Las campañas de ayuda a Etiopía
El problema del hambre en Etiopía no es un asunto baladí. No obstante, al leer lo publicado en diferentes periódicos sobre la ayuda en forma de alimentos donados voluntariamente por la gente, uno, desde Barcelona, quizá podría plantearse lo siguiente:1. La actitud ciudadana ha sido loable. Es fraterno solidarizarse con aquellos en extrema necesidad, pero ¿no existen en Barcelona una infinidad de casos semejantes, si bien en menor escala, que precisan urgentemente de una solidaridad ciudadana que no se produce?
2. ¿No podría realizarse un tipo de colecta similar que paliase en parte la dura suerte que momentáneamente puedan estar viviendo una serie de personas, aquí, en casa, ya sea como grupos familiares o como individuos?
3. Si se pudiera hablar de algún tipo de ética de la cuestión, ¿no sería más correcto ayudar con nuestra humana fraternidad primero a aquellos que tenemos al alcance de la mano, para después, y con la conciencia debidamente en paz, extender los brazos al otro lado del mar? Es teoría, pero, no obstante, hay que recordar la teoría de cuando en cuando para revisar la acción e impedir el desmadre.
4. Es bastante posible que muchos de nuestros conciudadanos hayan pasado unas Navidades en estado de miseria, anímica y económica, y hayan vivido el primer día del año en condiciones similares. ¿Es posible hacer algo respecto a esto? Por supuesto que sí.
Todos sabemos de los problemas técnicos que organizar algo así acarrearía: cómo, a quién cuándo, cuánto, etcétera. Sin embargo, se puede intentar. De la misma forma que el individuo dispone de inteligencia y medios para organizar su vida y la de los suyos, el Estado dispone de otros medios y de otra inteligencia para encaminar las vidas de los suyos y ayudarles cuando esto es necesario. No hace falta enumerar la serie de problemas por los que el país atraviesa actualmente, pero cuando un grupo social es capaz de reunir ayuda cuyo valor asciende a un considerable número de pesetas, eso demuestra que es posible hacer cosas, siempre y cuando exista la voluntad para ello. Tanto da si la ayuda va a China, a Cochinchina o a Zambia, que el problema no es el sitio. Es relativamente fácil compadecerse por Etiopía u otros países aquejados por graves circunstancias, pero ¿no sería más honesto enviar ayuda sabiendo que hemos sido capaces de ayudar primero a aquellos que teníamos al lado y que también lo estaban necesitando?-
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