50 horas 'inolvidables'
Cesáreo Sancho Casabona, de 45 años, ingeniero industrial, y su esposa, María Luisa Tapia Perales, ambos de Zaragoza, se acordarán toda su vida de la decisión tomada el domingo pasado cuando permanecieron a bordo del buque Achille Lauro en lugar de unirse a los otros 16 españoles que desembarcaron en Alejandría para un día de visita turística a El Cairo. Cuando el barco se hizo a la mar de nuevo para un corto trayecto hasta la ciudad costera de Port Said, en la entrada del canal de Suez, comenzó para ellos, para otro español empleado como cantante en el crucero italiano -Miguel Domingo Ferreres, de 35 años, natural de Barcelona-, y otro centenar de pasajeros y 331 tripulantes, una odisea que les mantendría 50 horas sin dormir y con dos o tres momentos de verdadero peligro.Tanto Ferreres como el matrimonio aragonés pudieron ayer hablar con el embajador de España en Egipto, Carlos Fernández Longoria, único español a quen fue permitido subir al Achille Lauro, a las 9.30, horas después de que atracara en Port Said.
"Los encontré muy cansados, moralmente cansados, y todavía bajo los efectos del miedo pasado", declaró a EL PAÍS Fernández Longoria. "A los pocos minutos del secuestro, dos de los miembros del comando congregaron a todos los pasajeros en uno de los salones grandes del barco y empezaron a alinearlos por nacionalidades. El matrimonio español fue preguntado por su nacionalidad y, al no tener el pasaporte consigo, fueron acompañados por uno de los piratas a su camarote para recogerlo". Según Cesáreo Sancho, "esa persona hablaba algo de español", dijo el embajador.
Ninguno de los rehenes supo si se había matado a alguien, todos debieron pasar ocho horas sin que se les permútiera ir a un lavabo y sólo les dieron bocadillos y tabaco. "Han debido de pasar momentos angustiosos", añadió el embajador.
Con una docena de nacionalidades presentes, de las 21 que integraban el pasaje, los norteamericanos y los británicos fueron separados del resto, aunque en la misma sala, y los terroristas los avisaron de que serían los primeros en morir, continúa el relato.
El Achille Lauro tiene rotos los cristales del puente, y numerosos impactos de bala en paredes y techos, según pudo observar el embajador español.
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