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Entrevista:Entrevista con el viceprimer ministro polaco / 1

Mieczyslaw Rakowski: "La sangre hubiera corrido a ríos en Polonia si no hubiéramos declarado la ley marcial el 13 de diciembre"

Pregunta. Mieczyslaw Rakowski, ¿recuerda el día en que nos conocimos aquí, en Varsovia, hace exactamente un año? Le acababan de nombrar viceprimer ministro y yo me dirigía a Gdansk (Danzig) para entrevistar a Lech Walesa. Le pregunté: "¿Qué pasará sí los soviéticos intervienen en Polonia?". Y me respondió: "Todos los polacos se alzarían". Entonces le volví a preguntar: "¿Y qué sucedería si lo hiciera el mismo Ejército polaco?". Y usted me respondió: "Lo aceptarían sin rechistar". Pues bien, señor Rakowski, ni lo aceptaron totailmente, ni lo aceptan, ni se callaron, ni se callan. Mire las pintadas que florecen por los muros de sus ciudades: "El invierno es vuestro, la primavera será nuestra". Mire lo que sucedió en las minas de carbón de Silesia, en las fábricas de Katowice, en los astilleros de Dianzig. ¿O me equivoco?Respuesta. Se equivoca en parte, porque el ejército y la milicia no encontraron mucha resistencia, y se puede decir lo mismo en este momento. No comparto la opinión de quienes creen que era natural encontrar resistencia. No veo que haya una situación potencial para ello. De cualquier forma, no a gran escala. Por supuesto, en los primeros días hubo enfrentamientos en algunas partes del país. Pero, lo repito, no a escala masiva.

Esto, por un lado, se debe a que la operación conjunta del Ejército y la milicia fuiricionó a la perfección, y por otro, a que pilló a todos por sorpresa. Y no debería haber sido así.

En dos ocasiones, a finales de año, advertimos al pueblo y a Solidaridad que, si continuaban la anarquía y los intentos de desintegración del Estado, adoptaríamos medidas extraordinarias.

Sin embargo, y aquí viene la tragedia, no nos creyeron. Los extremistas de Solidaridad estaban convencidos de que, cuando la situación alcanzira el punto del uso de la fuerza, Ejército y milicia se pondrían de su parte. ¡Qué ingenuidad!

A pesar de los rumores extendidos por Occidente, no hubo ni un soldado que se opusiera a la acción. Ni uno sólo. La cuestión es que la ingenuidad no se limitó sólo dentro de las fronteras de Polonia. Occidente tambiién demostró cierta ingenuidad. "Hay tanta gente entre ustedes que creen que Polonia podría, de alguna forma, salirse del orden militar y político establecido desde el final de la guerra. No tienen en cuenta que existen dos bloques en el inundo y que nosotros no podemos simplemente más que acomodarrios a esa situación. ¿Qué esperaban?

P. Lo peor, señor Rakowski, lo peor. Sabíamos muy bien lo que sucedió en Hungría en 1956, en Checoslovaquia en 1968. Incluso ese día de hace un año esperaba ver tanques soviéticos en las calles de Varsovia.

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R. En ese caso tengo que decir algunas palabras en defensa de nuestros amigos soviéticos. No les hemos hecho el trabajo. Naturalmente, no podemos negar que tenemos junto a nosotros a ese enorme aliado, pero tampoco podemos aceptar las tesis norteamericanas: 'Los rusos son los responsables, los rusos son los responsables'. Desde Checoslovaquia ha habido muchos cambios en el mundo socialista, en la misma Unión Soviética, y los rusos no se oponían a las reformas que estábamos llevando a cabo. No, no se oponían. Estaban observando el fenómeno con cierta preocupación, estoy de acuerdo, y desde su punto de vista veían la amenaza. Sin embargo, al mismo tiempo tenían en cuenta las costumbres y tradiciones polacas, intentaban comprender, y al principio no dijeron que el proceso fuera incompatible con los principios del socialismo. En octubre de 1980, cuando Kania (el anterior dirigente del Partido Comunista polaco) fue a Moscú, Breznev no le pidió que estrangulara a Solidaridad. No dijo que Solidaridad pondría en peligro el sistema socialista. Simplemente pidió que Kania controlara la situación, que la controlara social y políticamente. Mire: existen dos tendencias en la Unión Soviética, una propolaca y otra antipolaca, y Breznev pertenece a la primera. Quiere a Polonia. Comprende a Polonia, créame.

