_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La política exterior socialista / 1

El autor procede a la elaboración no sólo de una posible alternativa a nuestra política exterior, sino también, como paso previo, examina lo realizado hasta ahora en esa esfera por el Gobierno socialista. En este planteamiento, junto al funcionamiento de las instituciones responsables, se enumeran los cambios realizados por esta nueva Administración, y también los actores y factores que facilitan o dificultan actualmente la transformación de la acción exterior de España.

Dieciocho meses no parece un período desmesurado de tiempo para intentar un análisis de la política exterior del Gobierno socialista. Examen al que deben preceder tres observaciones. Una: las dificultades con que tropieza el cambio en una materia, la internacional, que, por su propia entidad, tiende a la estabilidad repetitiva. Dos: el efecto multiplicador que toda acción exterior tiene sobre la opinión pública. Tres: el voto socialista, en octubre de 1982, también aspiraba al cambio en nuestra política internacional.Una primera reflexión pertinente conduce a la figura del titular de Asuntos Exteriores. No son argumentos aceptables los alusivos a su carácter difícil, ni tampoco aquellos que mencionan la necesidad de un pararrayos que deje incólumes de críticas a sus compañeros de Gabinete. Las causas de los ataques son más reales. Morán es un intelectual con una idea clara de lo que puede ser una política exterior de izquierdas para España. Las críticas, por tanto, apuntan no a su figura, sino a su pensamiento: europeísmo, antiatlantismo, neutralidad comprometida y, contenido cultural de la acción exterior. Ideas difícilmente aceptables por los partidos de la derecha.

Reflexión que conduce a otra interrogante. ¿Cuáles son los centros de decisión en política exterior? La opinión puede ser víctima de cierta perplejidad ante la magnitud de los protagonistas: la Moncloa, Santa Cruz, Secretaría de Estado para las Relaciones con las Comunidades, Comisión de Relaciones Internacionales del PSOE, etcétera. Sin hablar de la, a veces, detectable falta de coordinación entre distintos departamentos ministeriales. En nuestra opinión, quizá demasiado tradicional, la responsabilidad en la decisión corresponde colectivamente a todo el Gabinete, donde no pueden tolerarse posturas discrepantes, y su ejecución al titular de Exteriores; bien entendido que tanto la ejecución como la exposición a la opinión corresponden en exclusiva al presidente del Gobierno y al ministro del ramo. Si esta opinión no fuese correcta, urgiría una remodelación del organigrama del Ministerio de Exteriores. En este planteamiento tampoco puede ignorarse la íntima relación partido-Gobierno y el compromiso que éste tiene no sólo de respetar, sino también, en la medida de lo posible, de ejecutar las resoluciones en vigor aprobadas por los congresos del partido.

Con el planteamiento anterior, nada teórico, puede descenderse a una apreciación más directa de la política exterior del Gobierno socialista. Por fin se acometió francamente el tema pendiente, desde los tiempos del franquismo y UCD, de nuestra adhesión a la CEE. Nadie desconoce ya el duro proceso de adaptación que habremos de sufrir hasta llegar a la meta fijada; la rigidez de la negociación que la Comunidad nos impone. Hoy día, la opinión española sabe que se trata de una operación de precio muy elevado. Nuestros negociadores en Bruselas están haciendo gala de la combinación oportuna de flexibilidad y defensa de los intereses nacional es. La adhesión debe lograrse, pero como se ha prometido, no a cualquier precio.

