_
_
_
_
_

El conservadurismo del Madrid lo perdió en Zaragoza

Dos canastas triples del CAI en los últimos compases del juego, una de Llorente y otra de Arcega II, castigaron el conservadurismo del Madrid y acabaron sentenciando un triunfo aragonés en el que no creía ni el más optimista de los 5.400 espectadores que abarrotaban el Palacio de los Deportes zaragozano.A 35 segundos del final, el Madrid ganaba 87-85 y tenía el balón en su poder. En buena teoría, un solo ataque debió haber sido suficiente para apuntillar su triunfo, pero Llorente robó limpiamente el balón, el CAI actuó con serenidad y Arcega II acertó con una canasta de tres puntos que establecía el resultado definitivo. Después, ni el lanzamiento de Del Corral ni el palmeo de Martín sirvieron para mover el marcador y el Madrid se marchó al vestuario desconcertado, frotándose los ojos porque no podía entender cómo se le había volatizado el triunfo.

Pese a ello y aunque el CAI no fuese por delante más que ocho segundos en la primera parte y en este lance final definitivo, su triunfo cabe considerarlo justo. Al menos sirvió para penalizar la facilona, relajada y roñosa actuación del cuadro madridista, al que nunca se le había visto tan desangelado.

La falta de Corbalán le resulta al Madrid una rémora demasiado pesada, de forma que, pese al entusiasmo de Biriukov, el quinteto campeón no se termina de centrar nunca en la pista. Cuando el contraataque funciona, López Uturriaga anota con facilidad y Townes está inspirado en el tiro, los defectos se disimulan, pero ayer falló el rebote -Riley se apoderó de los dos aros- y Townes no dio una, por lo que las carreras de Iturriaga no fueron bagaje suficiente para llevarse los puntos.

Quizá lo hubiesen sido, pero Sáinz, el entrenador madridista, pareció olvidarse que existe la línea de 6,25 metros, que es la que decide que las canastas valgan dos o tres puntos. El técnico debió pensar que un equipo sin especialistas en esta distancia no podía arrebatarle una victoria amasada a trancas y barrancas, pero al fin y al cabo trabajada durante 39 largos minutos. Craso error. Tanta apatía, un juego tan despersonalizado, tenso y discontinuo, debía tener su castigo y el CAI le encontró con un inesperado regalo de Reyes que le mantiene en el candelero, mientras clava con servofreno las posibilidades madridistas.

De todo lo anterior se desprende que el partido fue malo. Hubo numerosos errores en uno y otro bando, en los árbitros y en los dos banquillos. Ambos cuadros comenzaron como si estuviese prohibida la defensa, con promedios estimados de 120 puntos. Luego se quedaron clavados, no por especial entrega a esta tarea, sino por fallos, balones perdidos, locuras colectivas... El Madrid dominó a duras penas más por errores locales que por méritos propios, pero su juego, siempre agarrotado, fue a menos, su tímida defensa zonal terminó por no lograr apenas objetivos y cuando quiso darse cuenta tenía al CAI encima dando los últimos estirones que resultaron un boca a boca oportuno para salvar milagrosamente los puntos.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_