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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El violoncellista Gueringas y el director Weller, en un programa infrecuente

La actuación del violinista lituano David Gueringas (1946), constituía, sin duda, el punto culminante del último programa de la Orquesta Nacional. El discípulo de Rostropovitch posee personalidad propia, de manera que su arte, de alta técnica y riguroso estilo, se diferencia notablemente del de su maestro. Para empezar, el sonido de Gueringas está siempre controlado, obediente a un ideal sonoro más cuidador de una calidad aterciopelada que de la gran voz.La vocación romanticista de Rostropovitch se torna en su discípulo tendencia natural hacia valores clásicos. De ahí la grave serenidad con que abordó el Concierto en re menor, de Edoward Laló, página ceñida a los gustos de su tiempo y de su ambiente, cuya virtud princial -al lado de las ideas felices y el buen oficio- reside en el excelente tratamiento del violoncello. Gueringas nos dio una versión más que impecable: preciosa en toda la exigencia del término. Altamente poética, tanto por la naturaleza sonora, como por las formas de fraseo y articulación; virtuosista sin exhibicionismo, íntima y, sin embargo, plena de poder comunicativo.

Concierto en re menor, de Edoward Laló

Orquesia Nacional de España. Director: W. WeIler. Violoncellista: D. Gueringas. Obras de Dvorak, Laló y Glazunov. Teatro Real. 22 de enero.

Del maestro vienés Walter Weller (1939) ha de elogiarse tanto su experiencia como su voluntad de expresión personal sin, por ello, romper nunca los límites ideales que contornean un limpio estilo. A los 41 años, Weller circula con comodidad por los más importantes pupitres de las orquestas europeas y americanas, con especial dedicación londinense (es director principal de la Real Filarmónica) y larga presencia en Estados Unidos.

Mucho más atractiva en su orquestación, su forma y su ideología es la Quinta sinfonía, de Glazunov, hija del romanticismo alemán y de Rimsky Korsakov, conectada de algún modo con Tschaikowsky, pero sin la potencia y la imaginación instrumental propias del autor de la Patética. Conforme a los principios esbozados, Walter Weller entiende la obra de Glazunov desde un doble prisma: un mendelssohnismo que se acentúa en el scherzo y un carácter nacional que no falta ni siquiera en el scherzo, para culminar en las directas alusiones tradicionales del movimiento final.

Weller se apuntó un triunfo notable con un programa no muy propicio al entusiasmo del auditorio, que dedicó sus más largas ovaciones a David Gueringas. Importa subrayar en éste, como en anteriores conciertos, una evidente elevación de calidad en el quehacer de la Orquesta Nacional.

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