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Ricardo Alvarez Graz

Rescatado seis horas después del amerizaje forzoso en aguas canarias de la avioneta que pilotaba

Ricardo Álvarez Graz, alicantino, de 35 años de edad, logró sobrevivir cuando, al viajar de Tenerife a Lanzarote el pasado miércoles, se vio obligado, al quedarse sin combustible, a amerizar con su avioneta a 32 millas antes de llegar a su punto de destino. Su acompañante, Carlo Moli, de 43 años y propietario de un restaurante cercano al aeropuerto de Arrecife (Lanzarote), casado con una periodista de su misma nacionalidad y padre de tres hijos, falleció en el accidente. "¿A dónde vas, Ricardo, con este viento?". "A Tenerife. Carlo está empeñado en ver una exposición de coches antiguos". "Déjalo para otro día". "No; de todas formas, vamos a ir". En el aeropuerto de Lanzarote, donde ambos trabajan Cipriano Acosta, ingeniero aeronáutico, preguntó en la mañana del miércoles, algo extrañado, a su amigo Ricardo Alvarez Graz, oficial de tráfico aéreo, la razón del viaje que iba a emprender junto al italiano Carlo Moli en la única avioneta que posee el Club de Deporte-Aéreo de la isla, ya que el estado del tiempo no lo aconsejaba, si bien el piloto reconoce ahora, -al recordar aquel diálogo, que, a pesar de todo, en esa circunstancia se puede volar con normalidad. Ambos hicieron el viaje de ida Lanzarote-Tenerife, pero a la tarde, en el regreso, les sobrevendría el accidente.Vestido con un mono azul que le habían proporcionado en el barco que lo rescató, Ricardo Álvarez Graz, el joven aviador que el pasado miércoles tuvo que realizar un amerizaje de emergencia a 32 millas al oeste de la isla de Lanzarote, volvía a encontrarse, a la mañana siguiente del siniestro, con sus compañeros de trabajo en el aeropuerto de Lanzarote. Tenía buen aspecto, a pesar de que había pasado más de seis horas luchando contra las olas y el frío en pleno océano Atlántico antes de ser localizado, en la madrugada del jueves, por el mercante francés Narval, que cubría el trayecto Casablanca-Las Palmas. No quiso ingerir nada, porque todo lo vomitaba a causa de la cantidad de agua salada que había tragado la noche anterior. Su cuerpo delgado y alto era el de un resucitado.

"Me salvé de milagro"

"Me salvé de milagro", dijo en el Puerto de la Luz (Gran Canaria), al desembarcar del Narval. La aventura habría tenido en sus labios un relato más apasionante y menos doloroso si no hubiera perdido la vida su buen amigo Carlo. Eran las 20 horas del miércoles. "Ya sabíamos que no llegábamos". Los dos depósitos de la avioneta Tobaco L-1, matrícula EC-DQF, de fabricación francesa, se habían agotado, tal como señalaban en el marcador los indicativos del nivel de combustible. El amerizaje fue duro, pero no muy violento, "pues, como se ve, no tengo ni siquiera un rasguño". Lo habían previsto todo con tiempo suficiente, desde que, a la altura de la isla de Fuerteventura, comprendieron que el viento de cara les había roto los cálculos. Cuando despegaron -una hora antes- del aeropuerto TenerifeSur contaban con el combustible exacto para el viaje. Ricardo lo había consultado con un compañero del aeropuerto de Lanzarote. No había gasolina 100 L, especial para este tipo de avionetas, en el aeropuerto tinerfeño y se arriesgaron a viajar.La avioneta estaba provista de todos los medios para sobrevivir en un caso como éste: balsa, radiobaliza, alimentos, etcétera. Ambos se colocaron el chaleco salvavidas, intercambiaron algunas palabras y esperaron el impacto. Ricardo tuvo suerte al salir despedido hacia el portaequipajes; dio una patada a la pequeña puerta lateral de 50 X 70 centímetros de dicho compartimento y se enfrentó con un mar embravecido.

Carlo Moli no logró abrir la puerta de la cabina. Quizá sufrió un golpe y quedó inconsciente. Su amigo, desde el exterior, intento ayudarle en vano. Se sumergió en el mar con la avioneta en pocos segundos.

Olas de dos pisos

Ricardo Álvarez Graz es buen aficionado al wind-surfing. No deben asustarle las olas, pero nunca había tenido que luchar contra un mar tan furioso. Durante seis interminables horas nadó y nadó desesperadamente, sin rumbo fijo, "contra olas de hasta dos pisos de altura", según sus palabras. Vio pasar sobre su cabeza dos aviones de Iberia y otros dos aparatos enviados por el Servicio Aéreo de Rescate para buscarle. Cuando las tareas de localización habían sido suspendidas lo encontró de madrugada el barco francés. Aún tardó una hora en subir a bordo. Tenía rígidos sus músculos."Quédate en Las Palinas", le había dicho un amigo al que llamó en Lanzarote la tarde del miércoles, antes de emprender el regreso. Pero no le hizo caso ya que había posibilidades técnicas para volar.

Ricardo Álvarez está casado pero vive actualmente solo. Había estado trabajando hace muchos años en el aeropuerto de Lanzarote. Luego pasó al de Ibiza, y en 1981 regresó a Canarias. El jueves se encerró y no habló con nadie. Había vuelto a nacer.

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