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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Francia ante la 'cohabitación'

LAS ELECCIONES francesas del próximo domingo van a introducir nuevos elementos en la vida política europea; durante los cuatro años de Gobierno socialista, la Comunidad Europea ha cobrado mayor consistencia, ha empezado a extender su actividad al terreno de la política exterior y al mismo tiempo se ha ampliado a España y Portugal. Los socialistas se han esforzado por demostrar que eran mejores europeos que las fuerzas del centro y de la derecha. En cualquier caso, esos pasos son irreversibles y el nuevo Gobierno tendrá que partir de ellos para seguir desarrollando la política exterior de Francia.Los sondeos anuncian con la máxima probabilidad un cambio de mayoría, un triunfo del RPR (Asamblea para la República) y de la UDF (Unión para la Democracia Francesa), pero ello desembocará en una cohabitación entre el presidente François Mitterrand y un primer ministro de derecha. Por tanto, parece asegurada la continuidad de la política internacional de Francia después de las elecciones y la etapa socialista habrá ayudado a dar nuevos bríos a la europeización de la política francesa.

Ante esa experiencia completamente nueva de cohabitación, o sea de cooperación entre un jefe del Estado socialista y un Gobierno de centro-derecha -impuesta por la Constitución y no por un pacto político-, cumple resaltar que no responde simplemente a eventuales tácticas partidistas, sino que encuentra un consenso sorprendentemente alto en la opinión de los ciudadanos: el 65% la desean. Es más, entre el 60% y el 66% de los franceses consideran que Mitterrand deberá dirigir la política exterior, tomar las decisiones en materia de defensa y representar a Francia en las cumbres europeas; ello, no hay que olvidarlo, en la eventualidad de un triunfo electoral del centro-derecha. No cabe duda que este clima contribuye a que los dirigentes de la oposición apoyen hoy al Gobierno frente el chantaje del terrorismo islámico, algo distinto de lo que ocurrió en EE UU en vísperas del primer triunfo electoral de Ronald Reagan.

La prevista cohabitación puede dar lugar a diversos desenvolvimientos, que dependerán de los resultados concretos de las urnas. Curiosamente, el jefe del RPR, Chirac, sin duda la persona que cuenta con más probabilidades de ser primer ministro, estará interesado en una cohabitación prolongada para tener tiempo de preparar su candidatura a la Presidencia en 1988. Mitterrand ha hecho saber indirectamente que, además de defender con rigidez sus competencias constitucionales, no aceptaría un Gobierno con una política excesivamente reaccionaria, y ha señalado su voluntad de defender las ventajas sociales concedidas por los socialistas, de oponerse a un proceso salvaje de privatización o a medidas con trasfondos racistas en relación con los inmigrados. Un conflicto sobre estos puntos podría ser favorable para los socialistas, y Mitterrand ha dado a entender que en una coyuntura de ese género podría dimítir y provocar así una elección presidencial anticipada. En el seno de la derecha, tal eventualidad favorecería a Barre frente a Chirac. Pero también aumentaría las posibilidades de que Mitterrand, con una popularidad en alza, intentara un segundo mandato, posponiendo así el trance de su sucesión, que está agitando ya en el seno del PS (Partido Socialista) fermentos de división.

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Por encima de los meandros en los que se va a meter la política francesa, la conclusión más general que se desprende de los cuatro años en que el Partido Socialista ha dirigido el Gobierno apunta a un cambio profundo en la naturaleza de este partido y en el carácter mismo de los problemas que centran la política francesa actual. Hasta 1981, los socialistas representaban, de una u otra forma, un proyecto de cambio profundo de la sociedad: llegaron al Gobierno anunciando que no repetirían la experiencia reformista de los socialdemócratas del Reino Unido o Escandinavia; su proyecto tendía a abrir un nuevo camino hacia el socialismo. Y, caso único en la Internacional Socialista, integraron en su Gobierno a los comunistas. Estas posiciones han sufrido desde entonces una mutación sustancial: actualmente, el Partido Socialista se presenta, sobre todo, como el más capaz de adaptar Francia a las exigencias de la modernidad y de la revolución tecnológica y de defender los llamados intereses permanentes de Francia. Se ha producido un acercamiento relativo, pero real, entre los programas de los socialistas y de la derecha. Y este proceso no refuerza en modo alguno a los comunistas, que pierden votos e influencia en la sociedad. Está desapareciendo la base social y la credibilidad de unos proyectos revolucionarios que durante mucho tiempo han caracterizado a la izquierda en Francia y en parte de Europa. Todo indica que después de las elecciones, el PSF se inchriará a preparar fórmulas de gobierno de centro-izquierda. Esta socialdemocratización de los socialistas franceses no ha sido un viraje rápido, el resultado de la votación en un congreso: es fruto de un proceso de aproximación a la realidad desde la experiencia de la ocupación del poder en las condiciones de la Europa contemporánea. Ahora, si los socialistas pierden las elecciones, pero tienen que sostener la cohabitación, ese proceso recibirá probablemente nuevos estímulos.

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