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Reportaje:

Los mil y un liberales

Los nietos de 'la Pepa', divididos y enfrentados, buscan la sombra de Fraga, Roca y Suárez para 1986

La disolución del pequeño partido de Ignacio Camuñas, el Partido de Acción Liberal (PAL), y la recomendación a sus afiliados para que ingresen en el CDS de Adolfo Suárez, constituyen el último episodio de la pintoresca y fagocitaria historia de quienes desde la muerte de Joaquín Garrigues Walker vienen reclamando para sí la denominación y la ideología liberal. Los mil y un liberales (no son muchos) se encuentran hoy encuadrados en tres formaciones políticas que abarcan desde la derecha más conservadora de Manuel Fraga al progresismo de izquierdas de Adolfo Suárez, pasando por el reformismo de centro de la operación Roca, por los denominados Clubes Liberales y por quienes, desencantados de tanto baile de siglas y de nombres, se han retirado a sus actividades privadas.

Son pocos y mal avenidos. Todos luchan por quedarse en exclusiva con la denominación de origen y con la homologación de la Internacional Liberal, que en los últimos tiempos sólo reconocía al partido de Camuñas (en otros tiempos vicepresidente de la misma) y al Partido Demócrata Liberal de Antonio Garrigues Walker (integrado hoy en la operación Roca), y por alcanzar un escaño o un cargo en la Administración pública a la sombra de otras formaciones y de otras ideologías.Las raíces históricas del liberalismo español se encuentran en la Pepa (la Constitución de 1808) y en los movimientos progresistas de carácter popular que se suceden a lo largo de todo el siglo XIX. En la oposición al franquismo, quitando algunas figuras señeras, el liberalismo languidece, y sólo con el retorno a la democracia, y con la figura del fallecido Joaquín Garrigues Walker, renace con algún protagonismo en la vida pública española, como una familia más de ese conglomerado de ideologías e intereses que se llamó Unión de Centro Democrático (UCD).

En las filas de UCD se integran, en esos días, la mayor parte de los políticos que se reclaman liberales: Joaquín Satrústegui, Soledad Becerril, Antonio Jiménez Blanco, Alvarez Pedreira, Chimo Muñoz Peirats, Eduardo Punset, Antonio Fontán, Miguel Enciso, Ignacio Camuñas, Eduardo Merigó, Víctor Carrascal, Enrique Monsonis, Ubaldo Nieto, Manuel Bermejo, etcétera. Fuera quedan otros personajes, como el entonces presidente de la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), Antonio Garrigues Walker; el secretario general de la sectorial del metal de CEOE (Confemetal), Julio Pascual (presidente del Club Liberal de Madrid); o el economista y catedrático Pedro Schwartz. El auge del neoliberalismo económico en Estados Unidos y el Reino Unido, y el importante protagonismo de los partidos liberales en Alemania Occidental, Bélgica y otros países, hace que muchos empresarios y algunos funcionarios y altos cargos del régimen franquista se autocalifiquen, en sus declaraciones públicas, como liberales.

Tras el cataclismo de UCD

La desaparición de Joaquín Garrigues Walker, como consecuencia de una grave enfermedad, y la desintegración de UCD, cuartean la escasa unidad del liberalismo centrista y disparan las vocaciones políticas de muchos otros personajes que hasta entonces habían permanecido al margen.Las elecciones de 1982 constituyen el primer toco de salida en la carrera de grupúsculos y personalidades por hacerse en exclusiva con la marca de origen del liberalismo para su explotación en el mercado nacional. Antonio Garrigues Walker, presidente en 1982 de la Federación de Clubes Liberales de España, y Pedro Schwartz, que dirige el Instituto de Economía de Mercado, tratan de hacerse con los restos liberales de UCD y montar un nuevo partido político de esta ideología. Schwartz, que cuenta con el respaldo de Manuel Fraga, que quiere añadir un toque liberal a su coalición conservadora, trata de llegar a un acuerdo con Garrigues, en base a su sustitución en la presidencia de la Federación de Clubes Liberales por Fernando Chueca, y a la incorporación de nuevos socios afines a Alianza Popular. Antonio Garrigues, que no quiere ver absorbida su iniciativa política por Fraga, se opone a esta operación que en alguna medida compite con su propio proyecto de captación de militantes entre los socios de los clubes liberales. De forma paralela, Antonio Fontán y otros destacados dirigentes de UCD se agrupan en tomo a una denominada Mesa Liberal e Ignacio Camuñas prepara el lanzamiento de su propio partido.

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Pedro Schwartz crea una minúscula formación, denominada Unión Liberal, y se presenta en las listas de Fraga a las elecciones de octubre de 1982. Meses después, el pequeño Partido Liberal, liderado por Alejandro Arráez y Luis Guzmán, se integra también en la coalición del ex ministro de Franco. El liberal Eduardo Punset, ministro de Relaciones con la CEE con Suárez, se cobija en las listas de Convergència i Unió para obtener un escaño al Parlamento. Y Antonio Garrigues crea su propia formación, el Partido Demócrata Liberal, que sufre un fuerte descalabro en las primeras elecciones a las que comparece.

A la busca de un paraguas

La proximidad de las elecciones de 1986, en los últimos meses, vuelve a recrudecer la lucha entre los liberales. Antonio Garrigues busca cobijo para su formación en la operación reformista de Roca, que se proclama de ideología centrista y que está emparentada con el nacionalismo de derechas de Pujol en Cataluña. Fraga quiere ampliar el espectro liberal de su coalición y con alguna tensión interna propicia la fusión de Unión Liberal y el Partido Liberal, y ficha a un destacado dirigente empresarial, José Antonio Segurado, para sustituir a Pedro Schwartz como líder de la operación. Liberales independientes como Punset, y el lánguido PAL de Camuñas, se arropan finalmente bajo las siglas del CDS de Suárez, que se proclama progresista y centrista de izquierdas.Las tres formaciones citadas anuncian estos días inminentes fichajes de los liberales ex ucedistas que todavía no se han integrado en ningún partido e incorporan algunos altos cargos del anterior régimen y algunos empresarios que se han convertido repentinamente al nuevo credo. Entre tanto, menudean las acusaciones y descalificaciones mutuas. Los hombres de Garrigues ponen en duda que se pueda ser liberal en compañía de Manuel Fraga; los de Segurado resaltan que Miquel Roca jamás habla de liberalismo en sus declaraciones sobre la filosofía del Partido Reformista; y desde las filas de Adolfo Suárez se hacen oídos sordos a los continuos reclamos de unidad de las otras dos fuerzas.

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