"Nuestros vecinos tenían miedo"

P. No, no le creo. Porque hace dos semanas, en la reunión entre Kania y Breznev, Zamyatin denunció a los 'grupos antisocialistas' de Polonia. Y en diciembre de 1980, los representantes de los países del Pacto de Varsovia se reunieron en Moscú para advertir que 'Polonia era socialista y seguiría siendo socialista'. Y el siguiente mes de febrero, en el 26º Congreso del Partido Comunista, Breznev declaró que el socialismo estaba en peligro en Polonia. Y dos meses después se volvió a decir en Praga, al tiempo que Tass definía la situación polaca como una 'insurrección'. Y desde entonces ha habido una multitud de acusaciones, amenazas, insultos como 'orgía de reaccionarios', mientras se estaban desarrollando maniobras militares en las fronteras de Polonia.

R. Los hechos que menciona son ciertos, y la Unión Soviética no fue la única que estaba preocupada. Nuestros otros vecinos, Checoslovaquia y Alemania del Este, también tenían miedo. Y las maniobras militares eran una forma de decírnoslo, estoy de acuerdo. Sin embargo, una cosa es alzar la voz, amonestar, protestar, y otra muy diferente es poner las cosas en práctica. Los intereses estratégicos de hoy no son ya los de hace veinte años, cuando no existían los SS-20 en la frontera entre Polonia y la Unión Soviética.

P. Señor Rakowski, si el cinturón de castidad de los SS-20 era suficiente, ¿entonces por qué vino Mijail Suslov, el recién fallecido miembro del Politburó, a Varsovia a finales de abril? ¿A disfrutar de la primavera polaca?

R. No; porque quería dejar claras sus críticas al desarrollo de los acontecimientos. Estaba en su derecho, y me parece comprensible que estos acontecimientos preocupasen a un ideólogo como Suslov. Pero únicamente explicó su punto de vista, no nos dijo que hiciéramos esto o lo otro, y su viaje no creó una nueva situación en Polonia. Quiero decir que no detuvo las reformas. Créame, por favor, créame: en cuestiones internas somos más libres de lo que usted piensa.

P. Y, sin embargo, a finales de noviembre, cuando las cosas estaban yendo demasiado lejos e incluían manifestaciones antisoviéticas, el general Viktor Kulikov, el comandante jefe del Pacto de Varsovia, vino a Varsovia. Y, al parecer, dijo: "Si no lo hacéis vosotros, lo haremos nosotros". Y luego se quedó a ver la autoinvasión.

R. Me opongo, me opongo con todas mis fuerzas a esa palabra, autoinvasión. El 13 de diciembre no invadimos nuestro propio país, lo salvamos. Y Kulikov no vino a traer ningún diktat. Vino por otras razones totalmente diferentes.

P. De acuerdo. ¿Vino a ver a su novia, o a pescar en el río Vístula?

R. Digamos que quizá vino a recordarnos que era el jefe del Pacto de Varsovia, que no lo olvidáramos. Bueno, no exactamente a nosotros quizá, sino a los aventureros de Solidaridad. La cuestión es que no le hicieron mucho caso, no les preocupó. Creían con demasiada convicción que los rusos estaban psicológica y políticamente dispuestos a aceptar los cambios en Polonia e incluso a aceptar el hecho de que Solidaridad estaba a punto de convertirse en el poder principal del país. No es un secreto que hubieran estado dispuestos a tratar con los rusos cuando estuvieran en el poder. Pero usted no me cree. ¿Qué sentido hay en que sigamos si usted no me cree?.

