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Tribuna:La trágica muerte del torero
Tribuna
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Un dramático paralelismo con Manolete

, .Siempre que se ha muerto un matador de toros en las últimas; décadas a veces incluso cuando un diestro popular recibe una herida muy grave se ha hablado de la cornada de Manolete. La muerte del monstruo cordobés, el 28 de agosto de 1947 en Linares, ha pasado a la mitología taurina e incluso en nuestros días muchas personas que nunca han presenciado un festejo la tienen como símbolo de la tragedia y la grandeza de la fiesta. Pero por muy tópico que pueda parecer, hay un trágico paralelismo entre la muerte de Manolete y la de Paquirri.

Las dos cornadas se produjeron casi a final de temporada, cuando los toreros están cansados, atorados, pendientes del descanso invernal o de las ganancias en plazas de ultramar. A Manolete le quedaban pocas fechas por ajustar en aquella temporada de 1947; la corrida de Paquirri en Pozoblanco iba a ser la última de esta campaña. También en los dos casos los matadores estaban cerca de la retirada. Manolete había dicho repetidamente que 1947 iba a ser su última temporada. Igualmente, Paquirri había declarado que quería marcharse en 1986, a los 21años de haber tomado la alternativa.

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Las dos muertes sobrevinieron en pueblos del sur en ferias, cuando muchos matadores se hubieran reservado. Pero Manolete y Paquirri -andaluces los dos- se entregaban totalmente a la diversión. de estos públicos. El pundonor del cordobés era legendario: tanto en Madrid como en Aldeaperdida del Valle, siempre lo daba todo; fue cogido precisamente por recrearse en la suerte de matar. Paquirri también era un torero tremendamente honrado, y testigos cuentan que en Pozoblanco estaba toreando a gusto, entregado, que es como se hace el buen toreo. Los dos diestros fueron víctimas de deficientes facultades sanitarias. En la escasez de 1947, la enfermería de Linares simplemente no podía atender adecuadamerite una cornada tan seria. Y 37 años más tarde, a pesar de la prosperidad y los enormes avances científicas, parece que tampoco lo era la de Pozoblanco. Siempre los coletudos han dicho que si se les va a pegar fuerte un toro que sea en Madrid, Sevilla, Bilbao...

Una vez dentro de estas dos enfermerías pueblerinas, vino el barullo. Cuentan que lo de Linares fue de una cuadro de Solana: un calor sofocante, la sangre que empapa un colchón y llega en lento goteo hasta el suelo, la pálida cara del diestro que agoniza...Lo de Pozoblanco, grabado por las últimas técnicas audíovisuales, es un documento espeluznante, y quien lo haya visto en televisión soñará con él en las próximas noches: las tijeras que cortan la taleguilla para descubrir. una cornada de caballo, veinte curiosos que gritan en tonos más propios de una taberna que de una sala de operaciones, un matador que mantiene la calma e intenta tranquilizar a los demás. En los dos casos se ha especulado -y se especulará eternamente- sobre si el torero hubiera podido sobrevivir en circunstancias distintas. Lo que no admite especulación es el enorme hueco que han causado estas dos muertes. Manolete era el amo de la fiesta de su época y Paquirri era el matador más popular de la suya: su vida se contaba cada semana en las revistas del corazón. En las últimas temporadas de Manolete los públicos le cantaban que no era capaz de matar una cucaracha en un retrete; últimamente se censuraba una cierta falta de entrega de Paquirri con referencias a su famosa segunda esposa. Dicen que es un rasgo nacional erigir ídolos para luego derribarlos. Ahora se ha muerto uno de estos ídolos, pero con su muerte ha pasado a la mitología de una fiesta también llamada nacional.

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