca exasperarán sin duda a muchos de sus potenciales seguidores.

En cuanto al eventual descenso de Coalición Popular, valdría decir que, aun en el mejor de los casos de mejora posibles, la propuesta de Fraga choca -según tantas veces se ha dicho- con un techo casi infranqueable. Su proclama fundamental es que hay que desalojar a los socialistas, pero no parece temerario pensar que justamente su presencia constituye la mejor garantía de continuidad del PSOE. A Fraga le pueden votar más o menos ciudadanos según factores de coyuntura, pero existe a la vez un altísimo número de electores que no le votará nunca. Rigidez que raramente padecen los demás candidatos. Un debate en la televisión con Felipe González parece ser la mayor baza en que Fraga fía ahora la cosecha de papeletas adicionales.

La persistencia de un sostén mayoritario al PSOE hay que explicarla, finalmente, tanto por la debilidad de los contrincantes como por la amplitud del espacio socialdemócrata que ha creado la acción de gobierno y que se corresponde con los rasgos de una sociedad de una parte temerosa de cambios bruscos y de otra reivindicadora de reformas graduales. Los errores e incumplimientos del PSOE y su desgaste producido por el ejercicio del poder (reconversión industrial, referéndum sobre la OTAN) son metabolizados por una comunidad que, en creciente proceso de de sideologización, es capaz de aceptar más fácilmente la razón práctica. En 1976, Felipe González apostó por la hipótesis de un Gobierno socialista, frente a la idea de una unión de la izquierda, estilo francés del día. Buena parte de los analistas consideró que esta operación en solitario, teniendo en cuenta la fuerza social de los sindicatos y el poder del partido comunista, era utópica o descabellada. El tiempo, sin embargo, le ha concedido la razón. Una operación con la izquierda unida acaso habría logrado el poder en una legislatura, pero es también probable que su relevo hubiera correspondido a una derecha conservadora, según el mismo reflejo pendular que se aprecia en Francia. La predicción ahora es que el PSOE volverá a contar con cuatro años más para gobernar. Por eso, si el PSOE obtiene la mayoría simple, será algo equivalente a un fracaso. En cambio, si logra la mayoría absoluta, deberá aceptar la responsabilidad de cumplir con mayor rigor y voluntad política los numerosos problemas que aquejan a este país y para cuyo remedio el pueblo parece mayoritariamente dispuesto a otorgarle el privilegio de un tiempo suficiente y reiterarle su confianza.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_