"Quizá confié demasiado en Solidaridad"

P. Para llegar a la verdad, señor Rakowski, dejando aparte a Kulikov y a Suslov, ¿cuándo decidieron declarar la ley marcial? ¿En primavera, en verano, en otoño?

R. No, no y no. No es cierto que hayamos estado meses preparando la ley marcial. El general Wojciech Jaruzelski (el primer ministro) no quería pasar por eso; tenía suficiente imaginación para saber lo que eso significaría. Es un militar de un tipo muy especial. Es muy sensible, muy inteligente; es un humanista. Deseaba una solución pacífica.

Por eso propusimos la idea de un frente de conciliación nacional. Por eso, el 4 de noviembre, se reunió con el arzobispo Josef Glemp, primado católico de Polonia, y con Walesa y discutió la posibilidad de incluir a Solidaridad en el Gobierno. Algo que los soviéticos hubieran aceptado, créame. Tenía tantas esperanzas de conseguirlo... Cada vez que esos locos rechazaban algo que habíamos propuesto y nos escupían el no, él contestaba: "Volvamos a intentarlo". Y todas las veces yo le decía: "Es imposible, no escuchan. Yo abandono". El repetía: "Vuelve a intentarlo".

P. ¿Hizo usted eso?

R. Como usted sabe, fui el encargado de negociar con Solidaridad. Fui quien propuso la idea de colaboración. Creía en ella. Pero a finales de agosto, cuando al portavoz de Solidaridad, Janusz Onyskiewicz, se le preguntó sobre la colaboración en una conferencia de Prensa, respondió: "¿Qué colaboración? No existe tal palabra". Entonces comprendí que era el final de mis esperanzas, la muerte de una idea. Me dije que quizá había confiado demasiado en ellos, que quizá no habían tenido jamás las intenciones que les atribuía, que quizá se habían estado preparando desde el principio para un enfrentamiento con el propósito de tomar el poder, y declaré a la agencia de noticias polaca: "La colaboración ha acabado". Pero Jaruzelski me dijo: "Vuelve a intentarlo". Y lo volví a intentar.

Volvimos a intentarlo, mi,entras el país se hallaba conmocionado por huelgas, tensiones, manifestaciones, abandonos de fábricas, y todo llamamiento caía en oídos sordos. ¿Ve el mapa que hay en esa pared? Estaba literalmerite cubierto de banderitas, y cada una representaba una huelga. Usted no sabe lo que eso significa porque vive en Nueva York, en donde las tiendas están abarrotadas cle alimentos, de mercancías, y se puede comprar lo que se quiera. Pero aquí, en agosto de 1980, cuando nació Solidaridad, todavía se podía comprar algo en las tiendas. En agosto de 1981 estaban vacías. La producción había descendido un 25%, la producción de carbón había descendido en treinta millones de toneladas y los alimentos escaseaban. Nos habíamos, convertido en los mendigos de Europa, y ningún país de Europa o de cualquier otra parte quería irriesgar ni un solo céntimo más por nosotros. ¿Por qué iban a hacerlo? No teníamos nada que darles a cambio; nada, excepto la ptlabra libertad. Grábese esto en su mente: Solidaridad ya no era un sindicato; era un movimiento dirigido por un puñado de anarquistas.

"Es usted una anarquista"

P. Era una revolución, señor Rakowski. Una revolución espontánea.

R. Nosotros lo llamamos contrarevolución.

P. ¿Y cuándo demonios han hecho ustedes una revolución? Lo suyo no fue una revolución fue una toma del poder facilitada por una sucia treta de Stalin.

R. Es usted una anarquista. Es usted una anarquista.

P. Si usted lo dice. Pero no vamos a discutir sobre eso. Conteste a mi pregunta sobre la ley mircial. Se la haré de otra forma. ¿Cuándo empezaron a limpiar las botas de los soldados?

