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Reportaje:

Lech Walesa, de 'hombre de hierro' a 'hombre de mármol'

En su casa de la calle Pilotow, en Gdansk, Walesa convocó a los periodistas occidentales, que acudieron en manada, tras su secuestro policial seguido de paseo en coche para imperdirle hablar a los obreros del astillero Lenin en el aniversario de los sucesos de diciembre de 1970. Las autoridades comunistas de Polonia han aprendido la lección de agosto de 1980 y se han dado cuenta de que no pueden permitir que salte la chispa que ponga de nuevo en marcha el movimiento social, que ahora parece doblegado.Walesa nunca fue un teórico ni un estratega político, sino un líder de masas, astuto, intuitivo y carismático, que basó su fuerza en el contacto directo con las bases populares. Hoy, en Polonia, las masas han sido dispersadas, a golpe de porra y gases lacrimógenos. Sin masas, alejado de sus asesores, desconectado de los dirigentes clandestinos de Solidaridad, Walesa es casi un estorbo para las negociaciones entre el régimen y la Iglesia católica, un juguete roto que busca su plataforma en los medios de comunicación occidentales, ávidos de las palabras de una figura popular en todo el mundo.

Sobre Walesa pesa, además, la amenaza de unas escandalosas cintas magnetofónicas, grabadas por los servicios secretos y probablemente manipuladas después, durante su internamiento en Arlamow. Se trata de una conversación de Walesa con su hermano mayor, Stanislaw. La versión más fiable es que son varias conversaciones, que luego fueron montadas. Una copia de estas cintas se entregó en el arzobispado de Varsovia, el pasado 11 de noviembre. Hubo intentos de hacer llegar otra copia al papa Juan Pablo II, pero el Vaticano, a través de monseñor Luigi Poggi, hizo saber que no tenía el menor interés. El primado de Polonia, arzobispo Jozef Glemp, cometió el error de no rechazar las cintas, que proceden sin duda de los servicios secretos polacos.

En estas cintas Walesa habla fundamentalmente de tres temas:

1. De sus relaciones con la Iglesia, en términos muy cínicos, Walesa, en la conversación, no aparece como una persona tan creyente, sino como alguien que trata de aprovecharse de la fuerza que tiene la Iglesia en Polonia para trabajar bajo su paraguas protector. En la conversación surjen expresiones vulgares, que, según alguno de sus asesores más estrechos, Walesa no suele emplear, "pero si alguien dice una vez hijo de puta, para un técnico resulta un juego de niños montar esa expresión unida al nombre de una persona en otra frase".

2. Walesa habla del Premio Nobel de la paz, pero no en términos idealistas, sino pensando sobre todo en el dinero que iba a suponerle. Según una versión, Walesa se lamenta de que el Papa no apoyase su candidatura para la concesión del Premio Nobel.

3. El dinero ocupa un lugar importante en las cintas. Walesa habla con su hermano de las cuentas en el extranjero y de la mejor forma de invertir con rentabilidad ese dinero, en valores y bancos fuertes.

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En la casa de Walesa, en Gdansk, Stanislaw explicó a EL PAIS que la grabación que le quitó la policía era solamente una conversación familiar, con saludos de Walesa para sus hijos. Stanislaw mostró un recibo de la policía en el que se hace constar que le fue confiscada la minicasete.

El recibo dice: "Pizemysl, 30-9-82. El inspector de la comandancia de la provincia de Pizemysl, Roman Ostafczuk. Acta del registro efectuado el 30 de septiembre de 1982 a Stanislaw Walesa, residente en Bydgoszcz. Le ha sido incautado una minigrabadora Sanyo y una casete mc-60, de un valor de bonos PKO".

Un asesor del arzobispo confirmó a EL PAIS que Glemp y Walesa hablaron de las cintas durante la cena que les reunió después de la liberación del líder sindical. Walesa le dijo a Glemp que el contenido de las cintas "es en parte cierto y en parte una falsificación".

