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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Elecciones en Francia

LAS ELECCIONES cantonales francesas, aunque mediatizadas por consideraciones locales o regionales, han sido sobre todo la preparación de las elecciones parlamentarias del año 1986. Los resultados han confirmado, en términos generales, lo que se había previsto. El rasgo más neto es que la derecha sigue afirmando su predominio entre la población francesa. Desde que François Mitterrand ocupa la presidencia de la República, la derecha ha obtenido triunfos electorales en cuatro ocasiones: en las cantonales de 1982, en las municipales de 1983, en las europeas de 1984 y en las cantonales del domingo pasado. No es lógico suponer que esta tendencia se va a modificar radicalmente; por eso la idea de que Francia volverá a tener, el año próximo, un Gobierno de derecha está bastante extendida; sería un retorno a una tradición muy asentada. Desde finales de los años cincuenta, la izquierda ha estado en minoría; su triunfo en 1981 quedaría, en esa eventualidad, como una coyuntura excepcional, pero sin continuidad. Sin embargo, no se puede descartar un factor muy específico, introducido por De Gaulle en la Constitución francesa: el presidente de la República es elegido para siete años, y, por tanto, un triunfo de la derecha en 1986 crearía una coyuntura sin precedente, de suma complejidad: un presidente socialista con una gran personalidad y con poderes considerables y una mayoría de derecha en el Parlamento. Esta posibilidad está dando lugar a toda clase de especulaciones.A pesar de la mayoría lograda por la derecha, el Partido Socialista ha logrado, con más del 25%, una recuperación sustancial en relación con las europeas. Pero la que, en cambio, ha resultado efimera ha sido la mayoría que llevó a Mitterrand a la presidencia de la República. La experiencia del Gobierno socialista ha provocado un amplio descontento, y ese descontento vuelve a los cauces tradicionales de la derecha. Otro factor de debilidad de la izquierda es el de que los comunistas han obtenido un resultado muy escueto, una subida del 11% al 12,5%, después de su salida del Gobierno, de su congreso y de su gran esfuerzo por capitalizar la decepción de las capas populares.

En la derecha, los dos principales partidos, la UDF de Giscard d'Estaing y el RPR de Chirac, han obtenido en torno al 17% y al 18% cada uno, con ventaja para el primero. El extremismo derechista de Le Pen, con un racisino descarado y tufo de neofascismo, ha alcanzado casi el 9%; su Frente Nacional es un peligro serio y no pasajero. A pesar de que, sobre todo a última hora, Chirac ha insistido en su voluntad de no aceptar ningún acuerdo con Le Pen, en zonas del RPR la actitud es diferente. Y en todo caso, queda la incógnita de si los partidos de la derecha podrán obtener una nueva mayoría neta y consolidada sin los votos de la ultraderecha.

Estos diversos factores colocan en el centro de la política francesa el problema de la ley electoral. Desde hace un cuarto de siglo ha funcionado el sistema mayoritario con dos turnos, que provoca casi automáticamente la creación de dos bloques, la derecha y la izquierda, y garantiza al mayoritario enorme ventaja. Ante la pérdida posible de la mayoría, uno de los proyectos que Mitterrand tiene en consideración es el de reformar, para las elecciones parlamentarias del año próximo, el sistema electoral, introduciendo cierta dosis de proporcionalidad. El objetivo sería fomentar divisiones en la derecha, sobre todo con las consecuencias previsibles que tendría la presencia de una minoría de Le Pen en el Parlamento. Asimisimo, facilitar que se pueda destacar un grupo centrista, susceptible de permitir a los socialistas seguir en el Gobierno al menos en el último período de la presidencia de Mitterrand.

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Tal perspectiva parece hoy poco realista y todo hace indicar que en las eleccionas parlamentarias de 1986 Miterrand tendrá que gobernar con mayoría conservadora.

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