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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El PSOE, ante el reto de controlar los salarios

Constatar el panorama de la economía española puede ayudar a comprender la situación que han de afrontar los socialistas. Una situación cuyos datos son escalofriantes: una cifra de paro que rebasa ya ampliamente los dos millones de personas; una inflación que sigue, aumentando; un déficit del gasto público que alcanza cifras astronómicas; unas economías subterráneas que avanzan invadiendo el mercado; unas pérdidas de la empresa pública (el holding del INI sumó la cifra para 1981 de 99.847 millones en pérdidas), en las que sólo la Renfe, para el mismo año, alcanzó los 79.857 millones. El endeudamiento de la empresa privada alcanza también unas cifras enormes.Así pues, no tiene nada de raro que se hable de una situación de crisis. Para muchos, una crisis de ciclo largo, empezada hacia el año 1973 con la subida de los crudos y extendida a toda el área occidental. Según esta opinión, el capitalismo sufre periódicamente estas crisis -y se recuerda al efecto la de los años treinta de nuestro siglo-, y en España nos encontramos incluidos en ella, y somos sólo un eslabón más de la misma, expuestos a los mismos vaivenes de expansión y crisis y, por tanto, en la actitud fatalista de esperar a que la fase de expansión se produzca.

No obstante, la realidad no puede interpretarse tan simplistamente. En primer lugar, porque la crisis actual del capitalismo no es igual, sino muy distinta, a la de los años 1929-1939. Y por otra parte, porque la situación española también tiene características propias, por lo que no puede, sin más, parangonarse a la de otros países. En consecuencia, las posibles salidas también tienen que ser diferentes.

Planificación democrática

Como es sabido, la crisis del capitalismo en los años treinta fue producida fundamentalmente por, un subconsumo. Bastaron las medidas keynesianas de un estímulo desde el gasto público para que la economía se reactivara. Ahora es muy distinto el mecanismo que la ha originado, según los expertos. Incluso existe un hiperconsumo. Para muchos autores, la clave del fenómeno está en que se ha producido una disminución muy acentuada de la tasa de ganancia; el capital no se acumula, no invierte, incluso entra en bancarrota por un progresivo endeudamiento. En definitiva, porque se han disparado los costes; porque la masa salarial se ha incrementado enormemente, y en aras de la paz social y evitar las luchas sindicales ha sido imposible frenarla. Precisamente estas tasas de ganancias han disminuido cuando las inversiones de capital son más necesarias que nunca para proceder a la, reconversión tecnológica que impone la competencia. El círculo infernal se cierra ineluctablemente. No es posible competir sin una reconversión tecnológica, y ésta no puede realizarse porfalta de capital para ello.

Ahora bien, es evidente que la salida de la crisis no puede hacerse en virtud de unos rígidos doctrinarismos, pero también es cierto que tampoco puede realizarse utilizando aquellos parches o medidas coyunturales que sólo sirven para ir tirando momentáneamente. Por otra parte, tampoco sirven las medidas estrictamente económicas, por muy perfectamente técnicas que sean, sino que se hacen necesarias otras claramente políticas. No puede superarse la crisis, en definitiva, sin una planificación democrática. Lo que quiere decir, simplemente, que la elaboración y ejecución de planes racionales de reconversíón de las empresas deben ser pactadas entre los propietarios privados, los sindicatos, los partidos políticos y el Gobierno. Y es que hay que partir de un principio elemental: es imprescindible la moderación salarial como condición imprescindible para que sean posibles las inversiones en nuevas reestructuraciones, creación de nuevos sectores e introduceíon de las nuevas tecnologías. Y es precisamente un Gobierno socialista el único que puede hacerlo. Curiosa misión que la realidad histórica impone a un partido socialista en el Gobierno, cuya ideología debiera llevarlo por otros muy distintos derroteros.

En definitiva, después de las elecciones, hora es ya de afrontar seriamente los graves problemas socioeconómicos que el país lleva muchos años arrastrando. Porque son varios los años que se llevan entretenidos en problemas político-institucionales, y esto puede resultar ya peligroso. Bien es verdad que la transición así lo exigía. Había que constituir un modelo nuevo de Estado; los partidos políticos necesitaban primero configurarse y después consolidarse, y las elecciones -legislativas, autonómicas, municipales, más los añadidos referendos- se han venido sucediendo casi sin interrupción. Se ha permanecido en un casi permanente período electoral. Y en cambio, los problemas de fondo, los problemas estructurales, socioeconómicos, se han mantenido en muy segundo lugar. Tras las pasadas elecciones municipales y autonómicas hay que afrontar los problemas socioeconómicos con prioridad; hay que quitarse muchas telarañas de los ojos y hay que decir la verdad. Son cuatro años los que tiene por delante el Gobierno socialista para salvar al capitalismo español -y con ello el modelo de sociedad de mercado- de la grave crisis en que se encuentra. O lo que es lo mismo, para que el vigente mecanismo económico funcione algo más coherentemente. Éste es el reto al que el PSOE se enfrenta.

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