R. Tras la reunión que SoIidaridad celebró en Radom, a finales de noviembre, la reunión en la que dijeron, a puerta cerrada, que debían pedir abiertamente el poder, Walesa declaró: "Es inevitable el enfrentamiento, y lo tendremos. Las conversaciones no eran más que un truco; a partir de este momento veremos quién engiña a quién". Sí, el momento de la ruptura fue Radom, no antes, cuando el Congreso de Solidaridad pidió elecciones administrativas libres, etcétera. Radom nos asustó. No era ya una cuestión de palabras.

En Radom empezaron a organizar una milicia de obreros en las fábricas y en las minas; también anunciaron una huelga general con manifestaciones callejeras

Entrevista con Mieczyslaw Rakowski, viceprimer ministro placo

para la segunda semana de diciembre. Los más acalorados eran los de la región de Mazowsze, las afueras de Varsovia. Se habían vuelto totalmente locos. El 28 de noviembre, cuando Jaruzelski intentó hacer aprobar una ley que detuviera las huelgas y les pidió a los líderes de Solidaridad que se contuvieran, la respuesta fue una enorme carcajada.Entonces convocaron la huelga general para el 17 de diciembre. Indudablemente, esto hubiera supuesto el enfrentamiento que habían expuesto en Radom. Un baño de sangre. La guerra civil. En ese momento, la única alternativa a la ley marcial era levantar los brazos y dejar que nos destruyeran, que destruyeran al Estado mismo. ¡Créame!, por favor, ¡créame!

"Era una decisión necesaria, pero trágica"

P. No. ¿Quiere que me crea que tina operación tan cuidadosamente preparada como la de quebrar los huesos a una revolución fue organizada en unas dos semanas?

R. Menos de dos semanas, lo crea o no. Debe darse cuenta de que las operaciones del estado de guerra estaban en una caja fuerte desde julio de 1944, es decir, desde el nacimiento de nuestro Estado. Se renovaban continuamente, porque nuestra Constitución, desgraciadamente, no considera el estado de emergencia. Por eso estaba todo listo cuando Jaruzelski me llamó a su despacho en la tarde del viernes 11 de diciembre, y yo ya estaba psicológicamente preparado.

Jaruzelski estaba muy serio, más serio que nunca. Levantó la vista y dijo: "Ha llegado el día. Es para pasado mañana, el día 13". Asentí con la cabeza y respondí: "Entiendo". No había nada que afíadir. Después de eso, sólo hablamos de aspectos técnicos, del discurso que ya había escrito y que diría por radío el domingo por la mañana.

P. ¿Cómo durmió esa noche?

R. No dormí.

P. ¿Por que el 13 da mala suerte?

R. No, porque estaba triste; porque habíamos fracasado; porque era una decisión necesaria, pero trágica al mismo tiempo, un desastre nacional. Y también porque me daba cuenta de que estábamos a punto de dar un paso histórico, a punto de escribir un nuevo capítulo de la historia de Polonia.

P. A punto de enviar a la cárcel a gente a quien llevaban casi un año dando la mano. A punto de decepcionar a todos los que pensaban que era usted un liberal y que le odiarían a partir de ese momento. A punto de engañarse a sí rnismo, al hombre que unos meses antes había dicho en público: "Cualquier método que difiera del diálogo y de la solución política podría provocar un desastre nacional. Está teniendo lugar en este país un proceso profundo de revolución, un cambio histórico del que no podemos prescindir". Señor Rakowski, ¿por qué no dimitió esa misma tarde? ¿Tan irresistible es el dulce olor del poder?

R. Eso es injusto. Todo el mundo sabe que no necesitaba este poder para ejercer el poder. Desde hace veinte años he sido un periodista poderoso, director de Polityka, la inejor publicación política de Polorila y una de los mejores de la Europa del Este. ¡Un millón de lectores! Mi opinión contaba y con mis artículos me he estado enfrentando a los tontos que había en mi partido y en el Gobierno desde mucho antes que los demás. He defendido la necesidad de reformas y de los sindicatos independientes desde mucho antes que Solidaridad.