De Latinoamérica a África

En Latinoamérica se está alcanzando un cambio de imagen que deja atrás decididamente el recuerdo nefasto de la España francoimperialista. Es parcela en la que tiene puestas todas sus preferencias Felipe González. Su actuación, junto al grupo de Contadora, es digna de encomio, así como el apoyo decidido a todos los procesos de democratización en marcha. Democracia que en Latinoamérica pasa por la superación de la violencia, de la injusticia, de la miseria y el subdesarrollo. Realidades que han de estar muy presentes en el horizonte del quinto centenario y que, por cierto, ya ha provocado alguna estúpida tormenta doméstica. En modo alguno debe caerse en el tópico de los fastos colombinos. El quinto centenario sólo puede ser un aniversario de anticipación, un proyecto de futuro. La historia ya está bien acomodada en los anaqueles de las bibliotecas. No sería malo pensar en la financiación de proyectos de cooperación, de donación de instalaciones médico-sanitarias y de centros escolares, de programación de investigaciones para el desarrollo. No permitamos que, una vez más, recorra Latinoamérica el fantasma de los coros y danzas.En otro de nuestros frentes tradicionales, Oriente Próximo, se han observado orientaciones de cierta novedad en la línea de fortalecimiento de las relaciones con los países árabes; donde no debe olvidarse que, políticamente, Egipto es y será el país clave. Está pendiente el contencioso de nuestras relaciones con Israel, Estado del que, se dice, ya sólo nos falta su bandera en Madrid. La postura oficial es impecable: se trata de un asunto que corresponde exclusivamente a la competencia del Gobierno español, y son inaceptables todas injerencias o presiones en uno u otro sentido. Se añade, recientemente, que tal acontecimiento, el intercambio de embajadores, se producirá cuando nuestra presencia sea un factor positivo en el proceso de pacificación. Antes se mencionaban dos condiciones que ahora han desaparecido: la devolución por Israel de. los territorios ocupados en junio de 1967 y el reconocimiento al pueblo palestino del derecho a la libre determinación. Parece queen este campo se está procediendo a un sutil y discutible cambio de planteamientos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Frente al Magreb, nuestras relaciones con Marruecos siguen el proceloso avatar de la tormenta o del conflicto mal contenido. Parece como si aún fuésemos los rehenes de Rabat. Incluso del ineludible deber de no injerencia en los asuntos internos de otro Estado hemos pasado a las declaraciones de apoyo al actual sistema político marroquí; paso que nunca debiera haberse dado, aun con el riesgo de ser superados en este aspecto por París. Por otra parte, también se registra un cierto retroceso: el reciente acuerdo pesquero hispano-marroquí, mediante la introducción de las famosas ventanas de seguridad, supone el reconocimiento indirecto de competencias soberanas de Marruecos en aguas saharauis. En escalada lógica, esta actuación lleva implícito el distanciamiento con respecto al Frente Polisario. Ya no se habla, para qué, de la denuncia de los acuerdos de Madrid, ni mucho menos del reconocimiento de la RASD. En el pasivo español queda pendiente de cumplimiento el deber que le incumbía de llevar a buen término el proceso descolonizador del Sáhara. Si todo lo anterior es correcto, debe admitirse que, definitivamente, nos hemos alineado con las tesis de Rabat.

Países vecinos

En el marco de nuestras relaciones bilaterales con algunos países de Europa occidental destaca el enfriamiento entre Madrid y París. No ha faltado, ni mucho menos, en este campo la voluntad española para articular nuestras relaciones sobre bases absolutamente nuevas. Pese a las críticas recibidas, frente a incidentes lamentables, contra nacionalismos trasnochados, debe proseguirse la vía de cambio iniciada. Por suerte o por desgracia, la geografía es inmutable: Francia seguirá siendo "el país vecino", del que hemos recibido una profunda influencia cultural y política y con el que nos unen unas excelentes relaciones comerciales. No ocurre otro tanto con Portugal; poco hemos progresado, y las desconfianzas". más soterradas, todavía subsisten. Portugueses y españoles seguimos viviendo de espaldas. El Reino Unido, al que en desgraciada ocasión también se calificó de vecino, quizá por el perenne azar gibraltareño, no ha ofrecido contraprestación alguna tras la apertura de la verja. No sería inoportuno, cuando surjan clamores irredentistas, recordar el episodio de las Malvinas; donde, por cierto, un traspiés lamentable tuvo que ser rectificado desde las más altas instancias del Estado.No se han registrado progresos espectaculares, tampoco eran de esperar, en nuestras relaciones con los países socialistas. En el plano cultural hay mucho por hacer. En el diplomático, posiblemente pudo haberse sacado más provecho de nuestra gestión en la reunión de Madrid de la CSCE. En lo político, quizá fuese oportuna una más amplia información de los proyectos de desnuclearización en los Balcanes, por utópicos que puedan parecer.

Se ratificó apresuradamente el acuerdo con Estados Unidos, firmado por el Gobierno de UCD. Hasta ahora no se han materializado los beneficios que en aquel momento se anunciaron gracias a las modificaciones introducidas.

El episodio aún reciente de la fallida venta del Aviocar ilustra sobradamente acerca de la inalterabilidad de nuestras relaciones profundas con Washington.

Rosa Mesa es catedrático de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_