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Colin James

Los secretos de la televisión y las pelotas de 'squash'

Colin James es un abogado británico de 38 años que se dedica a llevar pelotas fantásticas de una a otra parte del mundo. Su pequeña empresa de cuatro socios ha inventado una bola de squash que se ve en televisión sin necesidad de una lupa. James se encuentra en España para alquilar la pelota -cuyo valor es de cientos de miles de pesetas-, y evitar que alguien la robe para copiar la fórmula secreta.

Va por el mundo con un montón de pelotas. En el Reino Unido se gana la vida como abogado, pero de cuando en cuando alguien quiere transmitir por televisión un partido de squash, y entonces acude a Colin James.El abogado James, dos dentistas y un jugador de squash forman la compañía Viziball Limited, "la primera y la mejor empresa que ha inventado estas pelotas especiales", anuncia James. Los dos dentistas se encargan de realizar, bajo fórmula secreta, unos 90 agujeritos de 1,5 milímetros y de introducir un líquido en una vulgar pelota de squash. El invento permite ver en televisión partidos de este deporte. James, o cualquiera de sus socios, se encargan de llevar la bola al torneo que la ha solicitado, la alquilan y se vuelven con ella.

Cada pelota tiene sus características, "`según la pista, la humedad o la altitud de la ciudad en la que se juega". También hay bolas blancas y bolas negras. Para el torneo de Madrid, James ha traído 24 bolas, aunque, antes de viajar los organizadores le informaron que la cancha tenía paredes de cristal, y suelo y frontis azul celeste.

"Los jugadores prefieren las negras, pero el público que presencia el partido no las ve, y el telespectador, sí; en ese caso utilizamos las blancas". Unas y otras tienen la misma virtud: al recibir cierta luz despiden una estela que capta la cámara de televisión.

Una de las funciones de James es ayudar a los técnicos de televisión, y a veces sin resultado positivo. "Recientemente, llevé las pelotas al campeonato mundial de El Cairo; hubo muchos proble mas técnicos y fue imposible transmitir el partido".

La pelota cuesta cientos de miles de pesetas, pero lo de menos es su precio. Lo importante es que James no la pierda. Ésa es su principal misión. En dos ocasiones se extravió. "En el Open Británico del pasado año, cuando Jahangir Jan ganó, lanzó la pelota al aire y un espectador de Wembley se la quedó. Yo le vi, pero estaba lejos y se fue". Seguramente era sólo un recuerdo.

El otro extravío fue más grave. James aún no vigilaba tan estrechamente las pelotas, y éstas llegaron al organizador del torneo en cuestión. A partir de aquí, el abogado James sabe lo que pasó, pero no tiene pruebas y se calla. Seis semanas después, una multinacional sacó una pelota con similares características. Afortunadmente para James, el espionaje industrial no ha dado resultado.

Aún así, el negocio de la Viziball Limited no es boyante. Más que negocio es un capricho. Desde que inventaron la pelota, ya hace tres años, la han alquilado en sólo seis ocasiones. Pero James ve el futuro con optimismo. "Cuando se domine la técnica de la luz, podrernos vender las pelotas a los clubes. El jugador aficionado, a la vez que alquila la pista, podrá alquilar la pelota y grabar sus encuentros en vídeo". Hasta que llegue ese día, Colin James viaja cargado de bolas con agujeros que sirven para que "el dios televisión" lleve al cuarto de estar deportes hasta ahora invisibles. Son las pelotas luminosas.

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