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La primera expedición de españolas al Himalaya busca dinero para su proyecto

Mónica Verge y Conchita Puig han coronado recientemente la Aguja Negra de Peutery, en los Alpes, una difícil ascensión. Ellas, junto a cinco compañeras catalanas, tienen sin embargo puestas todas sus ilusiones en la expedición prevista para el próximo año al Himalaya. De momento no son demasiado optimistas. Tienen los permisos, pero no han conseguido la ayuda económica necesaria para emprender la expedición. Si consiguen el dinero, se convertirán en el primer grupo formado exclusivamente por mujeres españolas que escala una montaña del Himalaya.

Las siete alpinistas catalanas han conseguido el permiso para escalar la montaña del Kangtega, en el Himalaya, que tiene una altura de 6.779 metros. Para esta expedición femenina lo difícil no ha sido conseguir el permiso. Los mayores problemas los están encontrando desde el pasado mes de marzo cuando empezaron a llamar a la puerta de distintas casas comerciales intentando conseguir la ayuda necesaria para afrontar tal empresa. Ellas son aventureras y hacen alpinismo porque les llena profundamente. El hecho de formar la primera expedición exclusivamente femenina que pisará el Himalaya no implica ninguna vinculación feminista. Para ellas, el que en este país sea una novedad que unas mujeres intenten escalar una montaña se debe a que siempre el montañismo y el deporte en general ha sido considerado como un tabú para las mujeres.La mayor de las siete componentes es la médica Lidia Riera, que tiene 30 años. "Ha sido difícil conseguir una mujer, médica y además que practicara el alpinismo", comenta Elena Serred, 26 años, encargada de la fotografía y empleada en un taller de joyería, que, junto a Mari Carmen Magdalena, 26 años, delegada de finanzas y empleada de una Caja, explicaron a EL PAIS los pormenores de la expedición. La experiencia de todas ellas en alta montaña es muy relativa. Lo más alto que han escalado ha sido el Montblanc, aunque otra de las componentes, Carmen Melis, 26 años, encargada del material y administrativa de oficio, estuvo recientemente en el Cáucaso, en el Elbruz, de más de 5.000 metros.

Conchita Puig, la más joven del grupo -21 años- es a la vez la jefa de expedición y a finales del mes de julio coronó la cima del mítico Naranjo de Bulnes. Mónica Verge, 24 años, secretaria del grupo, y Esperanza Capilla, 23 años, responsable de la alimentación, completan el resto del grupo.

A pesar de que el presupuesto exigido para llevar a cabo la expedición es irrisorio si se compara con el de la expedición al Everest - 5 millones de pesetas contra 25-, las alpinistas catalanas tienen numerosos problemas para encontrar una casa comercial que les ayude en su difícil empresa. "Desde que recibimos la notificación de que se nos había concedido el permiso empezamos a entrevistarnos con diferentes casas", explica Marí Carmen Magdalena. "Al principio acogen la idea con entusiasmo, lo encuentran una cosa atrayente, pero después no tenemos más noticias de ellos. Esperamos que después del verano, cuando las casas presenten sus presupuestos para la próxima temporada, nos den una agradable respuesta".

Apoyo masculino

Un par de sherpas, 40 porteadores, un oficial de enlace y un cocinero, completarán la expedición una vez se consiga la ayuda económica necesaria. "En principio para dar mayor relevancia", manifiesta Elena Serred, "queríamos que toda la expedición estuviera compuesta por mujeres, pero nos explicaron que las mujeres que hacen de sherpas no son nada recomendables ya que se llevan toda la familia a la expedición".Mar¡ Carmen Magdalena y Elena Serred consideran que "es una expedición aventurera y más la cima que hacemos, de la que no hay fotos de la cara donde vamos, ya que la única expedición que ha llegado allí, fue en el año 61". El Kangtega es una montaña poco visitada y bastante salvaje que sólo ha sido conquistada por el famosísimo Edmund Hillary.

Para poder realizar este sueño, que no es el máximo de sus vidas, las alpinistas tendrán que pedir una excedencia sin sueldo de sus respectivos trabajos. Elena Serred, sin embargo, ha tenido suerte ya que el dueño de la joyería donde trabaja es aficionado al alpinismo.

Para ambas montañeras, el alpinismo supone algo más que un deporte. "A mí me llena, descubro cosas, me siento feliz cuando escalo", comenta orgullosa Elena. "Cuando haces una cosa a gusto no representa ningún sacrificio. Algunas personas opinarán que estamos locas porque oyen de expediciones que soportan tormentas, aludes y cientos de problemas, pero por un mal día que te coge, tienes mil días que te satisfacen".

"Para mí representa una gran satisfacción", dice Marí Carmen, "requiere un gran esfuerzo, pero todo eso lo vas superando a medida,que practicas más y más el alpinismo. Hay gente que te comenta: para qué subir si luego tienes que volver a bajar, es una tontería, pero no saben que cuando llegas a una cima, cuando alcanzas la meta, te llenas de satisfacción".

Conocen a todos los chicos y chicas del ambiente alpinista. La máxima ilusión de todas es hacer un ochomil. Saben que no es una tarea dificil puesto que ya existen en la historia del alpinismo nombres de americanas, japonesas y polacas que han ascendido montaflas casi sagradas. Consideran que si hay pocas mujeres practicando el alpinismo es porque acusan el grave problema del deporte español.

"Hasta hace poco", coinciden Elena y Mari Carmen, "unas mujeres en la montaña era un tema considerado casi tabú, como algo prohibido. Siempre se ha identificado el escalar con mucha fuerza y como la mujer siempre se ha asociado con debilidad, se han olvidado de nosotras, pero no saben que compensamos nuestra escasa fuerza con la habilidad y agilidad. Es como la danza, que de tanto entrenamiento siempre conservas la técnica, y el alpinismo necesita mucho entrenamiento físico. Además el alpinismo es un deporte para toda la vida. Es hermoso ver en los Alpes mujeres mayores haciendo alpinismo. Aquí apenas somos unas pocas".

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