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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Las superpotencias y su política de rehenes / y 2

El autor se ocupa en esta segunda parte de su artículo de las cifras que desmienten la amenaza soviética, tal como la describe el Gobierno de Estados Unidos, al tiempo que la sitúa como posible en la medida en que se intente arrinconar a ese país y no se abran las puertas a una política de diálogo. Asimismo, se pronuncia en favor del alejamiento de la política de bloques.

Según el Anuario 1984 del Instituto de Investigación de la Paz Internacional (SIPRI), con sede en Estocolmo, el aumento de los gastos militares mundiales de los dos últimos años es muy superior a la tendencia de la última década. La causa se debe al incremento de la inversión norteamericana, que se ha acelerado de forma que, en la posguerra, sólo tiene precedentes en tiempos de guerra real (Corea y Vietnam). El Annual Report del Departamento de Defensa norteamericano para el año fiscal 1985 (presentado al Congreso en febrero) pedía un incremento del 13% sobre 1984; se fija también un aumento del 9,2% para 1986, para pasar luego al 3,4% al año. Un auténtico rearme que afecta a la tríada estratégica (misiles emplazados en tierra, en submarinos y bombarderos). Los gastos militares de la OTAN (siempre según el SIPRI) se incrementaron en un 4% en 1981, en un 6% en 1982 y en un 8% en 1983. Excluyendo a EE UU, el incremento de 1983 sería del 3,3% para Canadá y del 3,9% para Europa. Por vez primera se supera el 3% que se fijó como compromiso en 1978. Si de la parte europea se excluye al Reino Unido, el promedio baja al 1,6%. El total de gastos militares de la OTAN para 1983 sería de unos 307.171 millones de dólares frente a 233.236 en 1976.¿Qué sucede con el gasto militar soviético? Primero, que las cifras oficiales para 1983 son ridículas; es, en rublos, inferior a 1979.. Como eso es lo habitual y no hay datos públicos, se elaboran estimaciones aproximadas. Uno de los métodos de cálculo es el de la CIA, que estima el precio del material bélico ruso como si todo (componentes, salarios ... ) fuera norteamericano. Ridículo cuando se sabe que la paga de un soldado norteamericano es de unos 600 dólares / mes, frente a los seis soviéticos. La propia CIA, empero, ha corregido, en septiembre de 1983, los alarmantes informes que justificaron el rearme norteamericano, cifrando la media de crecimiento desde 1976 en sólo un 2%. El total del gasto del Pacto de Varsovia ha sido, en 1983, de unos 151.130 millones de dólares, frente a 136.618 en 1976. Tal vez sea útil recordar que el Centro para la Información de la Defensa de Washington señala que, del presupuesto norteamericano, sólo un 10% se dedica a la defensa del territorio continental.

Llegados aquí, alguien podría espetamos: pero pese a todo existe una superioridad militar, a nivel general y en el caso específico de Europa. Tampoco en este punto las cosas parecen ser así. En cuanto a las fuerzas nucleares estratégicas, su composición es muy diferente en uno y otro bloque. ¿Qué comparamos, el número de cabezas nucleares, el número de lanzadores, la potencia explosiva, el grado de precisión, el tipo de combustible, el porcentaje de armas emplazado en tierra, mar o aire o el peso útil transportable ... ? Así, el SIPRI 1984 establece superioridad norteamericana en cabezas nucleares (9.665 por 8.880) y rusa en lanzadores (2.484 a 1.854) y potencia explosiva (5.835 megatones por 3.886). La precisión es, empero, claramente favorable a EEUU, así como la vulnerabilidad, puesto que la URSS tiene instalado un 70% de su capacidad nuclear en tierra (ICBM), un 26% en submarinos y un 4% en bombarderos, mientras que el panorama norteamericano es de un 22% en tierra, un 53% en submarinos y un 25% en bombarderos. Un ataque sorpresa norteamericano podría, pues, eliminar gran parte del potencial soviético. Además, los submarinos soviéticos son más vulnerables que los norteamericanos a la guerra antisubmarina y la URSS sólo mantiene permanentemente en el mar entre un 15% y un 20% de su fuerza submarina (la cifra norteamericana es de un 50%) (SIPRI 1983). En cuanto al potencial naval, innumerables declaraciones de altos mandos norteamericanos han manifestado la superioridad norteamericana, aunque con la inquietud de constatar cierta reducción. Nadie de buena fe puede negar que la práctica totalidad de expertos occidentales admiten la existencia de una grave, disimetría a escala mundial, desfavorable a la URSS. Así, Joseph Luns (ex secretario general de la OTAN), criticando implícitamente el panfleto de Caspar Weinberger Soviet Military Power (1981), tuvo que decir que "las elaboraciones públicas de la amenaza militar soviética no han de presentarse sólo en términos fácticos, sino que han de insertarse claramente en el contexto de las fuerzas propias de la OTAN, que son de cualquier manera considerables". En particular si, como denunció el socialdemócrata alemán C. Krause, se compara el número de divisiones sin especificar que las de los países de la OTAN suelen contar con unos 6.000 hombres más. Nuevamente, lo indiscutible es la monstruosa capacidad de exterminio acumulada por ambas potencias, que nunca antes había estado tan cerca de la paridad.

