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Reportaje:

Los griegos, entre el desencanto y el 'cambio'

El PASOK, a pesar de las críticas que recibe de la derecha y de la izquierda, a causa de su política económica, sigue dominando la escena política griega.

Pese al considerable desgaste sufrido durante sus 20 meses en el poder, el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) continúa siendo la principal fuerza política de Grecia y el único partido que podría ganar hoy por hoy unas elecciones generales, dada la división interna que sufre la oposición de derechas, encarnada en el partido Nueva Democracia y el estancamiento electoral dé los comunistas prosoviéticos del Partido Comunista del Exterior (KKE). Un enviado especial de EL PAIS visitó recientemente Atenas.

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La cómoda posición del Gobierno de Andreas Papandreu, que cuenta con la mayoría absoluta en el Parlamento (172 diputados de una cámara con 300 escaños) y el éxito de algunas medidas de política interior no han podido impedir que una notable dosis de desencanto se extienda entre los ciudadanos de la democracia más antigua del mundo, gravemente afectada por la crisis económica, ni que sean muchos los que expresen su decepción porque nos han cambiado el cambio. Allagui (cambio) fue la palabra clave de la victoriosa campaña electoral del PASOK en octubre de 1981, que permitió la llegada al poder de los socialistas por primera vez en la historia de Grecia.Mientras esperan el prometido cambio radical de la sociedad griega, muchos votantes del PASOK ven con preocupación algunas medidas tomadas por el Gobierno de Papandreu, especialmente desde principios de este año, que les parecen contradictorias con el programa electoral y que van desde la congelación de salarios a la devaluación del dracma, pasando por la ausencia de nacionalizaciones o la legislación restrictiva del derecho de huelga en las empresas públicas.

"Desde el principio advertimos que el camino del cambio sería largo", argumenta un alto cargo de la Administración socialista que prefiere no ser identificado. "En el tiempo que llevamos en el poder hemos cumplido ya muchas de nuestras promesas, y sin duda cumpliremos el resto". Y enumera algunas de las primeras: establecimiento del matrimonio civil, descriminalización del adulterio, reducción de la edad de voto a los 18 años, subidas de los salarios y pensiones más bajas, reconocimiento de la resistencia contra los nazis y retorno de los exiliados políticos, generalización del uso del griego común en la justicia y la Administración, ley del Divorcio y un largo etcétera.

Todo a peor

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Constantino Stefanopulos, de 57 años, ex ministro del Interior y prácticamente número dos del partido de centro derecha Nueva Democracia, que lidera Evangelos Averof, opina en su despacho de Atenas que "en todos los ámbitos as cosas están ahora mucho peor que cuando nosotros estábamos en el poder". Stefanopulos acusa a los socialistas de gobernar autor¡tariamente, con desprecio hacia la libertad y la democracia, de manipular políticamente la televisión estatal y los medios informativos y de difundir propaganda marxista en las escuelas.

"Económicamente, las cosas van también muy mal. La inflación superará este año el 23%, pese a lo que nos quiere hacer creer el Gobierno. El desempleo ha subido, por primera vez en la historia de Grecia, hasta el 10% de la población activa, cientos de pequeñas empresas están quebrando y nadie quiere invertir. El dracma fue devaluado casi un 16% en enero pasado. Ése es el cambio que nos prometían, un cambio a peor...", dice el diputado de Nueva Democracia.

Sin embargo, altos funcionarios socialistas subrayan el éxito de su política económica, que, aseguran, se consolidará con el plan quinquenal 1983-1987. "Hemos logrado contener la alta tasa de inflación que heredamos a un 20% y, en cuanto al paro, es cierto que ha crecido algo, pero no llega a ese 10%, quizá esté en el 8%, y es muy dificil saber a qué nivel estaba cuando ganamos las elecciones porque los datos oficiales anteriores estaban manipulados. Hemos reducido en más de 500 millones de dólares el déficit comercial y nuestra política de austeridad se está revelando eficaz, pese a la crisis económica mundial que afecta a Grecia muy duramente".

