Senos
Anoche tuve una pesadilla. Soñé que las tetas de Lola Flores rompían como olas de una mar gruesa contra la persiana, inundaban mi alcoba y lo ponían todo perdido. Esas embestidas de carne, empuJadas por el viento gregal, eran cada vez más furiosas, de modo que las tetas de la faraona coronadas de espuma crecían, se hinchaban en sucesivas oleadas hasta que el nivel de una especie de silicona , arrastrando butacas, arma rios, consolas y otros enseres, llegó a cubrir también el cuadro sobre la cabecera de la cama desde donde una virgen gótica de cuello hierático preside mis sueños. Yo era un patriota sumergido. Me balanceaba como un náufrago en un fondo submarino de mantecas, pero la pesadilla no se limitaba a mi caso concreto. Se trataba de una catástrofe nacional.En realidad, a esa hora el país entero estaba siendo violentamente amamantado, o sea arrasado, por los pechos de esa señora. Igual que una ria*da, de septiembre, el cuerpo de Lola Flores había roto la presa de Tous y la reina del cante, nuestra madre freudiana, se había desbordado. Se llevaba por delante el ganado y los electrodomésticos. Vacas infladas y lavaplatos, enroscados en la corriente, taponaban el ojo de todos los puentes. Me desperté pidiendo auxilio. No pasaba nada. Cerca de casa, la mar rugía sólo con una marejadilla de Levante y en la mesilla de noche vi enseguida la revista en la que las dos boyas de Lola Flores flotaban tranquilamente.
Este verano han pasado muchas desgracias, pero la exhibición y venta en pública subasta de la pe, chuga de este personaje me ha llenado de desolación. Yo me apunto a cualquier clase de decadencia siempre que al menos quede algo con cierta nobleza digno de ser admirado. En España no hay grandes políticos, ni genios científicos, ni profundos filósofos, ni insignes escritores. Entonces sucede que este vacío lo tienen que llenar las tetas de Lola Flores, que han destrozado el principio de Arquímedes para apoderarse de la actualidad. Cuando un país entero consume una semana comentando los pechos ajados de una faraorta, contratados como carne de cañón, es que ha llegado al fondo de la miseria tercermundista. Es lo que le pasa a una sociedad poco antes de irse al carajo.
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