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'Teledeum': la Iglesia según AIbert Boadella

El pasado lunes se estrenó en el Aula de Cultura de Alicante -estreno mundial- Teledeum, la última producción del grupo catalán Els Joglars. Dicho estreno ha sido programado por la Asociación Independiente de Teatro de Alicante, con la que Els Joglars mantiene una relación de estrecha amistad desde hace 13 años. El Aula de Cultura estaba llena a rebosar -había incluso público en pie-, y la acogida que se dispensó al espectáculo fue calurosa. El público de la asociación alicantina es un público sabio, que hila muy fino y no se entrega así como así.

Teledeum había llegado a Alicante rodeado de cierta notoriedad. Según el diario Información del martes 6 de diciembre, Teledeum iba precedido "de un gran escándalo en la Prensa catalana". Al parecer, ese "gran escándalo'" se reduce al editorial de El Noticiero Universal del 17 de noviembre. de 1983, del que ya dimos cuenta en este periódico (véase EL PAÍS, 3 de diciembre de 1983). Tal y como había anunciado el propio Albert Boadella, director de Els Joglars, Teledeum es "una comedieta de sotanas y casullas" y poca cosa más. Quienes pretendan ver en él un "contenido antirreligioso" -para citar la frase textual del editorial de El Noticiero- se equi.vocan, aunque, claro, doctores tiene la Iglesia... Teledéum es, a lo sumo, una comedieta irreverente; es decir, una comedieta en la que se falta a la reverencia o al respeto debido a las sotanas y casullas. La Iglesia de la que se burla Teledéum es una Iglesia de sainete, preocupada por los mass media, el marketing y el new look del ritual. Lo ritual, lo litúrgico, eso es lo que atrae a Boadella -lógico, ya que se trata de un colega: el teatro es también rito-, antes que el dogma y la empanada teológica. La Igle-sia de Boadella es una multinacional, de ahí esa concelebración ecuménica que se da en Teledeum. Y encima, televisada: teledeum.

Un momento fuerte

Nueve personajes en escena durante hora y media: un calvinista francés (Jesús Agelet), un testigo de Jehová belga (Pep Armengol), un mormón alemán (Gilbert Bosch), un anglicano británico (Jaume Collel), una católica disidente -cismática- norteamericana (Clara del Ruste), un católico integrista -cardenal italiano (Ramón Fontserè), una monja católica valenciana (Maribel Rocatti), un evangelista norteamericano (Santi Ibáñez) y un monje católico catalán (Xavi Vilar). Y la voz de Boadella y de Gloria Rognoni, que son los técnicos de la televisión responsables del Teledéum, de la retransmi.sión televisada que se ensaya en el escenario -Teledeum es el ensayo de una emisión televisiva- y que al día siguiente debe darse en directo. Huelga decir que, en el plano artesanal, el espectáculo es una virguería y que los actores lo bordan. Han sido cinco meses y medio de trabajo bien aprovechados, y según me decía uno de los actores, divertidísimos.

Ahora el espectáculo está en rodaje. Hay, como dice Boadella, que "ajustar los tornillos", hay que ver cómo responde el público y obrar en consecuencia. Pero, dejando a un lado los tomillos y la reacción del público, a mí me parece un Boadella menor, casi insignificante, comparado con Alias Serrallonga, M-7 Catalònia, La torna y Operació Ubu, por no hablar de Mary d'Ous. Hay algunos gags buenos -cómo no iba a haberlos-, pero ninguno de ellos supera al papamóvil, como ninguno de los personajes se puede comparar a la unción con que la señora Paloma Gómez Borrero nos presenta sus crónicas papales. El momento más fuerte del espectáculo es, claro, la venta del catsupchrist, la venta, por parte de la Iglesia anglicana, del sacramento de la comunión como si se tratase de la salsa Perrin. La comunión, para ese Tarsicio del marketing, viene a ser algo así como la estantería del supermercado o como un spot televisivo o una notita de la revista Ciudadano: ingredientes -naturales, claro-, colorante autorizado y fecha de caducidad, "de Pascua a Pascua". Tiene gracia, y basta. Menos gracia tiene el chiste, la confusión entre el lavatorio de la santa misa y el lavabo (vamos, el WC), protagonizada por el director del programa televisivo, el propio Boadella, y un viejo cardenal romano recién operado de la próstata. Ése es barato. Como es barato el chiste de la bandera catalana que se confunde con la del Congo y, para más inri, con la de Vietnam. Y la alusión a la Roca, a Gibraltar. Barato, por no decir malo. Y es que, no se olvide, estamos hablando de Els Joglars; casi nada.

Trabajo limpio, casi perfecto, pero a la postre da la sensación de que a Boadella se le acabaron las pilas o, dicho de otro modo, que la Iglesia, a pesar del Banco del Espíritu Santo, de los archimandritas, del catsupchrist, del cumbayá y del extraordinario talento teatral de Juan Pablo II, le viene un poco grande a Albert Boadella. Volveremos sobre el tema después del rodaje, cuando se estrene en el Romea de Barcelona.

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