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Reportaje:Preparativos de los juegos de los Ángeles

Coe y Ovett, los 'padres' de 12 récords mundiales

Soledad Gallego-Díaz

Steve Ovett y Sebastian Coe suponen la edad de oro del atletismo británico. Entre los dos han roto las marcas del mundo de 800, 1.500 y una milla en 12 ocasiones, han conseguido medallas olímpicas en Moscú y han subido el listón en prácticamente todas las pruebas desde mediados de los setenta. Ninguno de los dos está ahora en su mejor momento (Coe, sobre todo), pero en Los Ángeles seguirán siendo el hombre a batir en las dos pruebas de medio fondo: 800 y 1.500 metros. Volverán a encontrarse tras cuatro años. En los Juegos de Moscú, Ovett venció en 800 ante Coe, y éste se tomó la revancha en 1.500.

Los dos atletas tienen una personalidad muy diferente, pero su historia no se entiende si no es uno con el otro. Algunos críticos estiman, por ejemplo, que Coe ha sido responsable de la mayoría de los triunfos de Ovett aunque curiosamente ambos corredores sólo se han enfrentado tres veces: en Praga, en una carrera de 800 metros que ganó Ovett, y en Moscú, donde ambos intentaron un doble triunfo. En 800 metros Steve fue medalla de oro y Coe, de plata, y en 1.500 metros se invirtieron los papeles. Coe logró el oro y Ovett se tuvo que conformar con el bronce. Las dos carreras fueron dignas de Carros de fuego, la película británica que contó la historia de Harold Abrahams, medalla de oro en los Juegos de París, en 1924. ¿Por qué, entonces, Coe es responsable de los triunfos de su colega? Porque al romper una y otra vez las marcas mundiales, no en competición, sino contra reloj, Sebastian excitaba el agresivo carácter de Ovett, que acudía a las pistas de atletismo obsesionado con la idea de batir las marcas de su compatriota. El resultado de este enfrentamiento era una lluvia de medallas para Steve Ovett. Curiosamente, Coe, que ha batido más marcas, tiene menos triunfos, tal vez porque ha competido mucho menos. Ovett afirma que lo único que le importa es ganar en la pista, al margen del tiempo que consiga. Por eso es mucho más fácil verle en los estadios que a Sebastian, perseguido, además, por una continua mala suerte. Cada vez que se aproximaba un campeonato importante, Coe enfermaba.

La estrella de Sebastian

Con todo, Sebastian Coe está considerado como uno de los atletas más importantes de la historia. Su marca mundial en 800 metros (1.41.73), lograda en 1981, es una de las más espectaculares de los últimos 50 años. Coe redujo la marca anterior en nada menos que un segundo 71 décimas. Coe nació en Londres el 29 de septiembre de 1956. Es casi exactamente un año más joven que Ovett, que nació, en Brighton, en octubre de 1955. Es también más bajo y más ligero de peso: 1,77 metros y 56 kilos, frente a 1,83 metros y 70 kilos de peso de Ovett. Sebastian comenzó como sprinter en sus años escolares, pero a los 16 se pasó a distancias más largas. Su primer título importante lo obtuvo en San Sebastián, corriendo 800 metros en un campeonato en pista cubierta.

Su año loco fue 1979. Entrenado por su padre, Peter Coe, que le somete a una presión enorme y que considera los fracasos de su hijo como derrotas personales, Sebastian realizó una auténtica proeza: rompió las marcas de la milla, 800 y 1.500 metros en el breve espacio de 41 días. Era el primer hombre en la historia que acumulaba las tres marcas. Los británicos estaban enloquecidos con él, pese a que ninguna de las tres marcas llevó aparejada medalla de oro. A nivel mundial Coe acudió a las Olimpiadas de 1980, en Moscú, como el gran favorito en 800 metros, muy por encima de Ovett, que logró a duras penas su inclusión en la misma distancia porque el Comité Olímpico Británico quería relegarle sólo a los 1.500 metros. Curiosamente Coe hizo una de las peores carreras de su vida desde el punto de vista táctico. Corrió, según los expertos, de forma ingenua y cometiendo errores de principiante. Sólo su extraordinaria condición de atleta y sus facultades de sprinter le permitieron corregir en el último momento el desastre y situarse segundo, detrás de su sombra, Steve Ovett.

