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Crítica:FESTIVAL DE OTOÑO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Alicia de Larrocha, en Bach y Albéniz

La elección de Alicia de Larrocha para inaugurar el II Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid es del todo acertada. No en vano se trata de una de las "grandes de España" perteneciente, esta vez, no al mundo de la lírica sino al del piano, en la escuela heredada por línea directa de Enrique Granados. La presencia de Doña Sofía en el palco real confirió solemnidad al concierto.Queda un testimonio discográfico de Alicia de Larrocha cuando, a los 12 años, iniciaba su carrera con excepcional brillantez, con actuaciones tan importantes como la de Madrid, cuando interpretó un concierto de Mozart con la Orquesta Sinfónica. Resulta fascinante comprobar la condición de artista nata de la pianista barcelonesa y su filiación de escuela.

II Festival de Otoño

Recital de piano por Alicia de Larrocha. Obras de Bach y Albéniz.Teatro Real. Madrid, 22 de septiembre.

El ataque vivo nervioso, de esta pianista -Premio Nacional de Música de este año-, la gracia al recortar las frases, o al marcar los acentos, la poética disposición de los planos sirviéndose de un muy bello juego de pedales que constituía, entre otras, una especialidad de Frank Marshall, el maestro de varias generaciones pianísticas entre las que destacan los nombres de Alicia de Larrocha y el de la trágicamente desaparecida Rosa Sabater.

Un programa fuera del formato tópico enfrentaba a Juan Sebastián Bach con Isaac Albéniz. Según los criterios actuales, el Bach pianístico de la fantasía en Do o el Concierto italiano nos llegaron bien tocados, pero con un inevitable aura de mode. Distinto caso es el de la fabulosa Chacona en Re menor, pues Ferrucchio Busoni ponía en cuanto transcribía mucho de sí, de tal modo que nos encontramos ante una página de gran pianismo que De Larrocha interpretó con magnificencia y firme construcción. Dentro de la amplia arquitectura, las variantes de la Chacona sonaron perfectamente personalizadas, matizadas en lo que puso Bach y excitó Busoni: el carácter.

Si el éxito acompañó a Alicia desde su misma aparición en escena, la Chacona levantó entusiastas ovaciones. Todas serían superadas por el encuentro De Larrocha-Albéniz. Tres números de la suite Iberia, uno de los más fabulosos y originales legales del pianismo europeo, estaban precedidos por La vega (que naturalmente se refiere a la de Granada) y rubricados por la estentórea Navarra, páginas que curiosamente el programa de mano adjudicaba, entre paréntesis, a Cataluña.

El momento en el que Albéniz recibe mayor huella de un impresionismo quizá mas latente que efectivo es, sin duda, La vega, tan distinta a las demás páginas maduras de Albéniz a partir de la misma concepción formal, sonora, temporal, armónica e instrumental. Pentagramas para ser sentidos con moroso encantamiento, buscando todos y cada uno de sus secretos, fueron hondamente analizados por Alicia de Larrocha. El quiebro rítmico de El puerto, la incesante y creciente continuidad de la Rondeña o el desplante madrileñista de Lavapiés encandilaron al auditorio que rindió un encendido homenaje a la gran pianista para recibir, a cambio, excelentes propinas de Albéniz, Granados y Soler.

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