Llegamos por último a la situación europea, fiel reflejo de la general. En cuanto a las fuerzas convencionales estacionadas en Europa, una simple comparación de Military Balance de 1971-1972 y del de 1981-1982 (publicados por el grupo occidental Instituto de Estudios Estratégicos de Londres) permite comprobar que la superioridad soviética no es tan abrumadora. La ventaja del Pacto de Varsovia en efectivos humanos en 1971-1972 se ha invertido en 1981 -1982; la superioridad en tanques, cifrada en una proporción de 2,8 (P. V.) a 1 (OTAN) en 1971-1972, ha pasado a ser de 1,54 (P. V.) a 1 (eso sin hablar de la mayor eficacia de los tanques occidentales o de la abrumadora superioridad en armas antitanque de la OTAN). En cuanto a la aviación, la proporción era en 1971-1972 de 1,88 (P. V.) a 1 (OTAN); en 1981-1982 ha pasado a ser de 1,35 (P. V.) a 1 (OTAN). En opinión de J. Maloney (director de Sistemas Armamentistas del Ejército norteamericano), "en Europa quizá se necesite una proporción de fuerzas cuatro o cinco a una para poder atacar. Para defenderse se requieren menos fuerzas, porque uno puede atrincherarse, porque se controla el terreno, y se elige territorio a defender". De ahí se deduciría la imposibilidad de lanzar un ataque convencional con probabilidades altas de éxito.

El gigante de barro

Respecto de las fuerzas nucleares en Europa, en especial las armas nucleares de teatro, la falta de simetría de ambos bloques hace que sea posible escoger alternativamente categorías de armas en que un lado es superior al otro. En cuanto a misiles de emplazamiento terrestre, la superioridad del Pacto de Varsovia es obvia y desde hace 20 años; el panorama cambiaría de considerar las armas tácticas (de corto radio de acción) y los misiles lanzables desde submarinos o aviones. Las cifras globales dan cierta superioridad en número de ojivas a la OTAN.

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Pero, ¿sirve de algo todo este contar y recontar armas? Hay que recordar que menos de 1.000 armas nucleares podrían devastar Europa, y que hay más de 10.000. Que no exista, si se es objetivo, amenaza soviética en el sentido de Weinberger, que no haya peligro inmediato de invasión, no significa que la actitud de la URSS sea racional, o que su actitud no entrañe peligro para Europa y para la totalidad del planeta. Se ha sugerido varias veces (Michel Klare, Mary Kalder, G. Kennan) que el carácter de "gigante de barro" de la URSS, su inestabilidad política y económica podrían constituir la auténtica amenaza soviética. Antes de que cualquier avispado seguidor de Weinberger concluya que, de cualquier forma, existe amenaza soviética y hay que contrarrestarla, sería bueno que (siguiendo el ejemplo de G. Kennan) completara el razonamiento: si el peligro viene de la debilidad, habrá que evitar ponerla contra las cuerdas. No parece ser ése el camino seguido por los actuales dirigentes norteamericanos.

El continente europeo sigue estando en serio peligro, puesto que continua sometido al chantaje de las superpotencias. Ese peligro arranca de las doctrinas nucleares del Este y del Oeste, pero también de las nuevas concepciones de la guerra convencional, que aprovechan las enormes posibilidades de las tecnologías emergentes. El deep strike (ataque en profundidad) occidental, los grupos de maniobras operativas soviéticas, la doctrina de la airland battle (nueva doctrina norteamericana que pone el énfasis en los factores ofensivos, y la integración de la guerra nuclear, química, convencional y electrónica), están diluyendo las fronteras entre armas convencionales y nucleares. Estos nuevos conceptos siguen reflejando la estructura en lo esencial simétrica y autogenerativa de la carrera de armamentos, la doble tenaza que aprisiona la voluntad de los pueblos de Europa y que sirve de paso para controlar a los aliados. Pese al rearme incesante, los europeos se sienten inseguros, aunque la posibilidad de invasión soviética inmediata no parezca creíble. El problema tal vez resida en el propio concepto de seguridad que se maneja. Cada vez son más los que entienden la seguridad como alejamiento de los bloques, como neutralidad. Nadie puede sentirse seguro mientras se sabe prisionero.

Rafael Grasa es miembro del colectivo editor de la revista Mientras Tanto y redactor de la publicación pacifista En Peu de Pau.

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