Sebastian estaba tan disgustado que se temió que se retirara de la carrera de 1.500 metros. No fue así. Bien al contrario, logró su revancha y le arrebató el oro al favorito. Ovett llegó tercero. Todas las televisiones del mundo recogieron cómo Sebastián Coe se arrodillaba en el tartán y besaba emocionado el suelo del estadio Lenin. Había logrado despistar a su enconada mala suerte y llevarse al menos una de las ansiadas medallas de oro.

El año siguiente pareció confirmar el buen momento de Coe, que rompió la marca de la milla dos veces en nueve días. La primera vez en Zurich, con 3.48.53, y después en Bruselas, con 3.47.33. Entremedias, Steve Ovett había logrado una primera mejor marca, que no le duró ni siete días.

Steve, sin problemas

Todo parecía ir bien cuando la mala suerte volvió a golpearle: a principios de 1982 sufrió una pequeña fractura, provocada, según los médicos, por cansancio y agotamiento. Logró recuperarse para los campeonatos europeos de Atenas, pero sólo para fracasar estrepitosamente. Coe estaba roto, agotado y enfermo. Padecía una extraña fiebre glandular y estaba completamente desmoralizado. Empezó entonces un largo peregrinar por las mejores clínicas y médicos de Europa. Sebastian confesó públicamente que estaba dispuesto a abandonar el atletismo. Sin embargo, los cuidados médicos y la perseverancia de su padre, dedicado en cuerpo y alma al atleta, le permitieron volver a las pistas y cosechar nuevas marcas. Poco antes de los mundiales de Helsinki la fiebre reapareció y Coe tuvo que retirarse. "Sólo espero que no me suceda lo mismo en Los Ángeles", dice Sebastian cruzando los dedos. Su preparación física parece estar otra vez a punto. "Si voy a los Juegos es porque creo que puedo ganar una medalla. Los periodistas no se dan cuenta de que estoy sometido a una terrible presión, pero que soy yo quien más ansias tiene de ganar". Algunos comentaristas temen que la fiebre glandular tenga un origen más psicosomático que vírico.

Steve Ovett, por el contrario, no tiene problemas psíquicos. Es una máquina de correr y de pelear que sufrió también la obsesiva presencia de sus padres, pero que logró independizarse aun a costa de un sonado escándalo aireado por los periódicos. "Me gusta ganar, llegar el primero, dejar a otros hombres detrás de mí. Es lo que más me importa", explica. Su carrera estuvo a punto de terminar bruscamente en 1981. Cuando se entrenaba cerca de su casa de campo se estrelló contra la verja de una iglesia y se le incrustaron varios pinchos en un muslo. Cabezota, agresivo y peleón, Ovett logró recuperarse a tiempo de los mundiales de Helsinki, donde, sin embargo, no hizo un gran papel.

Steve Ovett es el típico corredor que provoca el infarto a sus seguidores. Siempre quiere estar en la pista, aunque tenga más posibilidades de perder que de ganar. Disfruta corriendo. En Los Ángeles hubiera querido participar en las dos distancias, 800 y 1.500 metros, pero ha sido seleccionado sólo para la primera, en la que sigue ostentando el récord mundial.

Perseguido siempre por la figura de Coe -más frágil y más rápido contra reloj-, Steve Ovett hubiera querido competir más veces con él. De hecho, fue uno de los principales animadores de una iniciativa en 1982 para encontrarse en una serie de tres carreras, pero su accidente y la mala racha de Coe la hicieron imposible.

"Nuestra rivalidad", afirma Ovett, "es un producto de la Prensa. No se puede hablar de rivales que no se encuentran nunca en las pistas". Ovett afirma que ni él ni Coe están acabados. "Los dos podemos obtener medallas en Los Angeles". De hecho, el año pasado, Steve fue capaz de mejorar la marca de 1.500 metros (3.30.77), escasamente una semana después de que se lo hubiera arrebatado el norteamericano Sydney Maree (3.31.24).

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