En los muelles del Pireo, interminables filas de barcos mercantes esperan ser fletados. La industria naval griega y su flota mercante, una de las mayores del mundo, han sido muy afectadas por la crisis. En la contaminada Atenas, bajo la pesada nube de nefos -polución de humo, polvo y gases tóxicos-, los camareros se quejan del escaso turismo que llega este año, pese a la devaluación de la moneda, y atribuyen esta mala racha de otra industria básica del país a un supuesto boicoteo israelí, a través de las grandes agencias de viajes, al Gobierno proárabe de Andreas Papandreu.

El Partido Comunista del Exterior (KKE), que respaldó o aprobó inicialmente algunas medidas de la Administración socialista, ha pasado últimamente a jugar un papel más activo de oposición contra una política económica que considera contraria a las promesas electorales y lo que califica de "legislación represiva contra los trabajadores".

El artículo 4 de la llamada ley de Socialización, por el que se regula el derecho de huelga en las empresas estatales, está estos días en el centro de la polémica, y los comunistas del KKE y los derechistas de Nueva Democracia coinciden en calificarlo de antidemocrático. En el citado artículo se dispone que para convocar una huelga en las empresas estatales -muy numerosas en Grecia, que tiene uno de los sectores públicos mayores del mundo- será necesario el voto de la mitad más uno de los trabajadores inscritos en los sindicatos.

Mientras que un alto funcionario socialista justifica esta disposición para "eviiar que una mínoría dinámica arrastre a la huelga a los trabajadores de una empresa pública", un dirigente comunista señala, por el contrario, que con esta ley, "en nombre de una llamada

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mayoría, se quiere hacer imposible la huelga para los empleados del sector estatal. Además, según dicha ley, a los ausentes se les considera votantes contra la huelga, lo que ya es el colmo de la desfachatez. ¿Por qué no se considera que votan a favor?"Ruido de sables

Pero las numerosas manifestaciones y huelgas (médicos, transporte público, marinos, etcétera) registradas en la primera mitad de este año no han sido los únicos quebraderos de cabeza del Gobierno socialista. A finales del pasado mes de febrero, por ejemplo, se produjo un extraño incidente militar que todavía no ha sido explicado ni existen indicios de que vaya a serlo nunca.

Las Fuerzas Armadas fueron puestas en estado de alerta en la madrugada del 27 de febrero, ante los rumores de un golpe de Estado planeado por militares y civiles monárquicos que pretendían reinstaurar en el trono al rey Constantino, que vive en el exilio en Londres. La policía reforzó la vigilancia de aeropuertos, estaciones de radio y edificios públicos y las tropas de la región del Ática se pusieron en estado de alerta, mientras el PASOK y el KKE movilizaban a sus militantes para impedir un nuevo golpe de los coroneles.

El extraño incidente se saldó con el pase a la reserva, un día después, de 16 generales, medida que se justificó oficialmente como parte de la "revisión anual de los mandos de las Fuerzas Armadas". Durante varios días continuaron los rumores, desmentidos por el Gobierno, de tensión en las salas de banderas y finalmente la opinión pública, acuciada por problemas más inmediatos -como el de sempleo o la inflación-, se olvidó del asunto.

Cuatro meses después nadie en la Administración socialista quiere hablar de lo que ocurrió realmente el 27 de febrero, pero todos los funcionarios coinciden en descartar cualquier peligro de intervención militar en la vida política griega. Algunos corresponsales extranjeros basados en Atenas señalan que existe cierto malestar en las Fuerzas Armadas respecto a la política de Papandreu hacia la OTAN, aunque mitigado por su postura fuertemente nacionalista de cara a Turquía. Para uno de estos corresponsales, la supuesta maniobra involucionista de febrero fue mínima, pero sirvió al Gobierno para calibrar su capacidad de respuesta y de movilización popular.

