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Reagan decidirá probablemente una limitación de los gastos militares norteamericanos

Aparentemente, Ronald Reagan descansa plácidamente en su residencia veraniega de Santa Bárbara, en California. Pero la procesión, sin duda, va por dentro, porque dentro de pocos días el presidente de Estados Unidos tiene que resolver un dilema que no admite espera: cañones o mantequilla, o, dicho de otra forma, gastos militares o un presupuesto equilibrado. Y todos los indicios tienden a que, para el bien de la distensión internacional, el presidente se va a inclinar hacia la consecución de la segunda premisa.

La decisión va a ser dolorosa, porqué pondrá un poco en entredicho toda la retórica en la que se había basado parte de la plataforma electoral que llevó a Reagan a la Presidencia de Estados Unidos el pasado mes de enero. Esta retórica partía del hecho repetido hasta la saciedad en todas las intervenciones públicas del presidente de que la Unión Soviética era una potencia agresiva y expansionista con una política basada en conseguir la superioridad militar sobre Estados Unidos. De ahí que esté país estuviera obligado a realizar los gastos militares necesarios para conseguir una nueva balanza o equilibrio de fuerzas.Pero los números cantan. Seguir adelante con los gastos militares propuestos por el secretario de Defensa, Caspar Weinberger, para los próximos cinco años, estimados en más de un trillón de dólares, supondría la imposibilidad de conseguir un presupuesto equilibrado para 1984, otra de las piezas angulares de la política económica de esta Administración, y terminaría con las esperanzas de conseguir una economía boyante en unos moméntos en que por primera vez en anos los signos de la economía americana son francamente alentadores.

En unos momentos en los que la inflación se está reduciendo, la actividad industrial mejora, la tasa de desempleo no aumenta y los costes presupuestarios semi positivos han pasado felizmente la barrera del Congreso, un déficit presupuestario que ya se estima entre 20.000 y, 40.000 milllones de dólares para el año fiscal próximo podría otra vez traer a la economía arnericana la temida staflation, es decir, el estancamiento más la inflación.

Recortar los gastos militares

De ahí que Reagan esté pensando seriamente ante el consejo de sus dos asesores económicos más influyentes el secretario del Tesoro, Donald Reagan, y el director de la Oficina Presupuestaria, David Stocker -el joven mago de la política económica republicana-, meterle el diente al incremento de los gastos militares, ya que todas las demás partidas presupuestarias han sido recortadas al máximo y unos cortes adicionales supondrían una carta política absoluta mente inaceptable.Y, en concordancia con lo que parece que será la línea de actuación próxima de la Presidencia ya han empezado las filtraciones en este sentido procedentes de fuentes de la Casa Blanca y del Congreso. El primer sacrificado va a ser el proyectil intercontinental de cabezas múltiples MX o, mejor dicho, su forma de lanzamiento. Las tesis primitivas de Reagan y Weinberger de construir una flota de aviones para el lanzamiento del misil desde el aire parece que van a ser arrinconadas, por su excesivo coste, el favor de un sistema de lanzamiento desde silos en los Estados de Nevada y Utah. Incluso parece que, ante la oposición de los ecologistas y de los mormones, no va a ser construido un nuevo sistema de silos subterráneos, sino que van a ser utilizados los ya existentes para los proyectiles Minutemen.

Para conseguir su invulnerabilidad, los MX estarían siempre en movimiento, bajo tierra, de un silo a otro, para impedir la posibilidad de su destrucción por un ataque ruso por sorpresa. Como se ve, la lección de Pearl Harbour, donde toda la flota estaba concentrada en el mismo puerto, todavía se recuerda cuarenta años después de la tragedia. Por las mismas razones, es muy posible que se decida a favor de la construcción de un bombardero B-1 pilotado, y no dirigido, y se escoja para la Marina un programa de construcción de barcos pequeños para corribatir la amenaza de los submarino soviéticos, en lugar de pronunciarse a favor de los grandes portaviones nucleares del tipo del Nimiz o el Forrestal.

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Las relaciones con la URSS

Todo este replanteamiento de la política de gastos militares no puede dejar de traducirse en un nuevo planteamiento en las relaciones con la Unión Soviética, porque, en opinión de los funcionarlos del Departamento de Estado, los rusos tarribién atraviesan dificultades, que pueden acelerar el diálogo entre las dos superpotencias. Porque es evidente que la URSS sigue sin conseguir la dominación de Afganistán, a pesar de contar con 85.000 hombres en las tropas de ocupación; en Angola se empieza a cansar de los asesores cubanos, y tanto Cuba como Vietnam son dos cargas pesadas para la economía soviética. Por tanto, existe la posibilidad de que Moscú sienta más acuciantemente que Washington la necesidad de intentar poner fin a la carrera de armamentos.Si estas especulaciones se cumplen, se demostrará, una vez más, que una cosa es predicar y otra dar trigo, y que casi siempre una cosa son las promesas de los gobernantes en campaña electoral y otra muy distinta los actos que se ven obligados a realizar cuando se sientan en el sillón de mando.

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