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Reportaje:Informe sobre Centroamérica / 7

Costa Rica: ya no basta con la democracia política

«Hace trescientos años que somos una democracia agraria», dice con cierto orgullo uno de los actuales políticos oficialistas. En Costa Rica, esto incluye rasgos insólitos en la tradición centroamericana: un Gobierno conservador (el de Teodoro Picado, en 1944) que pacta con los comunistas y otorga leyes sociales; un partido comunista que, para lograr su alianza con la Iglesia católica, acepta renunciar a su nombre (lo cambió por el de Vanguardia Popular, en el mismo año); una revolución nacionalizadora, antioligárquica y antinorteamericana (la de José Figueres, en 1948), hecha por un latifundista, y que estalla para defender la asunción de un presidente de derechas.El patriarca, marginado

José Figueres, cuando desató, en 1948, la guerra civil contra el Gobierno de Picado (que se negaba a traspasarlo al electo Otilio Ulate), era un plantador de café con nociones socialdemócratas, a la vez romántico y pragmático, cuyos sueños fueron acusados de napoleónicos por sus enemigos: «Nuestra primera gran batalla», decía entonces, «debe consistir en la liquidación de las fuerzas capitalistas de Centroamérica, pues éstas son las enemigas de la Unión Centroamericana. ( ... ) Yo lograré reformas más radicales que Mora y todo su partido (comunista), y le ganaré más batallas al imperialismo yanqui en más breve tiempo del que esa gente ha logrado en veinte años, sencillamente por cuestión de tácticas. ( ... ) Yo me haré amigo de capitalistas y del Departamento de Estado yanqui para ganarles la batalla por dentro, y no me importa bajo qué título tenga que circular para ganarme la confianza de ellos. Cuando ya se confíen en mí, sabré qué hacer».

Figueres es hoy una especie de patriarca anciano y millonario de la política costarricense, desprestigiado ante las jóvenes generaciones; pero la Junta de Gobierno que encabezó durante dieciocho meses -después de ganar la guerra entre civiles y militares- tomó medidas que conmocionaron entonces a la democracia agraria: nacionalización de la banca y de los servicios eléctricos, abolición de la Constitución liberal de 1861, impuesto del 10% sobre el capital bruto de las empresas. La revolución de Figueres, sin embargo, no tocó la propiedad de la tierra en lo sustancial, .y las trasnacionales agrícolas y petroleras, como la United Fruit o la Standard Oil, continuaron insertas en la economía del país. El movimiento (igual que en México y Bolivia) se institucionalizó después en un partido, Renovación Nacional, que durante las dos presidencias posteriores de su jefe (1953-1958, 1970-1974) derivó lentamente hacia el personalismo y la corrupción, facilitados por un poder excesivamente prolongado. Aunque permanece como presidente simbólico del PLN, Figueres está retirado de la política activa.

Los candidatos ante 1981

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Para las elecciones de 1974, un ala derecha del PLN, que había atacado duramente el personalismo de Figueres, se escindió bajo el nombre de Partido de Renovación Nacional y sostuvo (sin éxito) la candidatura presidencial del economista Rodrigo Carazo Odio, partidario del desarrollo dentro del sistema occidental y notoriamente anticomunista, especialmente con respecto a Cuba. En los comicios siguientes (1978), Carazo obtuvo finalmente el Gobierno, respalda do por la coalición de centro derecha Unidad, que incluye -además del PRN-, a la Democracia Cristiana y a los viejos partidos conserva dores Unión Popular y Republicano Calderonista.

Mientras a su alrededor ocurre el turbulento proceso de cambio y violencia que vive Centroamérica, la Costa Rica de 1980 parece absorta en rutinarias combinaciones políticas, que miran hacia las elecciones generales del año próximo. Dentro de la coalición Unidad pugnan ya cuatro candidatos: Rodolfo Méndez Mata, José Hine García, Rodrigo Madrigal Nieto y el ex canciller Rafael Angel Calderón, que renunció en julio último a su cargo y parece visto con simpatía por Washington. Dentro del Partido Liberación Nacional se delinean las postulaciones de Luis Alberto Monge, veterano asocia do de Figueres, y del secretario general Oscar Arias Sánchez, un joven tecnócrata partidario del modelo de industrialización trasnacional (diversificación de exportaciones manufacturadas), que es también autor de varios libros sobre la economía del país.

Sin duda, en los últimos treinta años Costa Rica ha alcanzado apreciables mejoras sociales en relación al área centroamericana, sobre todo en educación y asistencia, que la colocan a la cabeza de Centroamérica, con una tasa de apenas un 10% de analfabetismo, un ingreso per cápita equivalente a 73.000 pesetas, una tasa de mortalidad infantil del 0,3 % y una expectativa de vida de 69 años.

Para el sistema democrático representativo y la economía del mercado -bases proclamadas de la estabilidad costarricense- han llegado, sin embargo, las pruebas decisivas: en lo económico, la recesión de los precios petroleros descargan desde 1973 sobre los países subdesarrollados sin hidrocarburos propios; en lo político, la conmoción traída a Centroamérica por los violentos procesos de transformación social hoy en curso. La estructura política de Costa Rica parece insuficiente para solucionar la crisis socioeconómica, incluso ciertos parámetros del progreso anterior se convierten hoy en factores de distorsión de la economía. El aumento de la población no activa, combinado con una tasa de crecimiento demográfica que ha llegado alguna vez al 5 %, sobrecarga los seguros sociales. La proliferación de institutos oficiales (vivienda, formación, seguros, etcétera) ha creado un sector público casi incosteable: 130.000 funcionarios en una población de 2.000.000 de habitantes. Una mecanización agrícola favorecida por la largueza del crédito estatal y las exenciones fiscales ha despoblado el campo e impulsado su mano de obra hacia las ciudades.

La tasa de inilación subirá este-áño del 19% al 30%; la tasa de crecimiento de la economía -5,5% en 1979- descenderá en 1980. El déficit en la balanza comerciar del período equivale a 27.600 millones de pesetas, y la deuda externa pasará en diciembre de 124.000 a 138.000 millones de pesetas. De todos modos, los costarricenses están haciendo a su costa la prueba de que la democracia política -en las especiales condiciones centroamericanas- no alcanza si no va acompañada de una democratización y racionalización del ingreso y el desarrollo económico.

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