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Extrañas desclasificaciones de Rosberg y De Angelis

El finlandés Keke Rosberg, actual campeón del mundo, y el italiano Ello de Angelis fueron desclasificados por los comisarios del Gran Premio de Brasil de Fórmula 1 el pasado domingo. El italiano De Cesaris, por su parte, ni siquiera fue autorizado a correr. Rosberg había terminado en segundo lugar, después de una gran carrera, y De Angelis, en el puesto decimotercero. Al finlandés se le acusó, con difícil justificación técnica, de haber sido empujado por sus mecánicos para arrancar su Williams tras su parada en boxes, mientras que al italiano, de haber utilizado en la carrera el Lotus de reserva, con motor Cosworth, cuando había realizado los entrenamientos con un motor Renault. Los puntos conseguidos por el primero de ellos -seis- no serán atribuidos a ningún otro piloto.

La exclusión de Keke Rosberg tiene una difícil justificación desde el punto de vista técnico. Porque la reglamentación no prohibe recibir ayuda exterior para poner el coche en marcha. No se trata de que se exija al coche arrancar por sus propios medios. Se permite que sean los mecánicos los que arranquen el motor, pero no a base de empujar el coche, sino con una batería auxiliar.Desclasificar a un piloto como Keke Rosberg -actual campeón del mundo-, después de una actuación como la del finlandés, que se permitió remontar desde el puesto veinte hasta el segundo en una auténtica exhibición, por un motivo tan de matiz como el argumentado por los comisarios no deja de ser sorprendente. Máxime, cuando ninguna escudería presentó reclamación por estos hechos, sino que actuaron de oficio.

Interpretación poco clara

Por su parte, en la desclasificación de Elio De Angelis, la interpretación del reglamento tampoco es demasiado clara. El italiano utilizó su nuevo Lotus con motor Renault Turbo para los entrenamientos. En la parrilla de salida el motor se negó a arrancar, y De Angelis cambió su coche por el de reserva y salió desde el último puesto de la parrilla. Pero el motor del coche de reserva no era otro Renault Turbo, sino un Ford Cosworth. Los comisarios le excluyeron por haber utilizado un motor para los entrenamientos distinto del de la carrera. Pero en muchísimas ocasiones los pilotos cambian el motor de los entrenamientos a la carrera, incluso en la misma parrilla, como hizo De Angelis. Y aunque no sea un cambio tan llamativo como el de un Turbo Renault por un Ford Cosworth, lo que es evidente es que el cambio se realiza sin que jamás se haya penalizado tan gravemente.Con Andrea De Cesaris, los comisarios utilizaron su potestad de no permitirle tomar la salida por no haber hecho caso del semáforo rojo en los entrenamientos. Para poder verificar el peso de los coches en cualquier momento, se utilizó un sistema al azar que encendía el semáforo rojo que obligaba a la detención. El azar hizo que De Cesaris fuera interrumpido en su progresión en las series de entrenamientos un par de veces, lo que le rompió totalmente su ritmo. A la tercera vez que el azar la tomó con él se negó a parar, y los comisarios le castigaron sin dejarle tomar parte en la carrera.

Comisarios demasiado estrictos

Los comisarios del circuito de Jacarepagua, en la proximidades de Río de Janeiro, en Brasil, siempre se han distinguido por su intransigencia. Algunos son naturales del país y otros forman parte del Circo y se mueven de un lado a otro. El pasado año, esos mismos técnicos excluyeron de la carrera al vencedor de la misma, su compatriota Nelson Piquet -aunque había una reclamación oficial que no podían desatender-, por no cumplir estrictamente su Brabham con las especificaciones técnicas de la Fórmula 1. Junto a Piquet, también fue excluido el finlandés Keke Rosberg, por análogos motivos con su Williams.La intransigencia de estos comisarios del Gran Premio de Brasil contrasta con la tolerancia de otros en las restantes pruebas del calendario del Mundial. Así, la ley termina por no ser aplicada por todos ni a todos de la misma forma. Una arbitrariedad más de este cada día más complejo entramado del Circo de la Fórmula 1, que comienza con un nuevo escándalo y un enfrentamiento más cuando parecía que había llegado, por fin, la calma.

En en circuito de Jacarepagua, se había montado un sofisticado sistema electrónico para controlar el peso de los coches cuando todavía no habían entrado en sus respectivos boxes. Se trataba, así, de evitar las manipulaciones, los rellenos de agua para superar el peso mínimo cuando en realidad el coche corre por debajo de él, y otros trucos similares, que, por burdos que parezcan, son bastante frecuentes en la Fórmula 1, donde conviven en casi igualdad de condiciones con las soluciones técnicas más imaginativas y costosas que puedan idearse.

Coherencia e incoherencia

Ese sistema es coherente con la actuación de los comisarios, con un circuito con grandes medidas de seguridad -quizás el mejor del mundo en ese aspecto- y con el impresionante presupuesto del montaje de la carrera, que se acerca a los cuatrocientos millones de pesetas. Es coherente también con las no menos impresionantes pérdidas que produce esta carrera -las ventas de las entradas no superan por mucho los cien millones de pesetas-, y que se tienen que sufragar con grandes aportaciones estatales.Pero no es coherente, sin embargo, con las medidas de seguridad de cinco carreras en otros tantos circuitos urbanos que se disputarán esta temporada. Ni tampoco con las de otros circuitos permanentes, como el británico de Silverstone, donde las velocidades de los monoplazas superan los trescientos kilómetros por hora con protecciones muy escasas. Ni siquiera con las nuevas medidas de seguridad de los coches que, mientras protegen las piernas de los pilotos, dejan prácticamente indefensos los laterales.

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