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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La CEE tal como es

Cuando, después de siete años de negociación, España alcanzó, a finales de marzo, el tan anhelado acuerdo de adhesión a la CEE, el ciudadano español recibió de los medios de comunicación oficiales unas explicaciones de lo que es el Mercado Común que, lamentablemente, no se ajustan a la realidad.Entre otras cosas, se ha venido diciendo que los países miembros de la CEE constituyen un mercado único para bienes, servicios y factores de producción, lo cual incide favorablemente sobre las economías nacionales: hay más especialización a todos los niveles, las empresas pueden explotar economías de escala y la competencia induce a mejorar los niveles de productividad.

Indudablemente, el principio de unicidad de mercados es el ingrediente más lógico de un proceso de integración. Y el Tratado de Roma, consecuentemente, preconiza su aplicación. Pero, a pesar de todos los pasos importantes que se han dado en este frente, la unicidad de los mercados no está aún lograda, ni mucho menos. En el sector industrial tenemos la Unión Aduanera, sí. Pero proliferan de nuevo diversas trabas al comercio intracomunitario, que lo distorsionan y crean incertidumbre para las actividades exportadoras e importadoras y, por ende, para la inversión. El ejemplo más grave lo constituye la escalada de subvenciones a industrias en declive (como la siderurgia, la minería de carbón, los astilleros). Además, en licitaciones públicas, empresas de otros países miembros apenas tienen oportunidades, aunque sean más competitivas que las domésticas. También es preocupante el sinnúmero de disposiciones técnicas nacionales no homologadas recíprocamente y que sean tantos y tan costosos los trámites burocráticos en las aduanas.

En cuanto al sector agrícola, un auténtico mercado común con libre comercio intracomunitario ha existido nada más durante unos pocos meses, en 1968.

Posteriormente, los países miembros han venido desvinculando los precios agrícolas domésticos de los precios agrícolas comunitarios.

Hace un año se acordó desmantelar el complejo sistema de los llamados montantes compensatorios, pero queda por ver si los países miembros llevan este acuerdo a sus últimas consecuencias. De momento, Alemania Occidental ha puesto en marcha otros dispositivos de apoyo a su agricultura y no está de más temer medidas de extorsión en otros países miembros.

El escándalo agrícola

Todos se aferran a la política agraria común (PAC), que parece ser un verdadero símbolo de unidad europea, pero que en la práctica constituye un escándalo económico: es extremadamente proteccionista frente a países terceros, provoca en la CEE una producción excedentaria crónica, deprime y desestabiliza los precios mundiales de numerosos productos agrícolas; la financiación de la PAC absorbe año tras año cerca de las tres cuartas partes del presupuesto comunitario, y para colmo, los consumidores dentro de la Comunidad tienen que soportar un encarecimiento notable de los productos alimenticios, mientras que las rentas agrícolas, en contra de lo que la PAC trata de conseguir, siguen siendo sensiblemente inferiores a las no agrícolas.

Finalmente, la unicidad de mercado para los factores productivos, concretamente trabajadores y capitales, tampoco se ha logrado completamente. Si bien han sido suprimidas las restricciones sobre la movilidad intracomunitaria de mano de obra asalariada, la circulación de profesiones liberales sigue obstaculizada debido a la heterogeneidad de sistemas de estudios existentes entre los países miembros y la no convalidación automática de títulos académicos.

En cuanto al mercado común de capitales, han quedado liberalizadas las inversiones intracomunitarias directas en bienes inmuebles y en cartera. Pero la libertad completa e incondicional en la circulación de capital se ha visto dificultada una y otra vez por problemas de balanza de pagos en varios países miembros. Además, está aún pendiente la armonización de las reglamentaciones fiscales y de derecho de sociedades. Es ya casi una paradoja que, ante la falta de permeabilidad entre los mercados nacionales financieros en la CEE, hayan tenido que ser países no comunitarios, concretamente Estados Unidos, los artífices en la creación de un mercado europeo de capitales, el mercado de eurodólares incluido.

Primacía del 'interés nacional'

El que más de 25 años después de la entrada en vigor del Tratado de Roma no se hayan conseguido todavía los objetivos económicos básicos de la integra ción pone de manifiesto cómo cada uno de los Gobiernos vela por lo que considera ser el interés nacional Lo que hay de unidad dentro de la CEE parece ser más por inercia que por convicción. Diversos países miembros ven en la CEE un mecanismo para redistribuir riqueza (a su favor, claro está) y no ponen mucho énfasis en potenciar la CEE como máquina de creación de patrimonio y bienestar. De ahí que desde hace tiempo los organismos de la CEE se vienen bloqueando mutuamente y que ni el Consejo Europeo, ni los Consejos de Ministros, ni la Comisión Europea encuentran el camino para impulsar el proceso de integración de forma continuada, con perspectivas a largo plazo y, sobre todo, con un verdadero espíritu comunitario que se sobreponga a planteamientos egoístamente nacionalistas, por no decir provincianos.

La tercera ampliación puede intensificar los problemas si el Gobierno español (y el portugués) se comportan como tantos otros lo han hecho hasta ahora: Gran Bretaña y Grecia, de forma descarada; otros, más sutilmente. Entonces, la CEE se verá amenazada por la agonía y los beneficios que los nuevos países miembros esperan obtener serán pobres. Ahora bien, también es posible, y desde luego deseable, que esta ampliación marque el comienzo de una etapa nueva, en la que se acometan las reformas institucionales y de política que sean necesarias para que pueda prosperar el proceso de integración dentro de una economía mundial sujeta a profundos cambios estructurales y tecnológicos. Entonces, los doce se beneficiarían económica y políticamente. Para lograr esto queda mucho camino que recorrer y es, por consiguiente, demasiado pronto para echar las campanas al vuelo, también en España.

Juergen B. Donges es vicepresidente del Instituto de Economía Mundial de Kiel y asesor del Instituto de Estudios Económicos.

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