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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Empresa y Democracia

La empresa es una realidad económica y social básica en el mundo de hoy. En la empresa conviven durante los mejores años de su vida muchos millones de personas, prestando al quehacer productivo lo más noble que puede ofrecer el ser humano, cual es su trabajo. Bien sea en su condición de empresarios, directivos, mandos intermedios, empleados y trabajadores en general. En la empresa se, hacen inversiones, se crean puestos de trabajo y se reparte la renta generada entre los distintos agentes económicos que han contribuido a su formación. La empresa es, por tanto, el principal escenario en él que se plantean diariamente los. inevitables conflictos que se derivan de las relaciones entre el capital y el trabajo o simplemente entre los que mandan y los que obedecen.En el artículo 38 de nuestra Constitución se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado y asimismo se indica que los poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general y, en su caso, de la planificación. En el articulo 128-2 se reconoce La iniciativa pública en la actividad económica, reservando mediante ley al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio, y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiese el interés general.

La existencia de una pujante clase empresarial y de un sector público fuerte y eficaz, que complemente y refuerce la iniciativa privada, son fundamentales, pues, en una sociedad democrática como la nuestra. Y mucho más en. una época de crisis económica generalizada y profunda como la que actualmente estamos padeciendo, cuya secuela más dolorosa es el creciente volumen de desempleo, que amenaza con dar al traste con el régimen de libertades recién instaurado y todavía no suficientemente consolidado.

No faltan en España economistas, técnicos y políticos que culpan a la intervención estatal -al sector público, en definitiva- de los males de mercado a la vieja usanza, como en los más gloriosos tiempos del liberalismo económico. Es cierto que el sector público constituye hoy día una pesada carga para la economía nacional, por su falta de eficacia: la mayor parte de sus recursos se dedican a gastos corrientes; entre sus funcionarios existe un elevado paro encubierto; buen número de las empresas públicas saldan sus cuentas con unos déficit injustificados; la financiación de los déficit del presupuesto estatal está reclamando de manera urgente un control eficaz del gasto público. Y también es verdad que el fomento de la competencia interior y exterior -la potenciación del mercado, en definitiva- es fundamental para aumentar la eficacia de las empresas y sanear las estructuras productivas. Sin embargo, la existencia de un sector público poderoso y eficiente es condición sine qua non para poder salir de la crisis; la historia nos enseña que es. en tiempos de crisis cuando los planes económicos tienen que ser más rígidos y el sector público más beligerante. Ahora bien, muy poco podría hacer el sector público si no se cuenta con un sector empresarial privado fuerte y vigoroso, al que el sector público tiene que potenciar en vez de obstaculizar.

La clase empresarial

La salida de la crisis y la posterior conquista de una etapa de prosperidad económica no se puede alcanzar sin el concurso activo de la clase empresarial y la clase «directorial» o «managerial», ya que, junto con la clase trabajadora y el Estado, son los verdaderos actores de la actividad económica. Equívoca o malévolamente, al empresario se le ha venido identificando con frecuencia en nuestro país con el especulador o mercachifle. Hay que dignificar la función empresarial, así como la función de los cuadros directivos o mandos intermedios, quienes silenciosamente realizan un trabajo vital para la empresa, cualquiera que sea la naturaleza de ésta, y, por tanto, también para la sociedad en general. Pues al igual que en la sociedad actual se necesitan líderes políticos, son necesarios también los líderes económicos, y éstos son precisamente los empresarios.

En España tenemos ya hoy día -y de ello hay que congratularse- una importante clase empresarial. Sin embargo, en un momento como el presente tan crucial para nuestro país, una buena parte de nuestros empresarios se hallan muy desorientados y desanimados.

Le falta al empresario español ese optimismo espontáneo -que Keynes denominó «animal spirits»- de los hombres de negocios, que les lleva a realizar inversiones sin tener en cuenta -muchas veces- si van a generar o no beneficio positivo, y que convierte al queha cer económico en una especie de juego o lotería.

Ello se debe, a nuestro juicio, a las siguientes causas. En primer lugar, la crisis económica mundial que estamos padeciendo ha hecho descender considerablemente la tasa de ganancia o beneficio, aunque en unas actividades más que en otras, desde luego, que es el principal motor de toda actividad empresarial privada. En segundo lugar, porque la financiación ajena empresarial se ha encarecido considerablemente durante los últimos años, lo que constituye, a nuestro juicio, una de las principales causas de la atonía inversosa y de la falta de creación de puestos de trabajo, pues con un coste del crédito superior al 20%, en una época de reducida tasa de ganancia o beneficio como la actual no se les puede pedir a nuestros empresarios que inviertan, a no ser que se quiera que trabajen gratuitamente para las instituciones financieras.

En tercer lugar, porque desde los comienzos de la crisis en 1973-1974 seguimos sin tener en España un plan económico a medio y largo plazo coherente y serio que elimine o reduzca algunas de las muchas incertidumbres que enturbian el horizonte económico de nuestros empresarios, para que éstos puedan programar inversiones a largo plazo, que son las que crean puestos de trabajo estables, en concordancia con la nueva situación de la división internacional del trabajo; asimismo, racionalizar el sector público y definir el campo de actuación de la empresa pública; clarificar y actualizar el marco institucional legal que afecta o condiciona el funcionamiento de la empresa privada en una economía de mercado. Por último, y en cuarto lugar, a la mala Prensa de que han sido objeto nuestros empresarios durante los últimos años; su imagen ha sido deteriorada sistemáticamente y su importante función social ha sido puesta en entredicho muchas veces.