Toda una generación política se ha formido con Polityka. Pero ninguno de esos demagogos y anarquistas me lo han reconocido. Ni uno solo ha dicho jamás: "Seílor Rakowski, sabemos que usted era el luchador". ¡Ninguno, ninguno! Cuando me daban la mano no había más que odio en su mirada, con excepción de Walesa.

Ya conocía su odio, y le prometo que no me preocupa si murmuran: "Con lo liberal que era Rakowski y ahora forma parte de un grupo militar". El complejo de culpabilidad que le gustaría encontrar no existe, y no pensé en dimitir ni siquiera un segundo. Con mi conciencia limpia, regresé a trabajar al día siguiente. Con la conciencia limpia, esa noche fui a una fiesta con mi esposa.

"Demasiados muertos, pero pudo haber sido peor"

P. ¿A una fiesta?

R. Sí, a una fiesta de unas treinta personas del establishment de Varsovia. Había prometido ir y debía comportarme como si todo estuviera normal. Fui, hablé, escuché opiniones diferentes y, a las once, me marché, diciendo que tenía algo que hacer en mi despacho. Alrededor de la media noche comenzó la operación.

P. Entiendo. Señor Rakowski, ¿mantuvieron esa conciencia limpia todos los miembros del Gobierno cuando les informaron de las brutalidades cde la milicia, por no hablar de la matanza de los mineros cuatro días después?

R. Escuche; la Prensa occidental ha dicho tantas cosas: que pegaban a la gente, que les tenían inhumanamente a la intemperie, al frío. Fue una operación muy amplia; es posible que sucediera algo lamentable. Pero incluso si mencionara caso por caso, le respondo: por supuesto que ese caso es importante para ese ser humano, pero, en la totalidad, no cuenta. En la política el individuo no cuenta.

Las muertes de Wujek (una mina de carbón de Katowice) fueron un trágico episodio, que pudo y debió ser evitacio. La orden era de no disparar. Cuando se produjo el enfrentamiento entre los mineros y la milicia, la tarde del 16 de diciembre, nos llamaron dos veces para pedirnos permiso para emplear las armas. Y dos veces Jaruzelski contestó: "no, no y no". Entonces volvieron a, atacar los mineros y alguien perdió el control.

Hubo ocho (sic) víctimas allí mismo y una octava murió en el hospital. Tambiéin, hubo un noveno muerto en Danzing, y un décimo en Varsovia. Derr.iasiados, cuando pienso que esperábamos dirigir toda la operación sin una sola víctima. Pero pudo haber sido peor. Ayer, una personalidad católica muy importante me dijo: "Haciendo un cálculo pesimista, esperaba 2.000 muertos; siendo optimista, por lo menos cien".

P. Qué detalle por su parte, qué clemente. Ahora, perdone mi brutalidad y dígame, por favor, ¿no recordó ninguno de ustedes, los que están en el poder, que esos individuos que no cuentan en la política eran proletarios, que su sistema afirma representar a los trabajadores desarmados en su búsqueda de dignidad y libertad?

R. ¡Libertad, libertad! Durante doscientos años, los polacos no vendieron más que libertad; Chopin, la Polonesa. ¿Qué tipo de libertad es una libertad que no da nada que meter en el estómago? Los locos de Solidaridad les metieron a esos pobres trabajadores las ideas menos realistas sobre la libertad, y mire en qué situación estamos. De acuerdo, quizá este sistema no sea magnífico, quizá sea culpable de muchos errores, pero, paso a paso, estaba avanzando.

¿No sabían dónde está situada Polonia? ¿No sabían cómo está dividido el mundo? Hay que situar a la libertad en el marco de una situación específica, de una realidad. Repito que la sangre hubiera corrido a ríos si no hubiéramos declarado la ley marcial el 13 de diciembre. Y después hubiera venido la guerra civil, de manera que hubieran tenido que entrar las fuerzas del Pacto de Varsovia.

