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El plan Fahd para Oriente Próximo, centro de los debates de la 12ª "cumbre" árabe de Fez

Los ministros de Asuntos Exteriores de los veintiún países miembros de la Liga Arabe (Egipto está excluido desde la cumbre de Bagdad de 1978) se reúnen a partir de hoy, en Fez, para elaborar el orden del día de la próxima 12ª cumbre que se inicia el 25.

Más de quinientos periodistas, un millar de guardaespaldas, otros tantos secretarios y acompañantes, una treintena de ministros y algo más de quince jefes de Estado, según esperan los marroquíes, serán alojados en cuatro ciudades diferentes: la propia Fez, Mequinez, Ifrane y Sidi Harazem, con todos los gastos pagados por una Liga Arabe, que no en vano incluye a los Estados con más excedentes financieros del mundo.Un impresionante servicio de protección con helicópteros, vehículos de comunicaciones, ambulancias, patrullas permanentes por Fez, que ha sido cuadriculada al milímetro para que nadie pueda estar en un espacio que no corresponda a su función, protegerá a los jefes de Estado. La ciudad, sus hoteles, edificios, calzadas, carreteras y jardines han sido remozados a un coste de 170 millones de dirhams (unos 3.100 millones de pesetas), en un gesto de extraordinaria hospitalidad marroquí.

No existe realmente nada nuevo entre Israel y los árabes en vísperas de la 12ª cumbre árabe de Fez. Desde la guerra de junio de 1967 hasta hoy, todos los proyectos de paz para Oriente Próximo han girado en torno a dos cuestiones capitales: ¿reconocerán los árabes al Estado de Israel? ¿Admitirá Israel la creación de un Estado palestino en los territorios que conquistó en 1967?

Estas dos propuestas estaban ya contenidas en la resolución 242 de noviembre de 1967, que puso fin a la guerra, y la 338 que la complementa y que fue resultado de otra contienda más en 1973. La mayor novedad del plan de paz saudí, conocido con el nombre de su promotor, Fahd Ibn Abdelaziz, que con toda certeza va a ser el centro de los debates de la 12ª cumbre de Fez, es que por primera vez un país árabe es el que propone como suyas sugerencias para la paz que, grosso modo, ya estaban contenidas en resoluciones anteriores.

33 años de conflicto

Durante los 33 años que ya ha alcanzado el conflicto, los árabes han sido invitados a pronunciarse sobre proyectos de paz ajenos. En Fez deberán decidirse por uno propio que, desde que fue anunciado en agosto pasado, les divide anticipadamente. Esta es la causa de que el líder libio, Muamar el Gadafi, no venga a Fez porque no quiere ser "cómplice de una nueva traición a Palestina".Es verdad que, desde 1948, un pasatiempo favorito de los árabes entre guerras es sorber te con hierbabuena en posición de loto y escuchar la canción Radyiun (Volveremos), de la célebre cantante libanesa Feyruz, que aviva la nostalgia por la tierra perdida y la esperanza en el regreso.

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La época entre los años 1948 y 1967 es la de las bravuconadas y excesos verbales que harían decir al extinto periodista libanés Eduard Saab que en el mundo árabe "debería prohibirse el uso del superlativo, bajo pena de cárcel".

La imagen de la causa árabe de entonces era la ofrecida por el primer ministro sirio Jamil Mardam, que decía poco antes de la guerra de 1948: "Bastaría que los cuarenta millones de árabes que somos, nos armásemos de bastones para echar a todas esas bandas de sionistas al mar", y la del general sirio Amín el Hafez, que pedía antes de la siguiente guerra: "Dadme tres horas y me planto en Tel Aviv".

Los veintiún Estados que concurrirán a la cumbre de Fez constituyen un conglomerado humano de más de 150 millones de seres a quienes el petróleo les da un arma temibIe. Esta vez, sin embargo, todo apunta más hacia el lenguaje de la paz y la negociación.

El padre Nasser

A la muerte de Nasser, en 1970, se dijo que el mundo árabe perdió un padre. Después del asesinato de Anuar el Sadat, en octubre, se dijo que había perdido un Caín. Arabia Saudí, que se creía que iba a heredar el liderazgo político tras la desaparición de Nasser, reivindica ahora ese papel con toda la fuerza que le pueda dar el plan Fahd.Después de Libia, Siria parece ser quien más abiertamente ha rechazado el plan Fahd no obstante ser Arabia Saudí su principal soporte financiero. Las razones de Siria son muy particulares, y residen en su ambición por conservar libertad de acción en Líbano e influencia sobre el radicalismo palestino. Una posición contradictoria, ya que Damasco aceptó la resolución 242 de la ONU.

Los otros países, del Frente de la Firmeza, Argelia y Yemen del Sur, han mostrado reticencias, pero su posición final sobre el plan Fahd sólo será, conocida al final de la cumbre de Fez. Los radicales, no obstante, se encuentran en una situación embarazosa desde el pasado 14 de octubre, cuando Yasir Arafat, jefe de la organización Al Fatah y presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), anunció en Japón su respaldo al plan Fahd.

Es verdad que la postura de Arafat dista mucho de recibir el aplauso unánime, no ya de la OLP, en donde al plan Fahd se oponen los radicales del Frente Popular y del Frente Democrático, sino incluso dentro de su propia organización, Al Fatah. En cualquier caso, el "ministro de Asuntos Exteriores" palestino, Faruk Kaddumi, también de Al Fatah, dijo que el plan Fahd le parecía "una iniciativa inoportuna" y que para que diese frutos, "los árabes deberían equilibrar primero el poderío militar de Israel". Más que ningún Estado árabe embargo la OLP depende para su funcionamiento de la financiación saudí.

Lo que está claro es que el plan Fahd puede ser la muerte de los acuerdos de Camp David, rechazados por todos porque llevaron a la paz separada de Egipto con Israel. El sucesor de Sadat, Hosni Mubarak, dijo a los pocos días del asesinato de Sadat al Washington Post, que su tarea principal sería reconciliarse con su oposición interior y con los principales países árabes. El precio de esta reconciliación no puede ser otro que los acuerdos de Camp David.

Estados Unidos, que sigue defendiéndolos públicamente como "el único proceso de negociación en marcha", parece apostar ya por el plan Fahd. Más aún para los opositores, este no es más que un "Camp David disfrazado". Algunas revistas financiadas por ellos han hablado de un eje El Cairo-Tel Aviv-Riad, bendecido por EE UU.

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