El retraso de la tan deseada incorporación de España a la Comunidad Económica Europea está suponiendo también una importante fuente de incertidumbre para nuestros empresarios, ya que ello va a suponer importantes cambios en la actual orientación de nuestras estructuras productivas. Es urgente que los responsables de nuestra política exterior le clarifiquen a nuestros empresarios el escenario europeo, al tiempo que deben tener muy en cuenta las opiniones de nuestros hombres de negocios, para que la adhesión a la CEE le suponga a la economía española los menores traumas y le depare los mayores beneficios.

No podemos permanecer pasivos ante los profundos cambios que se nos avecinan en el orden económico y social. Hay que adaptar y reconvertir, racionalizar en suma, muchas de nuestras grandes empresas. Sin,olvidar nunca ese gran colectivo de pequeñas y medianas empresas, que representan más del 99% del censo total de empresas y que dan empleo a la gran mayoría de nuestra población laboral. Los muchos problemas que se le plantean diariamente a las pequeñas y medianas empresas en el orden financiero, técnico, comercial y directivo deben ser objeto de especial atención por parte de los poderes públicos. La penetración de las empresas multinacionales debe ser objeto, también, de especial vigilancia, para que la entrada del capital extranjero no suponga una competencia desleal a este tipo de empresas. Pues son estas pequeñas unidades de producción, debido a su mayor flexibilidad y su menor relación capital/ trabajo, las que más están contribuyendo a mitigar los estragos de la gran crisis económica que estamos padeciendo. Ahora bien, nos equivocaríamos si pensáramos quelas grandes. empresas no son necesanas, por muchas que sean las dificultades por las que atraviesan en el momento presente.

Democracia económica y social

La reforma y adaptación al cambio de las estructuras empresariales ha venido mereciendo desde hace mucho tiempo la atención no sólo de los empresarios, sino también de los economistas, sociólogos y políticos. La profundización en la democracia política que consagra la Constitución Española.de 1978 debe conducir a la democratización de las relaciones de poder en las empresas, como ha ocurrido ya en los países más prósperos y estables, con el objeto de conquistar algún día la dempcracia económica y social, en la que las libertades formales y las reales lleguen a identificarse, que es la meta ideal, en definitiva, de toda sociedad democrática.

Sin embargo, sobre este aspecto, al igual que sobre cualesquiera otros de los señalados anteriormente, es mucho lo que tienen que decir los empresarios, los ejecutivos y mandos intermedios de nuestras. empresas y los trabajadores. Y también los funcionarios de la Administración pública, ya que la falta de racionalidad y eficacia de ésta afecta o condiciona (pudiendo incluso llegar a estrangular) el funcionamiento del sector empresarial privado, sin cuyo concurso no es posible alcanzar la tan ansiada recuperación económica, de la que depende en gran medida el fortalecimiento de nuestro orden democrático.

Socialistas, patronales y cuadros

A esta idea de diálogo, de intercambio de puntos de vista, entre empresarios, cuadros directivos, mandos intermedios, profesionales, técnicos de la Administración pública, profesores de univergidad y- demás personas interesadas en el conocimiento y mejora de las estructuras empresariales responde la asociación Empresa y Democracia, que el pasado día 30 de abril hizo su primera aparición pública en Madrid, en conferencia de Prensa con los representantes.de los principales medios de comunicación social.

Empresa y Democracia es una asociación acogida a la ley de Asociaciones de 1964 y aprobada legalmente por una resolución del Ministerio del Interior, estando inscrita en el correspondiente registro de asociaciones. Esta asociación, promovida inicialmente por el Partido Socialista Obrero Español, trata de agrupar en tomo a la idea de participación en el cambio socioeconómico que se está produciendo el mayor número de personas con independencia de su adscripción a partido o sindicalo, que conozcan la empresa y su problemática, y tengan conciencia de su imprescindible función en una sociedad democrática.

No se trata, pues, de un sindicato de cuadros, ni de una patrónal, ni tampoco de un instituto de estudios empresariales desde el que se pretenda diseñar un modelo de sociedad, que nada tenga que ver con la dura realidad empresarial de cada día. Empresa y Democracia pre,tende ser un lugar de encuentro y reflexión de los inúchos miles de empresarios, ejecutivos; profesionales que tienen algo que decir, porque viven diariamente los problemas acerca de la reestructuración, consolidación y mejora de nuestras estructuras empresariales, desde una perspectiva democrática.

José López Franco es presidente de Empresa y Democracia, y con él firman el artículo los restantes miembros del comité ejecutivo: Jerónimo Saavedra, Andrés Suárez, Vicente Parajón, Antonio Gavilanes, Jerónimo Sánchez Blanco, Manuel Luaces, José J. Flechoso y Vicente G. Canoyra.

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