Sí, en ese caso hubieran entrado, porque una guerra civil no hubiera sido asunto exclusivo de Polonia y la Unión Soviética. Hubiera influido en el equilibrio existente actualmente en el mundo, con Dios sabe qué consecuencias. Y luego, el mundo no hubiera gritado: "¿Qué tipo de políticos sois? ¿Por qué no lo impidieron con la ley marcial, por qué obligaron a intervenir a las fuerzas del Pacto de Varsovia?"

P. Usted lo dijo, por fin. Pero quiero estar segura de haber comprendido bien dos cosas. Si la ley marcial no hubiera sido impuesta me dijo usted, hubiera estallado la guerra civil y los soviéticos hubieran intervenido.

R. Yo prefiero decir las fuerzas del Pacto de Varsovia.

P. De acuerdo, las fuerzas del Pacto de Varsovia. Bueno... quizá no les han hecho el trabajo, pero no hay duda de que han actuado por miedo a ellos. ¿O debería decir por sentido del deber?

R. Ni lo uno ni lo otro. Lo hicimos por prudencia.

P. Digamos que por Yalta, por esos dos bloques que dividen al mundo. Ahora deben tener excelentes relaciones con la Unión Soviética. Ni más advertencias, ni más amenazas, ni más insultos.

R. Soy un defensor convencido de la necesidad de mantener fuertes lazos con la Unión Soviética. Creo firmemente que nuestra posición está junto a la Unión Soviética. Por supuesto, tengo mi orgullo nacional, quiero ser independiente y que me traten como a un igual, pero digo que Polonia debe mantenerse muy próxima a la Unión Soviética. Lo digo como realista, no sólo como comunista. Los rusos son un pueblo eslavo, son ricos, suponen un mercado enorme. Les necesitamos. ¿En qué otra parte lograríamos las materias primas que logramos en la Unión Soviética? ¿Qué país de Occidente podría vendernos tal cantidad de crudo, de hierro, de algodón, y de todo los demás? La gente de Solidaridad despreciaba a la Unión Soviética, No se me ocurre una irracionalidad sin más base, tanta estupidez. La misma estupidez que hemos tenido en el pasado, cuando nuestra filosofía y nuestro comercio estaban orientados hacia Occidente. Además, ¿qué hay de malo en ser fuertes con ellos? Stalin quería que Polonia fuera fuerte porque, decía, era bueno para la Unión Soviética. Tenía razón. Polonia es un país amplio y llano donde los vientos soplan muy fuerte en todas direcciones, y cuando sucede esto, no sólo se vuelan los sombreros, también las cabezas. Quiero decir que es un territorio que todos los Ejércitos han atravesado para invadir Rusia, y esto tiene que acabar para siempre.

P. Ama usted mucho a los soviéticos, ¿no?

R. Por supuesto, y no exclusivamente por intereses económicos, Algunos de mis mejores amigos; están en Moscú; paso unas noches: maravillosas bebiendo vodka y hablando con ellos. Entienda, también en Polonia hay dos tendencias históricas: una prorusa y otra antirusa. Ambas son comprensibles a causa de las divisiones que hemos tenido que soportar durante siglos. Yo pertenezco a la tendencia prorusa, porque esas divisiones arrojaron tres sombras sobre Polonia: la sombra de Austria, la sombra de Prusia y la sombra de Rusia. Nací y me crié donde Ia sombra de Rusia no había llegado. La sombra que oscurecía mi pueblo era alemana.

En 1939, cuando tenía doce años, ejecutaron a mi padre por patriota. Y lo hicieron los alemanes. Por el contrario, fueron los soviéticos quienes nos liberaron cinco años después.

Para Oriana Fallaci, esto explica muchas cosas. "Pero ya basta de soviéticos. Volvamos a los polacos y pronunciemos el nombre fatal: Lech Walesa", afirma la entrevistadora.

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