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Reportaje:

José Albadalejo

Empresario mallorquín, ha convertido la artesanía del zapato español en una industria exportadora

Pertenece a ese grupo de empresarios que se llevó un susto mayúsculo cuando la Administración estadounidense anunció posibles restricciones a la importación de calzado. Éste mallorquín de 48 años, que afirma tener un alto concepto de sí mismo, revolucionó la zapatería española cuando ésta era todavía "algo muy precario en diseño y absolutamente artesanal". José Albadalejo declara ahora que es el empresario "más socialista de todos" porque, "sin enriquecerme, he repartido riqueza".

José Albadalejo luce una imponente cadena de oro anudada al cuello y camisas con motivos mironianos. Nació en la ciudad mallorquina de Inca, donde reside en la actualidad y tiene ubicada su fábrica de calzados. Vivió los temas del zapato desde pequeño. Su abuelo, cuyo retrato conserva en una de las paredes de su despacho, fue uno de los fundadores de esta industria en Mallorca. Sin embargo, José inició su andadura por su propio pie.Tras cursar el bachillerato, estudió diseño, aunque, en realidad, dice, más que diseño se trataba de simple siluetado. Alfonso Brunete, un medidero que trabajaba entonces en Inca, le inició en la técnica; y Albadalejo llegó al convencimiento de que debía salir de la isla. En 1958 vinieron los cursos de zapatería en Madrid y largas estancias en Italia. Un auténtico abismo separaba la industria española y mallorquina de la italiana: "En aquella época lo pasé pillo. Aquí todo era artesanal y muy costoso en mano de obra, no se sabía estandarizar, todo se hacía de forma muy precaria, mientras que en Italia la industria estaba ya semimecanizada", dice.

El regreso a la isla fue decepcionante. Se encontró con un sector absolutamente obsoleto, un sector que ya había finiquitado su época y que carecía de salidas. Tras realizar distintos diseños sintió nuevamente la necesidad de irse e iniciar una aventura propia y a su manera.

La empresa Yanko nació en 1961, con cinco obreros y una nave de 300 metros cuadrados. En los siguientes 10 años su empresa registró un incremento del 16% anual -en la actualidad el número de sus operarios asciende a 900- y una plena expansión comercial.

Albadalejo reconoce que este avance fue posible gracias a haber iniciado su carrera empresarial en los mejores tiempos del consumismo. Actualmente, ya nada queda de aquellos índices de consumo y los malos augurios para el calzado español se entremezclan, en su boca, con un pertinaz escepticismo político. Califica de "ineptos" a los actuales gobernantes, descree de los dirigentes de la derecha española y considera que son muchos los males económicos que aquejan al país. "Nos falta estabilidad en todos los órdenes", afirma, "una estabilidad primero política y luego económica, porque con esta última llegará el consumo".

Este hombre, que comercializa más de 500 modelos de zapatos, algunos de ellos con su propio nombre y firma, considera que el gran mal de esta industria radica en el elevado número de empresas sumergidas que existen. "El Gobierno no se atreve a meter mano en este clandestinaje, porque si lo hiciera muchísima gente se quedaría sin trabajo y mañana mismo tendríamos la revolución en España. Un auténtico caos".

A José Albadalejo le gusta afirmar que su empresa, más que zapatos o "cosas para ponerse en los pies", vende en realidad un diseño, un servicio y una marca reconocida. "Todo ello", añade, "sin abandonar el sentido artesanal que el calzado siempre debe tener".

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