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Tribuna:LA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA
Tribuna
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San Fermín, que todo lo ve

Ya al amanecer lo ve todo en la cuesta de Santo Domingo. Allá vienen los mozos del encierro a lo suyo, que es cantar, orar o espantar pavores oscuros con las fervientes gangosidades de la trasnochada: "A San Fermín pedimos, / por ser nuestro patrón, / nos guíe en el encierro / dándonos su bendición". Dificil aclararse con este canto, de tonalidades tumultuarias y confusas. Las voces de la fe, el miedo y el amor al peligro cabalgan sobre una melodía de ritmo insistente, traicionada por temblorosos desfleques. Luego empieza el encierro y San Fermín invisible sube y baja la Estafeta, no ya de bermejos pluviales, como conviene a su rango de mártir y obispo, sino de capotillo rojo, cual cumple a la cita segura del toro, y haciendo gala de unas destrezas para el quite que para sí quisieran más de cuatro peones de confianza.El 7 de julio, a las diez de la mañana, el santo se pone procesional y solemne y se da a pastorear las sombras frescas de la Zapatería y de la calle Mayor. Desde lo alto de las andas ve una ciudad en uniforme de blancura y un variopinto cortejo rematado hacia arriba por la danza lenta y la humildad de los gigantes: pendones y capisayos, gaitas y chistus, joteros con los cuellos enrojecidos por el exceso y la bravura, banda de música, voces corales... San Fermín ve y oye, y manda en una calle que le ofrece como en un florón sonoro las formas de la música.Años pasados, cuando en la efervescencia de la transición política la calle sanferminera se crispaba de pronto y hacía un amago de reivindicación o de protestas que agriaba los ánimos o recordaba que los ánimos estaban agriados de antemano, muchos -aun de acuerdo tal vez con el fondo de la cuestiónconsideraban que renunciar a la fiesta podía resultar un precio demasido alto y gritaban a coro como un conjuro: "¡San-Fer-mín! ¡SanFer-mÍn!". Y San Fermín, que todo lo ve, el llamado, no venía, porque nunca se había ido de la calle.

Inútil es explicar que estos días en Pamplona, todo andará patas arriba. Es el tumulto y el follón dentro de un orden. Y aquí San Fermín parece que no para. Va y viene y pone pastoreo y báculo entre la manada extática.

Pero estas cosas se ven mejor que se explican. Si alguien quiere verlo, entre dentro de sí y tome la sabia resolución que grandes maestros tomaron cuando aún eran aprendices: "A Pamplona hemos de ir / con una media, con una media. / A Pamplona hemos de ir / con una media y un calcetín".

Por favor, eso sí: no olvidar la media. Y, sobre todo, el calcetín. Es cuestión de vida o muerte... para la rima.

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