_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Una corta vida marcada por violencia

Bechir Gemayel, "el jefe de una tribu guerrera", para sus seguidores, o "el hombre impuesto por el enemigo israelí y elegido bajo la protección de sus cañones", como decían sus enemigos, ha tenido una muerte que a nadie que conociera su agitada vida ha podido sorprender.A dos meses de cumplir 35 años, la corta existencia del jeque Bechir es una larga historia de acciones sangrientas. Ya en sus tiempos de estudiante en la universidad jesuita de Beirut empleaba la barra de hierro y las cadenas para agredir a los estudiantes izquierdistas, aunque su auténtico baño de fuego lo recibiera durante la guerra civil que arrasó Líbano en 1975-76. Nacido el 10 de noviembre de 1947 en la acomodada familia cristianomaronita del farmacéutico Pierre Gemayel -fundador de la falange libanesa (Kataeb) y admirador de Hitler, Mussolini y Franco- Bechir estudia Derecho y Ciencias Políticas mientras desarrolla una intensa actividad militante y militar en el seno de la falange.

Más información
El asesinato de Bechir Gemayel abre un período de peligrosa incertidumbre en Líbano

La guerra civil que estalla en 1975 le lleva a concentrar toda su actividad en el campo de batalla. Rápidamente se convierte en segundo del jefe de las milicias falangistas, William Haoui, al que sucede en agosto de 1976, cuando Haoui muere en combate. Antes Bechir ya ha demostrado su capacidad de acción. En diciembre de 1975, doscientos musulmanes, detenidos arbitrariamente en controles falangistas, son asesinados en el centro de Beirut y al mes siguiente otros quinientos civiles palestinos son también asesinados, en el barrio de chabolas de Quirantaine, acciones ambas que le son directamente imputables.

Su leyenda se va consolidando y en la dura y tensa posguerra participa en múltiples y graves enfrentamientos con los soldados sirios destacados por la Liga Arabe en Líbano, tropas de ocupación, dice, que impiden el exterminio de los palestinos, "pueblo que sobra en la región".

El señor de la guerra, sin embargo, también tuvo que rendir tributo a la violencia en la que desenvolvía o generaba. En 1979 murió su primera hija, una niña de dos años, en un atentado dirigido contra él del que salió indemne como en tantas otras ocasiones. Ahora tenía dos hijos.

Con su desaparición queda sin responder la pregunta de si sería, capaz de actuar a partir del próximo día 23, fecha en la que iba a tomar posesión de la jefatura del Estado, "como un hombre ajeno a las fracciones y a los partidos", tal y como prometiera el día de su elección parlamentaria.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_