Constantino Stefanopulos, de Nueva Democracia, opina que "fue algo ridículo", que no se ha explicado todavía ni al Parlamento ni a la opinión pública, y que "sirvió para que comunistas y socialistas hicieran una demóstración de fuerza, sacaran a la gente a la calle y tomaran algunos edificios públicos bajo el pretexto de luchar contra la nueva dictadura". En cualquier caso, el primer ministro, Andreas Papandreu, continúa al frente de la cartera de Defensa y no parece estar dispuesto a ceder esa responsabilidad.

Otro momento de gran tensión se produjo unas semanas después, a raíz del asesinato de Giorgios Athanassiades, director del diario conservador Vradiny y considerado un hombre de la derecha democrática. El atentado causó gran conmoción en Grecia, un país que desconoce prácticamente el terrorismo, y la derecha convirtió el entierro del periodista en una manifestación antigubernamental, a la que acudieron cerca de 100.000 personas y donde se acusó más o menos veladamente al Gobierno de ser responsable del asesinato. Los culpables no han sido identificados ni detenidos y el atentado contra Athanassiades ha quedado archivado con otros extrafips casos aparentemente irresolubles, como el incendio provocado de varios grandes almacenes de Atenas, unos meses antes de las elecciones generales de 1981.

Papandreu ha tenido también algún problema en su propio partido, como cuando el diputado Stathis Panagulis criticó públicamente casos de corrupción, abuso de poder y nepotismo en la Administración socialista, lo que le costó ser fulminantemente expulsado del partido. Un escándalo menor se produjo recientemente cuando varios miembros del Gabinete, incluido el primer ministro, tuvieron que reconocer que mantenían cuentas bancarias en el extranjero, algo que está prohibido a los griegos, si bien la mayoría de los ministros alegaron que procedían de sus trabajos en el extranjero antes de llegar al Gobierno.

El único líder

Un guardia verde, denominación irónica de los jóvenes consejeros que han entrado en los ministerios por encima de la escala de funcionarios, casi siempre henchidos de celo renovador, declaraba en su modesto despacho que, pese a las críticas y a las campañas difamatorias de los comunistas y de la derec a, "Papandreu es el único líder que tiene el país en este momento; es enormemente popular y posee un gran carisma, lo que significa que ganaremos también las elecciones de 1985, porque, contra lo que dice la derecha, no va a haber elecciones anticipadas". Efectivamente" en medios de Nueva Democracia se hablaba de adelantar los comicios generales para hacerlos coincidir con los del Parlamento Europeo, que se celebrarán el año próximo. Pero posiblemente se trataba de la mera expresión de un deseo.

Aunque algunas encuestas de opinión, de escasa credibilidad por otra parte, señalaban hace unas semanas una intención de voto favorable mayoritariamente a Nueva Democracia, lo cierto es que el principal partido de la oposición atraviesa una crisis interna, evidenciada, entre otras cosas, por el libro del ex primer ministro Giorgios Rallis, Tiempos de responsabilidad, en el que narra sus 17 meses al frente del Ejecutivo y lanza serias acusaciones contra sus compañeros de partido, que le zancadillearon insistentemente, según él, durante su etapa en el poder.

Las elecciones municipales de octubre pasado revalidaron la victoria del PASOK un año antes y no mostraron una especial tendencia a la recuperación de Nueva Democracia. Por eso las esperanzas de buena parte de la derecha se vuelven hacia el fundador del partido y actual presidente de la República, Constantino Caramanlis, posiblemente la única personalidad capaz de competir en popularidad con Papandreu, y que hasta ahora ha evitado cualquier roce con éste si se exceptúa el mensaje presidencial de año nuevo, en el que Caramanlis censuró algunos aspectos de la política exterior y económica de su primer ministro.

Pero la reincorporación de Caramanlis, el hombre que restauró la democracia griega tras la caída de los coroneles, en 1974, a la política partidista está aún por verse. Y, de momento, Andreas Papandreu, con la arrogancia que le atribuyen algunos y el autoritarismo de que le acusan otros, continúa siendo el motor del cambio y el duefío casi abosluto de la escena política griega.

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