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Los medios como recuperación de la realidad

En el transcurso de los últimos acontecimientos, que han mantenido, y mantienen, a este país pendiente de los medios de comunicación, ha habido dos medios, la radio y la televisión, pero especialmente el primero, que, según todos los especialistas, han desempeñado un importante papel. Desde el punto de vista de la comunicación, el fenómeno que nos ha tocado vivir tiene diversos análisis. El que presentamos ahora es uno de ellos.

Dicen que Hitler y Goebbels poco hubieran hecho sin el apoyo de la radio; algunos sostienen que, en cambio, con la televisión nada hubieran obtenido.Todos conocen la importancia, las posibilidades y las consecuencias que el medio radio puede adquirir. Desde aquella. memorable versión de la Guerra de los mundos que hiciera Orson Welles, cientos de hipótesis han dado pie a otros tantos análisis: la que ve en la radio un arma política excepcional adquiere hoy especial relevancia. Desde la propaganda nazi a la toma de la radio y de la televisión, como primera medida, en cualquier golpe de Estado, hasta las radios de resistencia (Radio España Independiente, la radio como walkie-talkie en mayo de 1968, la resistencia checa a la invasión rusa, etcétera, y hasta las radios libres vistas como auténticas «barricadas electrónicas».

Pero la mayor parte de las teorías sobre los medios insisten en sus contenidos, que, dicen, pasan directamente al receptor alienándole. No entraremos ahora en la crítica de esta deificante concepción de los medios que les atribuye la omnipotencia manipuladora y se apoya en la supuesta estulticia del receptor. Queremos subrayar, en cambio, el papel fundamental que en ellos tienen las modalidades de su conformación de la información y centrarnos en cómo de esos diferentes modos intervienen en la realidad, formándola y transformándola como un arma de especial eficacia, cuyo particular funcionamiento han desconocido los estrategas militares de esta operación, y escapa a aquellas teorías creyentes en un esquema comunicativo lineal.

Los receptores son emisores

El asesinato de L. H. Oswald ante las cámaras de televisión, que transmitían en directo, es, sin duda, un hito informativo que abrió innumerables expectativas sobre este medio. Las radios libres en Bolonia, marzo de 1977, que inauguraron el llamado «periodismo de ficha telefónica», son otro: la fórmula por la que cualquier manifestante transmitía en directo desde un teléfono, comunicando así con toda la ciudad y con los otros manifestantes, transformaba a los receptores en emisores y hacía saltar la transmisión lineal convertida en un circuito sin polos. Podríamos decir que la transmisión en directo desde el Congreso del goIpe de mano ocupará un lugar predominante en esta lista por su trascendencia no sólo comunicativa.Entre los errores que han hecho fracasar el intento de golpe de Estado cabe pensar que el descontrol de la información ha sido uno clave, mientras la tecnología de la comunicación y el saber hacer profesional, que ha permitido un auténtico hacer saber, ha sido un elemento que ha contribuido a dar la vuelta a los acontecimientos.

No merece la pena insistir en el papel de testigo, la instantánea, la foto acreedora de un Pulitzer. Lo realmente importante es que los propios medios, la radio en particular, en un escenario especialmente espectacular, irreal, son, digámoslo así, incapaces de reproducir, reflejar, transmitir, lo que «exactamente» ocurre, precisamente porque es ella misma un componente importantísimo de lo que ocurre.

Decir que el control de los medios es tan importante como el control de una región militar es decir algo evidente que los golpistas nunca olvidan. Pero las evidencias suelen ocultar su realidad más compleja, ¿por qué es tan importante controlar los medios?

Los medios crean la realidad

El golpe de Estado pretende la creación por sorpresa de una realidad nueva, y -algunos teóricos de la comunicación lo vienen advirtiendo- los medios de comunicación no sólo reflejan la realidad, su papel fundamental es el de crearla, y ello se manifiesta con particular claridad en estas situaciones excepcionales, en estas creaciones ex novo: el comunicado militar en todas las emisoras basta para declarar -como por decreto- que la situación es la allí expresada. La población, las tropas no contactadas, deberán acatar la única realidad públicamente reconocible. De acuerdo que hay otros movimientos ineludibles: control de los centros de poder y de los de intervención armada, institución de un nuevo poder, etcétera, pero sin esa culminación en ninguna sociedad moderna se puede considerar que la situación del país sea la que significan esos hechos.

Control de la información

Pues bien, en el lento decurso de nuestro intentado-fracasado (al menos por hoy) golpe de Estado, alguien, que no eran los golpistas, controlaba la información.La radio intervino desde el primer momento, la información conformada al particular discurso del «directo» radiofónico estaba en la calle, fragmentada, improvisada y en constante circulación. No hay quien la pare, no hay ya quien la bloquee. ¿Puede este hecho haber influido en el desarrollo, que estuvo sin decidir durante varias horas, del proceso del golpe? De lo que no cabe duda es de que nos podemos felicitar por habitar una sociedad -en esto, como afortunadamente en algunos otros pocos aspectos, muy diferente de una «república bananera»- en la que el monopolio de la información es seguramente imposible, y ello a pesar de los monopolios, a pesar de la vulnerabilidad de RTVE.

La información no hay que verla como «una porción del organismo social que ha sufrido un proceso de elefantiasis», sino más bien como la razón por la que todas las cosas existen, como señala Rubert de Ventós en De la modernidad. Las cosas son en efecto, como se ve en los golpes de Estado, en tanto que «imagen» o «noticia» y se definen en relación con el flujo informativo. Ve también Rubert en la ínformación la que parece detentar el poder mágico que atribuían Simmel y Engels al dinero, a «aquella realidad invisible que sostiene todas las demás». No se trata de sumarnos ahora a otra teoría de la omnipotencia massmediáticáde nuevo cuño, sino de apuntar a su función primordial como definidora de las realidades y las cosas.

Precisamente es ahí donde es clave que esa definición de la realidad no sea única, como un contemporáneo Palacio de Invierno, centro del único poder. La proliferación y diversidad informativas son el signo y el instrumento de una sociedad radicalmente democrática, móvil y descentralizada de su Estado (y no centralizada en muchos centros). Esperamos que algún día una televisión plural o, mejor, la proliferación de televisiones sustituyan a la que há podido ser el mejor aval del golpe y que, pese al esfuerzo de algunos de sus trabajadores, ha sido incapaz de ir más allá de su papel de institución (central del Estado, cabría decir) sin llegar al de auténtico medio informativo.

Jorge Lozano y Cristina Peña-Marín son profesores en la facultad de Ciencias de la Información.

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