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La tragedia de Timor

Los españoles apenas saben nada de la suerte que ha corrido Timor oriental, mi tierra, donde a lo largo de los pasados nueve años la guerra, el hambre, las enfermedades y las ejecuciones se han cobrado más de 100.000 vidas; es decir, más de la sexta parte de la población timoresa. Para el que vive en Madrid esto puede parecer remoto. Pero desde finales de la pasada década, más de 100 timoreses viven y trabajan en la capital de España y otros lo hacen en otras ciudades españolas. Y el problema de Timor está relacionado íntimamente con Portugal, que gobernó el país durante cuatro siglos, hasta abandonarlo en 1975. En Lisboa hay una comunidad de aproximadamente 1.000 timoreses, y siguen llegando a Portugal cada mes testigos de terribles acontecimientos en nuestra patria. Durante la visita que el próximo mayo hará el presidente Ronald Reagan a Lisboa y a Madrid, la comunidad timoresa -al igual que la cuestión de Timor oriental en general- podría ser objeto de atención.Peculiaridad cultural

Timor oriental es un territorio insular situado al norte de Australia y cuantos lo conocen juzgan que es de una. belleza exquisita. Sus cuatro siglos como colonia portuguesa le han dado una identidad cultura¡ y lingüística muy distinta de la de su vecina Indonesia, que procede de antiguas colonias holandesas. Bajo el pretexto -falso a mi entender y destinado a encubrir la agresión- de la lucha contra el comunismo, Indonesia lanzó a finales de 1975 una invasión sobre Timor oriental.

De resultas de la invasión indonesia, la situación de Timor oriental se ha descrito como la de "un El Salvador sin cámaras de televisión". Ello alude no sólo al nivel de atrocidades, sino también al modo como el aparato militar indonesio ha intentado ocultar la verdad, aislando a Timor oriental del exterior. Una hambruna creada por las operaciones militares indonesias se abatió sobre Timor oriental entre 1978 y 1980, causando decenas de miles de víctimas. Desde entonces, las ofensivas militares indonesias -encaminadas a acabar con el Fretilin, movimiento lindependentista no comunista que sigue resistiéndoseles- han causado nuevos sufrimientos.

Hay que subrayar que la resistencia timoresa es la de un país de menos de 600.000 habitantes frente a los ejércitos de la nación indonesia, con una población de 160 millones. Y que, entre tanto, las organizaciones humanitarias internacionales no han podido operar libremente en el territorio, respondiendo a necesidades urgentes, por habérselo impedido el Ejército indonesio. Y que, por vez primera, la Iglesia católica de Timor está padeciendo persecución.

La ONU sigue reconociendo la soberanía legal portuguesa en este territorio. Actualmente, la cuestión de Timor está siendo discutida entre Portugal e Indonesia bajo los auspicios del secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar. Sin embargo, en estas conversaciones todavía no participan representantes tirnoreses. La comunidad internacional timoresa contempla con profundo temor la posibilidad de que Portugal concluya con Indonesia un acuerdo que ignore la razón esencial de este conflicto que dura ya nueve años; es decir, el deseo del pueblo de Timor oriental de decidir su propio futuro. En círculos gubernamentales de Lisboa se ha hablado de un tratado que, aun dando cabida a ciertas consideraciones humanitarias y culturales, reconocería la soberanía indonesia. Semejante trato no sólo no contribuiría en absoluto a acabar con la actual guerra de Timor, sino que haría que la situación de su pueblo empeorara todavía más.

Sencillamente, lo único que Indonesia quiere y necesita de Por.tugal es la firma de Lisboa en un documento de este tipo; una vez que obtenga la firma, Indonesia no tendrá que cumplir sino con requisitos menores, a, efectos cosméticos. Y lo decisivo es que, mientras cumpliera mínirnamente con ellos -pues poco pueden hacer las Naciones Unidas para forzar a Indonesia a, seguir las cláusulas de un tratado-, Indonesia podría hacer uso de este convenio en su sostenido esfuerzo por desviar la atención internacional de la tragedia de Timor. En lugar de ensanchar las vías de acceso internacional al territorio -como tal convenio, tal vez, estipularía-Indonesia podría manifestar, sin más, que lo había hecho y cerrar por entero Timor oriental a efectos internacionales. Las acciones indonesias de los pa.sados nueve años sugieren que éste sería el resultado.

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Además, si Portugal firmara un acuerdo de poca o ninguna sustancia, Lisboa se resistiría sin duda a admitir su error. Lisboa debe, por tanto, evitar la firma de un acuerdo que no refleje los deseos auténticos del pueblo timorés.

Debo hacer hincapié en que no pondría objeción, alguna si el pueblo de Timor oriental, sin presiones, decidiera ser parte de Indonesia. Pero estoy convencido de que el 90%, si no el 99%, votaría en favor de una retirada indonesia -y tras tantas muertes y tanto sufrimiento ocultado, ¿quién puede reprochárselo?-. Sin una solución política basada en el diálogo, la tragedia seguirá indefinidamente.

EE UU, del lado indonesio

Al igual que en Centroamérica, Estados Unidos es una pieza clave en el problema de Timor. Debido, al parecer, a estrechos vínculos políticos y comerciales con Indonesia, que es país productor de petróleo, EE UU se ha situado claramente del lado indonesio en el conflicto. De hecho, Henry Kissinger, entonces secretario de Estado, estaba en Yakarta, capital de Indonesia, en 1975, el día antes de la invasión de Timor oriental. Era del dominio público que Indonesia iba a invadirnos cuando declaró aquel día que "Estados Unidos entiende la postura indonesia en este asunto". Desde entonces, la mayor parte del material de guerra indonesio ha sido proporcionado por EE UU.

El presidente Reagan debería también hablar de Timor oriental durante su visita a Lisboa. Aunque no formen parte del conflicto Este-Oeste, los sufrimientos, las necesidades, los derechos de las gentes de Timor oriental son tan reales como los de los pueblos de Centroamérica o Afganistán. Sí es poco lo que directamente puede hacer España, la tragedia de Timor oriental, que está íntimamente ligada tanto a sus vecinos ibéricos como a EE UU, debe estar en la conciencia de los españoles.

Martinho da Costa Lopes fue obispo-administrador papal de Timor oriental de 1977 a 1983.

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