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El Papa beatifica en Zaire a la 'María Goretti' africana

Juan Arias

Juan Pablo II beatificó solemnemente ayer por la mañana, en Kinshasa, capital de Zaire, a la María Goretti africana, la joven religiosa negra Clementina Anuarite Nengapeta, asesinada a los 23 años, en 1964, a golpes de fusil por un coronel de los rebeldes simba, por defender su virginidad. El Papa, en el momento de proclamarla beata, tejió un canto a la grandeza de la castidad. Tanto exaltó esta virtud durante su homilía que se sintió en el deber de añadir al final que tal exaltación de la castidad no supone ninguna falta de estima por el amor conyugal.

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A la nueva Goretti africana nacida en Wamba, región del alto Zaire, en 1941, el papa Wojtyla ha querido proclamarla también como mártir, aunque según el Derecho Canónico dicho título debe reservarse sólo para quienes son asesinados por odio a su fe, mientras la joven religiosa de la congregación indígena de la Sagrada Familia fue fusilada porque no quiso entregarse al militar.Juan Pablo II ha justificado el martirio de sor Clementina afirmando que mártir quiere decir ser testigo de la propia fe. En realidad, la joven sacrificada no había sido secuestrada con las otras monjas caídas en las manos de los rebeldes simba, pero pidió que la secuestraran también a ella, como ha explicado el mismo Juan Pablo II en su discurso. Desde que se había consagrado a la vida religiosa, Clementina deseaba ser mártir y el Papa ha dicho que mientras las balas mortales la golpeaban, -sus otras hermanas - religiosas oyeron que decía: "Os perdono porque no sabéis lo que estáis haciendo", y que añadió que esto es lo que había deseado mientras caía muerta.

Según Juan Pablo II, la joven religiosa era una de esas mujeres que siempre había meditado mucho sobre los mártires antiguos y que había estado muy impresionada por el sacrificio de María Goretti. El discurso del Papa ha sido muy poco aplaudido, según unos, porque de las 100.000 personas presentes muy pocas conocían el francés, y según otros, como por ejemplo Eugene Dionne, el enviado especial del New York Times, porque es difícil aplaudir en África la virginidad.

El Papa improvisó unas frases para pedir, en nombre de la Iglesia, perdón para el asesino de la joven Clementina. Se trata del ex coronel Pierre Openge Olombe, del grupo de los simba, que combatía al lado de Patricio Lumumba y que más tarde se pasó al Ejército de Sese Seko Mobutu, el actual presidente de la República de Zaire, que estaba presente en la misa con su esposa, Bobi-la Dawa. El presidente se casó con ella deprisa y corriendo durante la primera visita de Juan Pablo II a Kinshasa, hace cinco años, para poder recibir de sus manos la comunión.

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El asesino de la Goretti africana, tras cinco años de cárcel, fue amnistiado por el presidente Mobutu como regalo por haberse pasado a sus filas. En una entrevista concedida a la televisión días atrás, pidió perdón a la familia de la nueva beata y solicitó una entrevista con el Papa, pero el portavoz vaticano, Joaquín Navarro, ha señalado que dicho encuentro no se llevará a cabo. Se alega como motivo de esta negativa que el ex coronel sólo conoce el dialecto de su tribu, pero la verdad es que se trata de un pobre desequilibrado que vive como un vagabundo sin residencia fija. A veces incluso se ha presentado en el convento de las religiosas de la mártir para pedir un plato de sopa o unas monedas.

La misa de la solemne beatificación fue celebrada en el palacio del Pueblo, el mismo lugar en donde hace cinco años celebró una misa durante la cual 14 personas resultaron muertas y se registraron docenas de heridos, tras haber sido aplastadas por la muchedumbre, que rompió las vallas para precipitarse hacia el altar de la misa.

Menos gente

Esta vez hubo menos de la mitad de gente que aquella vez, quizá porque la presencia del Papa ya no es una novedad, o quizá por que el recuerdo y el miedo de aquella tragedia, donde murieron sobre todo mujeres y niños, está aún presente en estas gentes. Además, los asistentes quedaron decepcionados porque Juan Pablo II no hizo una sola mención a aquel triste suceso en el transcurso de la ceremonia religiosa.Si en otras ocasiones como éstas el gran estratega de la ceremonia ha sido el papa Wojtyla, con sus innegables dotes de actor y de sintonía con la gente, esta vez lo ha sido el cardenal Joseph Malula, arzobispo de Kinshasa y gran profeta de la culturización africana, muy amado por los suyos, a diferencia del presidente Mobutu. El cardenal, haciendo alarde de las cuatro lenguas que se hablan en Zaire, hizo enloquecer a la muchedumbre. Las mujeres, a cada dos palabras suyas, gritaban esa especie de alarido -iuiu- de origen árabe, que es como un canto de felicidad.

El cardenal Malula es el que alienta, en la capital de Zaire, el centro teológico más avanzado de la llamada teología africana. Es él quien ha creado un nuevo tipo de liturgia, toda ella danzante, que no ha sido condenada por Roma, pero que ni en esta ni en la ocasión anterior, el Papa ha querido presenciar. Mientras estaba Malula haciendo vibrar a la muchedumbre, el Papa estaba echado para atrás en su sillón con los ojos cerrados, como un gran patriarca que escucha y medita. Cuando el cardenal africano elogió al Papa ante la muchedumbre, Juan Pablo II, como despertando de su ensimismamiento, abrió de par en par los brazos y sin abrir los ojos saludó como queriendo abrazar a la gente.

Mientras tanto, en los círculos teológicos se discutía ayer si esta proclamación de la primera beata zaireña, mártir de la virginidad, puede tener un valor para los africanos, y si se puede hablar en este caso de verdadero martirio. Nadie duda de que el acontecimiento es un gran honor para este país, porque para los cristianos africanos una Iglesia sin santos es una Iglesia sin prestigio. Menos claro resulta que la exaltación de la virginidad y de la pureza pueda entusiasmar a los africanos. Según el secretario de la Conferencia Episcopal de Zaire, en realidad la castidad "es una virtud nueva" para un pueblo que exalta, al revés, la maternidad.

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