El asesor del arzobispo considera que Glemp actuó correctamente con Walesa, "le abrazó antes de reunirse con él al llegar y le volvió a abrazar al despedirse, lo que le demostró su simpatía y que no cambió su postura sobre Walesa".

Críticas al arzobispo Glemp

La oposición en Varsovia critica a Glemp por haber recibido las cintas y no haberse distanciado ínmediatamente de la sucia operación de los servicios secretos. La intención de todo este asunto de las cintas parece claramente orientada a crear una división entre Walesa y la Iglesia, para entenderse directamente con la estructura permanente y duradera en Polonia, que no es el sindicato independiente, sino la Iglesia católica.

Más grave que este episodio es para Walesa la definición de su postura personal y su estrategia política ante el futuro. Al quedar internado desde el 13 de diciembre de 1981, Walesa perdió completamente el contacto con los que luchan desde la clandestinidad, con una aureola de héroes entre los miembros más activos del sindicato prohibido. Bujak, Bodgan, Lis y Frasy Niuk pasaron a encarnar las esperanzas de la rebelión, más que un Walesa internado e inmovilizado.

Con la liberación de Walesa, y al quedar en la cárcel muchos de los dirigentes de Solidaridad, el régimen profundiza la línea de ruptura entre Walesa, más razonable y domesticable, y los radicales Gwiazda, Rulewski, Juryk y los miembros del KOR (comité de autodefensa social).

Walesa nunca compartió las posturas radicales dentro de Solidaridad y votó incluso contra el programa aprobado en el congreso del sindicato independiente en octubre de 1981. Ahora Walesa intenta mantener abiertas todas las puertas: hacia los clandestinos, la Iglesia y hacia el régimen, pero con escasas posibilidades de poder intervenir políticamente con una mínima eficacia.

Para Solidaridad, prohibida y en la clandestinidad, Walesa es sólo un símbolo de la unidad perdida, cada vez menos utilizable.

Para el régimen, Walesa tampoco vale. El líder sindical es lo suficientemente fuerte y lúcido come para darse cuenta de que no puede prestarse a representar ningún papel de coartada o de hoja de parra en las organizaciones patrióticas que intenta crear el poder para dar una base más amplia al régimen impopular.

Para la Iglesia católica, o mejor la jerarquía eclesiástica, Walesa tampoco sirve en la negociación con el Gobierno de temas como la visita del Papa y la alta política. Un asesor del primado dijo al enviado especial de este periódico en Varsovia que "la Iglesia tiene fuerza suficiente para ser el interlocutor del poder. El Gobierno no tiene ningún socio, aunque la Iglesia lo sea de hecho".

Sobre Walesa comentó que "para la Iglesia, Walesa es como lo demás. Un hombre que tiene prestigio entre el pueblo y que tenía fuerza". La Iglesia lo ve con simpatía, es una figura simpática, pero es un hijo más de la Iglesia.

El chico simpático

Walesa ha quedado reducido a un chico simpático, "que tenía fuerza". Las palabras del círculo más próximo a la jerarquía eclesiástica vienen casi a coincidir con las del portavoz del Gobierno polaco, Jerzy Urban, cuando dice que "Walesa es una persona privada, el ex presidente de un sindicato que no existe".

En las calles de la ciudad vieja de Varsovia, el profesor Stanislaw Stomma, presidente del Consejo Social de laicos que asesora al primado Glemp, cree que Walesa tiene dos posibilidades: "callar y volver a trabajar en el astillero o seguir la lucha y ser detenido, lo que sería peor. Lo mejor sería que callase por algún tiempo, sin hacer declaraciones a la Prensa".

"Esperar... ¿cuánto tiempo?", pregutó el enviado de EL PAIS. "¿Algunos meses?". Stomma, un hombre que ha pasado por todas las vicisitudes de la historia moderna de Polonia, responde: "Quizá años". En su casa de la calle Pilotow, en Gdansk, Lech Walesa dijo el pasado 17 de diciembre que dentro de un mes esperaba de nuevo a los representantes de la Prensa. Walesa corre el riesgo de convertirse en un espectáculo para los medios de comunicación extranjeros, pero sin peso político en Polonia.

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