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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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En defensa de la planificación

Dado que para todo comentarista económico de¡ mundo capitalista avanzado parece obvio el fracaso económico de: las economías de planificación central, verdad esta de naturaleza metafísica, pues jamás se molestan en mostrarla con su necesario rigor, me veo obligado a salir al paso de semejante falacia, desautorizando la impertinente repetición de asertos no probados.Es un hecho probado -y si se abre la discusión lo probaré fehacientemente; hoy no- que las tasas de crecimiento económico de los países de planificación central durante toda la posguerra están entre las más altas del mundo -exceptuemos, en todo caso, las tasas de crecimiento de Japón y eventualmente en algunos otros países-.

También está fuera de toda duda que estos países, en su casi totalidad, se han industrializado en un plazo récord, tan breve, que ningún país capitalista que yo haya estudiado lo ha conseguido en tan poco tiempo.

Es irónico e impertinente abultar los problemas de los países del socialismo administrativo y minimizar los gravísimos problemas de las economías capitalistas (entendámonos: impertinente, si pedimos ponderación; muy pertinente, por el contrario, si se trata de maniobras escapistas). ¿Es el paro un gran éxito de la gestión privada? ¿Lo es la agresión pertinaz de la propaganda comercial? ¿El deterioro consumista del hombre? ¿La irresponsable gestión del medio ambiente, que acabará por conseguir un planeta inhabitable?... Por no hablar del caso fuerte: la explotación del hombre, el imperialismo, la alienación por principio.

Los países del socialismo administrativo han conseguido, en algunos casos, excelentes gestiones económícas. Ahí está el Ejército soviético a la cabecera tecnológica de la historia, en competencia con el de EE UU, y está en esa primera línea desde hace más de 35 años. Veintitantos después de la revolución de octubre, y cinco años más tarde de mostrar su mísera situación tecnológica en la segunda guerra mundial.

Además de ello, invitaría al sefíor Ariño Ortiz a que se diera un paseo por determinado tipo de consumo público de los que España tiene la más exasperante carencia: bibliotecas, escuelas de música -para adultos y para niños-, centros de investigación, medios de esparcimiento para la población de todas las edades, determinados tipos de enseñanza, parques públicos urbanos, etcétera.

Sólo un desprevenido puede lanzarse a opinar de la gestión económica de la oriental, donde estas aspiraciones de la población tienden a estar bien cubiertas en un país de infraestructura cultural tan insuficiente -por usar un calificativo aséptico y no emponzoñar la cuestión- como España. No me sorprende la desprevención, ya que viene de una derecha sólo atenta a sus particulares intereses y despreocupada de la responsabilidad que, como clase dirigente, le sería exigible.

Podría seguir la lista, pero es suficiente por el momento para que quienes ven su camino muy trillado vayan meditando su lección.

Los problemas son solubles

Y esta segunda parte es para aceptar los problemas realmente existentes en los páíses del socialismo real, para mostrar que hay problemas, pero son problemas históricos, de evolución, que la humanidad tiene planteados y los va a resolver (en realidad ya tiene suficiente instrumental teórico para abordarlos). Pero son nuestros problemas: los problemas de los socialistas, de los humanistas radicales, de los que confiamos en la importancia de la solidaridad humana no sólo como principio moral, sino, sobre todo, como consustancial a nuestra naturaleza biológica, por más que el capitalismo pretenda combatirla y atrofiarla; de los que proclamamos la acción consciente del hombre sobre su entorno, en vez de ir sobre el caballo desbocado de las fuerzas ciegas del mercado (lo que, creo oportuno aclarar, no excluye la aceptación del mercado como mecanismo de planeamiento). Es decir: son los problemas de todos los que rechazamos el capitalismo y afirmamos el futuro.

Para empezar, resaltaré que es mucho más difícil, y requiere técnicas de gestión más complejas, el dirigir y hacer funcionar un sistema económico sujeto a restricciones tan fuertes como una relativa igualdad de rentas, una política internacional guiada por intereses no económicos, una subordinación del sistema a los objetivos conscientemente elegídos, o el rechazo de intereses y poderes antisociales. Es corto este espacio para pararse en la exposición de cómo estos principios hacen compleja la gestión. Es decir: el punto de partida del socialismo es que el capitalismo no resolvió ni quiere resolver estos problemas elementales. Y ésta es la razón fundamental de la situación: "La herencia de la formacíón capitalista continúa aún actuando, y en ciertos países, también de las formaciones precapitalistas.

Otro aspecto es la falta de un "sistema vegetativo de la economía" suficientemente flexible y en armonía con el plan, que permita un funcionamiento satisfactorio. Ya se han dado algunos pasos: el caso húngaro, en un sentido, y el caso yugoslavo, en otro. Finalmente, la reforma polaca anunciaba la puesta a punto de toda una labor teórica y experimental de todo el mundo socialista. Tampoco es este lugar para exponer los problemas y dificultades surgidos para superar las carencias.

Otro problema además es la falta de armazón teórica, instrumental y práctica para la tarea de la planificación, desde los tempranos comienzos. Pero desde el primer plan quinquenal hasta hoy se ha avanzado mucho. Es otro gran triunfo del socialismo.

Mejor es hablar

Otrosí, el socialismo nació en 1917, en muy precarias condiciones. El capitalismo, como forma económica, es muy antiguo (existía en los remotos tiempos de Babilonia), y como sociedad, moderno (el Dutch en el siglo XVII, la Inglaterra del siglo XVIII). Pero desde el siglo XIV, en que empieza a apuntar, hasta el siglo XVII, en que aparece muy perfeccionado en el Dutch, pasan cuatro siglos de evolución. Y otros tres de desarrollo. Y el socialismo lleva sólo sesenta años funcionando en precarias condiciones. ¿Qué le va usted a hacer, señor Ariño? Nadie nació aprendido.

Por eso, mientras ustedes, los liberales de la última hora (porque los liberales de tradición clásica somos nosotros), dicen sus cosas sobre la empresa pública, sin tener empachos por su falta de rigor, yo tengo en la cabeza una rueda de molino que gira, lenta y pertinaz, repitiendo su estribillo: "Del fracaso económico de la oriental es mejor hablar".

Santiago Santos Castroviejo es economista.

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