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Primera ejecución en EE UU mediante una inyección intravenosa de pentotal

Por primera vez en la historia penal norteamericana, a un hombre, Charlie Brooks, de raza negra, se le aplicó el pasado lunes la pena de muerte mediante una inyección intravenosa de pentotal que acabó con su vida en unos pocos segundos. La ejecución de la sentencia se realizó en la prisión de Huntsville, en el Estado norteamericano de Texas. Charlie Brooks había sido detenido por matar a sangre fría a David Gregory, de veintiséis años, vendedor de coches de ocasión, hace seis años en Fort Worth (Texas) y fue condenado a muerte poco después por un tribunal del Estado de Texas.

La ejecución se desarrolló minutos antes de la medianoche del lunes. En aquella hora comenzaron a registrarse en el interior de la prisión los movimientos de funcionarios y celadores que preceden a la ejecución de una pena de muerte.Brooks fue obligado a tenderse sobre una camilla. El reo, que se ha convertido al Islam dentro de la cárcel en la que ha esperado la sentencia, consagró sus últimas palabras a Alá: "¡No hay otro Dios, sólo Alá. En verdad que nosotros pertenecemos a El y a El regresamos!", dijo entrecortadamente Brooks segundos antes de que la droga le fuera inyectada directamente en vena.

Su verdugo, un empleado de la prisión, se ocultaba tras una red metálica para no ser visto por su víctima, que instantáneamente comenzó a respirar sofocadamente, en una vertiginosa agonía. Tras dedicar un postrer recuerdo a su novia, una enfermera de la prisión, Charlie Brooks, de 40 años, dejaba de existir.

Siete minutos después de haberle sido inyectado el tiopenthal de sodio, un sedante muy venenoso si se aplica en vena que es utilizado para sacrificar perros, los dos médicos de la prisión certificaron la muerte del infortunado hombre de color.

Mientras, extramuros de la cárcel, centenares de manifestantes anti pena de muerte se arremolinaban inútilmente ya junto a las puertas de la penitenciaría para averiguar detalles sobre la ejecución que ni ellos ni los centenares de personas movilizadas contra la ejecución de Brooks lograron impedir.

A unos cien kilómetros de Huntsville, en Austin, capital de Texas, la organización humanitaria Amnistía Internacional organizaba una manifestación silenciosa ante el parlamento local, en protesta por la aplicación de la pena a Brooks y a los 171 presos más que esperan la última pena.

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La ejecución de Brooks por inyección de una dosis letal ha abierto de nuevo en EE UU la polémica entre los que están a favor o en contra de la pena de muerte.

Durante todo el día de ayer comenzaron a registrarse manifestaciones y comentarios en los distintos ámbitos de la vida jurídica, política y social de Estados Unidos, relacionados con las supuestas eficacia o justificación que unos afirman y otros niegan que la aplicación de la pena de muerte tiene.

Las manifestaciones de distintas organizaciones cívicas y religiosas frente a la cárcel no han bastado para que, primero, un tribunal de apelación de Nueva Orleans denegase el aplazamiento de la sentencia, corroborada luego por el Tribunal Supremo y, finalmente, por el gobernador de Texas, Williams Clements.

La mayoría de los jueces del Estado de Texas son partidarios de la pena de muerte, hecho demostrado con los doscientos presos que actualmente esperan ser ejecutados.

Los jueces coinciden en que el no haber ejecutado a ningún reo de muerte en el Estado de Texas desde 1964 ha servido para que el índice de crímenes aumente y para que los criminales tengan cada vez menos escrúpulos.

Además, los partidarios de la pena de muerte alegan que si los reos son condenados ello obedece al deseo de que las sentencias se ejecuten. Por el contrario, según creen, no tiene ningún sentido que se dicten para que luego se les mantenga en la cárcel.

Asimismo, los partidarios de la pena de muerte han manifestado que este tipo de delincuentes, como Brooks, no tienen ninguna posibilidad de rehabilitación y mucho menos de integrarse de nuevo en la sociedad.

Algunos de ellos, que han conseguido la libertad por distintos motivos, según informes de los jueces, regresarán de nuevo a la cárcel por reincidir en asesinatos, y otros, a los que se les ha conmutado la pena por cadena perpetua, son un verdadero peligro dentro de la prisión.

Además reconocen que una larga espera en el pabellón de la muerte no hace más que crear un estado mucho más agresivo al condenado, y algunos de ellos piden que se les aplique la máxima pena con rapidez.

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