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Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna

Buena actuación de Jordi Llopart y Manuel Alcalde

ENVIADO ESPECIAL, Jordi Llopart no estaba enterrado. Después de cuatro años de dudas, de fracasos, de abandonos, de haber sido el segundo de Marín, ha recuperado la confianza. No siempre una victoria significa el éxito. Llopart fue el séptimo. Ni siquiera consiguió el diploma olímpico. Pero él ya no tiene nada que demostrar. Ha sido el mejor y vuelve a estar entre los mejores. En la final de 50 kilómetros marcha de ayer, con un calor superior a los 35 grados, estuvo hundido y fue capaz de remontar. Volvió a coger confianza en sí mismo. El problema del ácido úrico ya ha desaparecido. Ahora promete nuevos triunfos. Sólo le faltaba creer que está en condición de lograrlos. A partir de ahora, el subcampeón olímpico de Moscú no volverá a renunciar a ningún podio. Manuel Alcalde también tuvo una excelente actuación. Fue noveno. Igualmente celebró su llegada como si hubiera triunfado.

El mejor, una vez más, fue Raúl González, subeampeón olímpico de los 20 kilómetros; segundo fue el sueco Bo Gustavson, que fue descalificado en Atenas. Ayer fueron descalificados el mexicano Bermúdez, que iba segundo, y el italiano Damilano.Lo de ayer fue una prueba de fuego que había aceptado Llopart. De la cumbre había pasado a la nada. No es que le hubieran eclipsado los éxitos de José Marín, que ayer no salió por su fractura de costilla. El ácido úrico era el que le había hundido. Él, que jamás había abandonado, comenzó a conocer el sabor del fracaso: Copa del Mundo, Europeos de Atenas, Mundiales de Helsinki. Le daban por muerto. Ya pocos creían en él La raza de Llopart no le permitió dejar el atletismo sin demostrar que estaban equivocados. Que él seguía siendo el mismo de antes, que era un problema físico el que le había apartado de las medallas en cuantas competiciones había participiado últimamente. Sólo Juan Manuel de Hoz creía en él. Y el presidente de la Federación Española de Atletismo, Junto con Emilio Cea, tesorero, fueron los únicos directivos de la delegación olímpica española que ayer celebraron en el estadio la llegada de Llopart: "Jordi, fenómeno, has demostrado a los que te han querido enterrar antes de tiempo, que todavía estás vivo".

Llopart hizo ayer una carrera de menos a más. Salieron 34 marchadores. El calor comenzaba a ser fuerte cuando se inició la prueba a las 8.00 de la mañana en Los Ángeles. Llopart inició la prueba muy tenso. No había flexibilidad en su caminar. "Debía ser la responsabilidad, que sin quererlo, te atenaza". Los primeros 20 kilómetros no los anduvo bien. Iba en 131 posición. El ritmo de los machadores que iban en cabeza era infernal. Llopart pensó que forzar la marcha era una locura. Su experiencia le aconsejó, cuando comenzó a sentir las piernas más sueltas, no aumentar demasiado el ritmo.

En el circuito veía a hombres por delante de él que estaban haciendo las mejores marcas de su vida en los tiempos parciales. Además, le faltaba la confianza de no haber conseguido ningún éxito en los últimos cuatro años. Él solo quería confirmar que su organismo se encontraba dispuesto a rendir como antes en próximas competiciones. Y esperó. Los demás fueron cayendo. Llopart acabó séptimo. En su remontada, superó incluso al mexicano Ernesto Canto, actual campeón mundial de 20 kilómetros. También lo hizo Manuel Alcalde, que siguió la misma táctica que Llopart, actuando con inteligencia, aunque desde posiciones ligeramente más retrasadas porque es consciente de sus limitaciones ante auténticas figuras mundiales. A partir de ahora tendrá que olvidarlas. Se está convirtiendo en un machador de excepcionales condiciones, capaz de relevar en un futuro a Marín y Llopart e incluso, a corto plazo, de compartir los triunfos.

La marca de los marchadores españoles fue superior a las cuatro horas. Realmente no están acostumbrados a que una final les dure tanto tiempo. Las condiciones metereológicas les obligaron a acomodar,el ritmo a lo que el organísmo era capaz de resistir. El calor fue tan elevado que los marchadores consiguieron de los jueces que no hubiera límite en el avituallamiento. El reglamento ordena que los puestos de agua estén situados cada cinco kilómetros.

Jueces comprensivos

Los jueces comprendieron que, con tal temperatura, había un serio riesgo de deshidratación entre los participantes. No solo permitieron que bebieran cuando ellos querían, sino que pusieron duchas en el circuito, y numerosos puestos de esponjas y de hielo. "Fue lo que nos salvó", comentó Llopart, "de no haber sido así no hubiera sido una final de 50 kilómetros, hubiera sido una prueba en la que se quería poner a prueba los límites del hombre. Muy pocos hubiesen podido llegar a la meta.

Jordi Llopart tiene actualmente 32 años y es dos más joven que Marín y cinco mayor que Alcalde. De ahí su confianza en recuperar todavía la hegemonía mundial que mantuvo entre 1978 y 1980. Dentro de dos años, en los campeonatos mundiales que se celebrarán en Roma, quiere desquitarse de su pasada experiencia en los que se celebraron en Helsinki.

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