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Mata más que destruye.

Las bombas de neutrones son armas nucleares de pequeño tamaño. Con las ojivas atómicas convencionales, el calor y la onda de choque de la explosión causan una gran parte de las víctimas y de los daños totales. El 15% de los muertos por la bomba de Hiroshima se atribuyen a la radiación. Sin embargo, cuando el tamaño de una bomba se reduce a un kilotón o a menos -la energía equivalente a mil toneladas de TNT-, los efectos de la onda de choque y del calor se reducen drásticamente en proporción a los daños producidos por la radiación gamma y neutrones. Es decir, con una pequeña bomba de neutrones es la radiación y no la onda explosiva o el calor intenso lo que mata. Estas ojivas compactas podrían hacerse estallar a cientos de metros de altura, indicando el objetivo mediante una serie de radiaciones invisibles. De acuerdo a lo que dice Herbert Scoville, un ex científico de la CIA, toda persona que reciba una corriente letal pesada puede morir en pocos minutos. Por el contrario, una persona que reciba una fuerte radiación suficiente para ser fatal puede vivir durante veinticuatro horas o, incluso, un mes. Cuando un neutrón se desprende del núcleo de un átomo durante la fisión o fusión de una reacción en cadena, desgarra las células de un organismo vivo como un obús microscópico que destruye todo lo que encuentra en su camino.

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