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El fracaso en Ginebra puede acabar con la desnuclearización de la península balcánica

El diario yugoslavo Borba, el oficialmente más ponderado del país, publicaba el mismo día en que Papandreu llegaba con los Estados Unidos a un precario acuerdo de prolongación de las cuatro bases militares norteamericanas por 5 años y 17 meses, un artículo en el que se decía que "no es simple liberar a los Balcanes de armas destructivas".

Asume Borba que, si Ginebra fracasa y la intención norteamericana de desplegar los euromisiles prospera, la Unión Soviética responderá colocando en los Balcanes "sus armas más destructivas". Ello acabaría de dar al traste con los planes, del búlgaro Yivkov y del griego Papandreu de transformación del barril de pólvora balcánico en zona desnuclearizada.Pero todo parece indicar que el socialista griego Papandreu tenía bien amarrada la movida de su bizantino y oscuro pacto de compromiso con los Estados Unidos. Para contentar a los tirios de su electorado izquierdista, les dice que las bases estadounidenses serán cerradas a los cinco años y 17 meses de gracia de la firma del actual acuerdo. Pero los troyanos de Reagan declaran ya no ver en el texto del acuerdo nada respecto a la definitiva clausura de las bases.

Todos sus vecinos balcánicos comprenden las dificultades de Papandreu con sus rivales turcos, aliados de elite de los Estados Unidos y razón principal de sus ambigüedades. Ya antes de entenderse de precario con los Estados Unidos, Papandreu había tenido cuidado en explicar a búlgaros y rumanos del Pacto de Varsovia, a albaneses de stalinista neutralismo, a yugoslavos no alineados y a escépticos turcos su plan de desnuclearización.

Al día siguiente del acuerdo greco-estadounidense, el secretario de Informaciones de Grecia, Dimitris Marudas, declaraba que el mismo nada tenía que ver con las armas nucleares estacionadas en Grecia, que dentro de poco serían desplazadas, por reservarse el estado griego la exclusiva de su instalación.

Como si nada hubiera pasado con la firma del acuerdo, anunció que Papandreu estaba escribiendo a los restantes cinco jefes de los estados balcánicos una segunda misiva sobre su plan de desnuclearización de los Balcanes.

Los no alineados yugoslavos, siempre tan escépticos con los acuerdos a que puedan llegar sus países fronterizos militantes en pactos militares distintos, como es el caso de griegos y búlgaros, están empezando a ser seducidos por la elegancia de la idea desnuclearizadora. Sólo los albaneses replican, en pasiva complicidad con turcos y estadounidenses, que la desnuclearización de la península sólo beneficia al social imperialismo soviético.

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