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Las muecas del rostro

Josep Planas Montanyá, un catalán de Cardona y fotógrafo de los caminos mallorquines, retrató a Joan Miró durante poco más de 10 años, hasta 1968. Dueño de una memoria apasionada por los rastros del rostro y observador cualificado de los detalles perdidos que sostienen las imágenes de los cuadros o de las fotografías, Planas Montanyá siguió los alientos del pintor en sus rincones de Son Boter y Son Abrines. En sus fotos aparecen los trazos imprevistos que Miró abandonaba en las paredes durante sus ensímismamientos, las reflexiones de unos ojos atentos a la escritura indescifrable hallada en las grietas de los troncos secos, en los codos de las ramas, en los contornos de las piedras encontradas tras los paseos interminables. Las fotografías de Planas registraban las muecas visibles de los pensamientos anotados por Joan Miró en sus libretas de trabajo: "Si llegase a faltar material", escribía en 1940, "ir a la playa y hacer grafismos con una caña sobre la arena, dibujar con el chorro de un meado sobre la tierra seca, dibujar en el vacío del espacio el gráfico del canto de los pájaros, el ruido del agua y del viento y de una rueda de carro y el canto de los insectos, y que todo esto se lo lleve después el viento y el agua, pero tener el convencimiento de que todas estas realizaciones puras de mi pensamiento repercutirán por magia y milagro en el espíritu de los otros hombres".En los Carnets catalans se recogen las pausadas reflexiones que Miró construía frente a sus telas todavía en blanco. La meditada incorporacion de un nuevo signo, el proceso consciente o inconsciente de realización de sus escenas o la conveniencia de la técnica depurada son objeto de breves ensayos autobiográficos acompañados de los bocetos imaginados. Pero la preocupación esencial de Joan Miró se centraba en la diposición interior que le permitía tener acceso legítimamente a la invención de las realidades no consensuadas. En un estilo de exploración interior que en gran parte recuerda las Medítaciones del emperador filósofo Marco Aurelio, Joan Miró muestra en estas notas íntimas la actitud primordial que le caracterizó como un hombre firmemente arraigado en su propio convencimiento moral: "No rehuir los hechos del destino, por contradictorios y enojosos que de momento puedan parecer; más tarde pueden coordinarse con la recta trayectoria de la vida y de la obra". "No ocuparse de cuándo serán realizadas estas obras, hacer abstracción de los años y del tiempo, que vayan trabajando en mí espíritu". "No ocuparme de si podré o no realizar una obra en el transcurso de mi vida, esto sería debilidad; lo importante no es acabar una obra, sino permitir entrever que eso permitirá un día comenzar algo".

La introspección detallada que estos comentarios indican nos muestra a un pintor absolutamente identificado con el resultado estético y filosófico de su obra: decidido a prescindir de las tentaciones sociales ostentadas por la historia y capaz de resistir las embestidas de la frivolidad mundana, Joan Miró penetró, desde su interior protegido, las leyes que gobiernan el desarrollo de la naturaleza. Repetir sus periplos vitales es el único modo posible para tener acceso a la génesis de realidades integradas por emanación en la naturaleza del mundo.

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