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Clima de guerra en la elecciones de El salvador

Los salvadoreños acuden hoy a las urnas, mientras la guerrilla presiona sobre las grandes ciudades

Muchos salvadoreños que quieran hoy acudir a las urnas tendrán que hacerlo a pesar de los disparos. La frase del general Guillermo García, ministro de Defensa, de que las elecciones iban a celebrarse a cualquier precio, "aun bajo las balas", ha resultado premonitoria. Tal como se esperaba, la guerrilla ha bajado su máquina de guerra de las montañas y desde el viernes hostiga ciudades importantes, como Santa Ana, San Miguel y Usulután, todas ellas capitales de otros tantos departamentos.

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El ministro de Defensa aseguraba ayer por la mañana que todo el país estaba bajo control del Ejército y que la explosión ocasional de una o varias bombas no iba a asustar a los votantes. A esa misma hora, 120 kilómetros al este de San Salvador, Usulután (40.000 habitantes) era una ciudad desierta, sitiada por la guerrilla, que disparaba de todas partes.Usulután era una población silemciosa, en la que apenas se oía otro ruido que no fueran los disparos. Sólo ocasionalmente alguien asomaba el rostro tras una puerta para cruzar luego la calle a la carrera. El jefe de puesto de la Cruz Roja dijo que la situación se mantenía así desde el jueves. Esa mañana habían recogido un herido civil por la zona norete de la ciudad, y trataban de confirmar la existencia de otros veinte heridos.

A cien metros escasos de donde termina la ciudad sale un camino de tierra que conduce hasta Puerto Parada, que la guerrilla ocupó el viernes y mantiene en su poder a pesar de los bombazos que les envía la artillería. Cuatro soldados y ocho paramilitares fueron hechos prisioneros. Apenas a quinientos metros de la carretera avanzan cuatro jóvenes fuertemente armados, vestidos de civil. Alguien les pregunta: "¿Ustedes son de la defensa civil?". "No, somos del Farabundo Martí", contestan. Usulután está a menos de un kilómetro.

Toño, un muchacho de dieciséis años, que lleva ya dos en la guerrilla, dice que llevan semanas combatiendo casi todos los días. Tienen su base cerca de Jucuarán, a unos cuarenta kilómetros. Asegura que en los últimos días no han sufrido ninguna baja y está convencido de que pueden tomar Usulután. "Tenímos órdenes de asaltarla mañana", dice refiriéndose al día de las elecciones. "Si podemos, vamos a entrar". El ruido de un avión de reconocimiento corta abruptamente el diálogo y los cuatro guerrilleros continúan su camino hacia Usulután.

El convoy de Prensa sale de nuevo a la carretera en dirección a San Miguel. A tres kilómetros escasos hay que dejar los coches y continuar a pie porque el puente fue volado con cuatro cargas de dinamita la noche anterior. A lo lejos, junto a otro puente, surgen cuatro siluetas. Fidel, un guerrillero de veintitrés años, explica que mantienen sus posiciones desde hace tres días. Su columna es de sesenta hombres. "Controlamos casi todo el departamento de Usulután, menos la capital", asegura.

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A menos de dos kilómetros, el Ejército ha traído refuerzos y comienza a disparar de pronto con una ametralladora fija. A ratos suenan las bombas. De un frente y otro. La guerrilla está empleando morteros. Mientras los periodistas regresan a sus coches se intensifica el tiroteo. Balas perdidas zumban sobre las cabezas, y todos se tiran de bruces sobre la cuneta.

Si todo sigue así, será difícil que se atreva nadie a votar en Usulután. Lo mismo puede ocurrir en San Miguel y en San Francisco Gotera, donde la guerrilla ronda desde el jueves. ¿Qué va a hacer el consejo de elecciones si en tres de los catorce departamentos apenas consigue cosechar votos?.

Para completar el cuadro preelectoral, un dato de última hora: la guerrilla detuvo y prendió fuego a siete camiones cargados de gasolina que se dirigían hacia San Miguel. Ni siquiera la capital se salvaba de la ofensiva guerrillera. Explosiones y tiroteos esporádicos se registraron desde primeras horas de la mañana. Nadie se explica el optimismo de un Gobierno que en esta situación espera recoger medio millón de votos.

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