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130 'marines', abandonados en Mallorca

"El portaviones está ahora en el agua". Ésta es la explicación exhaustiva que el ministro consejero de la Embajada de Estados Unidos en Madrid, Jack R. Binns, daba ayer a algunos informadores interesados en la inesperada salida del puerto de Palma de Mallorca, sobre las cuatro de la tarde del pasado jueves, del portaviones de propulsión nuclear Eisenhower y del destructor provisto con misiles de cabeza nuclear Mississippi, ambos de la VI Flota norteamericana. Los dos se hicieron a la mar con rumbo desconocido y tal precipitación que dejaron en tierra a unos 130 marineros.

Jack R. Binns reconoció lo imprevisto de la salida de los dos buques, tres días antes de su programa, y admitió que han tenido que irse "por razones operacionales". "Pero no quiero especular hacia dónde. Sólo puedo decir que el portaviones está ahora en el agua, cada vez más lejos", agregó.El cónsul de los Estados Unidos en Palma; Bartolomé Bestard, organizó la operación de recuperar a los numerosos marinos que, en el momento de la alarma, estaban disfrutando de unajornada de descanso en la capital balear. Casi la totalidad de ellos fue hallada a tiempo del embarque por la Security Police (policía militar norteamericana) y a través de mensajes diftindidos por algunas emisoras de radio locales.

El consejero Binns comentaba con humor la salida de los dos buques. "Es la primera vez en la historia de los Estados Unidos que a un cónsul se le pierde un portaviones", dijo refiriéndose a Bestard, que le había preparado para ayer un almuerzo a bordo del Eisenhower.

Binns había llegado a Palma en la noche del jueves para pasar cuatro días visitando la sede de la agencia consular de los Estados Unidos en Mallorca y pasear con Bestard de anfitrión por la isla.

El empeoramiento del tiempo y la salida de los dos buques trastornaron los planes del consejero Binns, que, impasible ante las íncieniencias metereológicas, aseguró: "Mantengo mis planes de jugar al tenis mañana (por hoy)". Binns tenía previsto también entrevistarse con el almirante Franklin, jefe de la Sexta Flota de los Estados Unidos, pero éste hubo de embarcar y partir a bordo del portaviones.

Un caso frecuente

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Para la Security Police, la tarea de recuperar a los marinos dispersos fue complicada, pero no así para Bartolomé Bestard, acostumbrado a resolver estos casos por lo frectientes. Bestard lleva más de 20 años de cónsul en Mallorca y es considerado un auténtico experto en proporcionar toda clase de servicios, acomodos y atenciones a los numerosos contingentes de fuerzas norteamericanas que descansan en la isla a lo largo del año.El cónsul de Estados Unidos explicó a los informadores que, como en esas otras ocasiones, lo primero fue buscar a los marinos en los barrios de bares de alterne, que suelen ser los principales establecimientos visitados por aquéllos,y en los que efectivamente estaba una buena parte de los rezagados.

De esos 130 hombres que no llegaron a tiempo a la lista de emergencia, más de la mitad -unos 80- fue transportada en helicópteros, durante la tarde-noche del jueves y la mañana de ayer viernes, desde el aeropuerto de Son San Juan hasta el portaviones y el destructor para reincorporarse a sus puestos.

Poco más de una docena de ellos, que serán trasladados en las próximas horas, pasaron la noche en un hotel del Paseo Marítimo con caras más felices que las de los hallados a tiempo del embarque. Habían conseguido una noche más de descanso. Los restantes no tuvieron tanta suerte porque se les acomodó en los tres buques que aún permanecen en el puerto, con una dotación total cercana a los 1.000 hombres.

Sólo se registró un incidente, cuando sobre las cuatro de la tarde del jueves, a toda prisa, la policía norteamericana procedía al embarque de marinos.

Uno de ellos, se conoce que afectado por la reducción imprevista de sus vacaciones, emprendió la huida desde la Escala Real -dique de amarre de las lanchas norteamericanas de enlace, frente a la Lonja-, ante la atónita y envidiosa mirada de algunos compañeros. Pero la rápida acción de dos policias frustró su intentó y, esposado, fue subido a una de las lanchas.

"Yo no saber qué pasar"

"Yo no saber qué pasar...", intentaba explicar, destrozando el castellano, un marino, sorprendido por la llamada, que paseaba con su novia mallorquina por una céntrica calle de Palma cuando sus compañeros le dieron el recado. Allí estaba, con su novia, embarcando, al igual que varios más, entretenidos en efusivas despedidas al más puro estilo de las películas de la época de la segunda guerra mundial.Ellos, individualmente, no saben nunca qué pasa o adónde van. Ellos, los marinos norteamericanos que descansan en Palma, tienen misiones muy específicas y sólo conocen sus destinos cuando han llegado a ellos. Y a ellos sólo les preocupa que pase cuanto antes el tiempo de navegación para regresar a Palma y disfrutar de esos cíclicos períodos de descanso y refresco.

Durante sus estancias en Palma de Mallorca los marinos norteamericanos siembran la ciudad de dólares, sobre todo en los establecimientos propios de su condición, se emborrachan pacíficamente y, satisfechas sus acumuladas necesidades más íntimas, retornan contentos. Es decir, dispuestos para la batalla, como buenos patriotas que presumen ser.

Ni siquiera los mallorquines que paseaban por el céntrico Paseo Sagrera a la hora del apresurado embarque mostraron asombro excesivo o inquietud. Sólo, curiosidad, y no mucha, acostumbrados como están a estas visitas habituales.

El cónsul Bestard y el consejero Binns se iban a almorzar tranquilamente a las 14.30 horas de ayer. La anécdota ya había dejado de serlo.

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