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Fallece Jean Riboud, calificado como "el mejor director de empresa del mundo"

Soledad Gallego-Díaz

Jean Riboud, el hombre calificado por las revistas especializadas norteamericanas como "el mejor director de empresa del mundo", falleció ayer en Francia a los 65 años de edad, víctima de un cáncer. Riboud fue una de las personalidades más fascinantes del mundo empresarial de la posguerra, un hombre inteligente y culto, superviviente del campo de exterminio de Buchenwald.

Riboud supo compatibilizar sus simpatías por la izquierda y su íntima amistad con François Mitterrand con la dirección de una compañía, la fabulosa Schlumberger, a la que hizo aumentar sus ganancias a un ritmo del 37% anual. La familia más rica de Francia, la saga Schlumberger, siete de cuyos miembros están entre las 20 mayores fortunas del país, puso en sus manos, en 1965, la dirección de un imperio, por delante incluso de uno de los suyos, Pierre Schlunmberger, que hasta entonces había sido el presidente director general de la compañía. La elección resultó perfecta: Riboud diversificó la sociedad, dedicada inicialmente a las prospecciones petrolíferas y la llevó a las cumbres de Wall Street. Schlumberger declaró el año pasado un volumen de negocios de 4.890 millones de dólares y unos beneficios netos, en los nueve primeros meses de este año, superiores a los 724 millones de dólares. "Es un hombre arrogante", decían los periodistas norteamericanos, desconcertados ante la curiosa personalidad de este gigante empresarial. Nacido en Lyon, hijo de un banquero católico, Jean Riboud fue detenido por la Gestapo en 1943 cuando intentaba llegar a España, por la frontera catalana. Acusado de formar parte de la resistencia fue deportado, recién cumplidos los 24 años, al campo de Buchenwald. De las 1.200 personas que formaron parte del mismo convoy de la muerte, sólo 92 consiguieron sobrevivir.

Riboud guardó siempre un completo silencio sobre esa etapa de su vida, pero sus biógrafos afirman que fue entonces cuando descubrió sus simpatías por la izquierda.

El empresario se limitó a reconocer que "durante los dos años que pasé en Buchenwald aprendí a conocer y a querer a los militantes sindicalistas y comunistas".

Acabada la guerra, Riboud se trasladó a Nueva York para trabajar en la banca. En aquella ciudad conoció a Marcel Schlumberger, quien le confió, cuando sólo tenía 32 años, importantes puestos de responsabilidad. A partir de ahí su carrera fue fulgurante hasta alcanzar, a los 46 años, la presidencia de la compañía.

Amigo de Mitterrand

Jean Riboud mantuvo una estrecha amistad personal, desde los años 50, con el dirigente socialista y actual presidente de la República, Franlois Mitterrand, a quien profesaba una gran admiración "por su voluntad de cambiar las estructuras en un país conservador y tradicional y de hacer frente a un futuro difícil de forma distinta".El empresario, en la cumbre de su poder, manifestó su repulsión por el liberalismo reaganiano: "No creo que las soluciones liberales sean capaces de resolver los problemas de la economía francesa ni los del Tercer Mundo ni, incluso, los de la propia economía norteamericana".

En 1983, Mitterrand le ofreció el Ministerio de Industria, pero Jean Riboud rehusó porque no estaba de acuerdo con la política económica del Gobierno. El pasado mes de septiembre, conocedor de la grave enfermedad que le aquejaba, Riboud dimitió como presidente de Schlumberger y se retiró a la vida privada, al lado de su esposa, una india bengalí, especialista en tapices.

Jean Riboud encontró tiempo durante sus largos años al frente de la compañía petrolífera para convertirse en un animador del mundo cultural francés. Buen conocedor de la pintura (poseía una buena colección de Picassos, Klee y Magritte) el mejor empresario del mundo era un gran aficionado al cine y puso todo su empeño en mejorar la cinemateca francesa.

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