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Escaso interés en Montreal por el ciclo de cine español

ENVIADO ESPECIALEscaso ha sido el entusiasmo con que la Prensa canadiense ha seguido el desarrollo del ciclo Cine español de hoy, organizado por el VI Festival de Cine de Montreal. El coloquio final al que se quiso convocar a periodistas y cineastas sólo registró la presencia de nueve extranjeros, entre interesados y acompañantes. Nueve fueron también los españoles que trataron de responder a sus escasas preguntas, presididos por el director general de cinematografía, Matías Vallés, que inauguró el coloquio con una intervención oficialista, triplemente morosa por la necesaria traducción posterior al francés e inglés. Tanto Bigas Lunas como Garci, Emma Cohen, Ladoire, Pilar Miró, Fernán Gómez y el representante en Madrid de la revista Variety, coincidieron en destacar del cine español los mismos valores de calidad que pueden ser aplicables a otras cinematografías, pero se quejaron de su dificultad para ser exportado con normalidad. Sin exportación, el cine español muere. Este ciclo de Montreal es un intento más por superar esa deficiencia.

Esfuerzo inútil en un festival que no ha contado con la presencia de distribuidores canadienses debido al boicot que han decidido hacer este año al director del certamen de Montreal por su reciente convenio personal con la empresa francesa Gaumont, vinculada a la multinacional Columbia y enfrentada, por tanto, a los intereses económicos y culturales de los pequeños distribuidores.

Las películas del ciclo han tenido mejor y mayor eco en el público que en los periódicos. A contratiempo, Función de noche y el último título de Roberto Bodegas, Corazón de papel, han sido comentados por la Prensa con mayor amplitud que otras muestras del conjunto, al margen, claro está, de las dos películas en competición, Volver a empezar, de José Luis Garci y Hablamos esta noche, de Pilar Miró. Para las tres películas destacadas ha habido comentarios elogiosos, aunque la obra de Roberto Bodegas, aún no estrenada en España, fue criticada por su tan absurdo como sorprendente final. Roberto Bodegas debería reflexionar sobre ese tonto estrambote, de igual forma que los responsables de los grandes estudios norteamericanos de Hollywood exhiben sus películas y las reforman antes del estreno oficial.

Y no todos pueden hacerlo. Los directores de Amigos íntimos, de China Popular, La historia de Woo Viet, de Hong Kong y Atrapar a un secuestrador, de Japón, mostradas en la competición, no tienen ya el problema de eliminar o no una secuencia.

Sus películas parten de un error de concepto, que en el caso de La historia de Woo Viet es especialmente grave por cuanto pretende denunciar la injusta realidad de los exiliados vietnamitas que buscan refugio en Manila o Estados Unidos. Tan anegada de sentimentalismo barato, cuando no de violencia inútil, está toda la película, que la buena intención primera se vuelve en su contra.

El público ha recibido con mayor entusiasmo el filme yugoslavo Marathon familiar, que, en clave de disparatado humor, cuenta las aventuras del último miembro de una vieja familia de enterradores que se niega a continuar la tradición.

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