_
_
_
_
_

Un industrial guipuzcoano anuncia que no pagará el "impuesto revolucionario"

Juan Alcorta Maíz, presidente del Banco Industrial de Guipúzcoa, de Koipe, SA, y Savin-Campoviejo, ha hecho pública una carta en la que explica su negativa a pagar el «impuesto revolucionario» que le ha exigido ETA. «No puedo pensar que el pueblo vasco esté contemplando pasivamente», escribe, «la proliferación de este sistema de extorsión por una colectiva cobardía».La carta dice, entre otras cosas:

«Como tantos conciudadanos de la más variada clase y condición, he recibido la carta de ETA exigiéndome, bajo amenaza de muerte, el pago de lo que ellos consideran impuesto revolucionario».

«Antes que ninguna otra, la primera sensación que me ha producido ha sido una profunda amargura. La amargura de una persona que se siente víctima de una grave injusticia».

«Pero no termina ahí lo angustioso de esta situación, puesto que esa amargura se agrava con la impresión de impotencia e indefensión en que uno se encuentra».

«He pensado mucho antes de tomar una decisión y he procurado hacerlo con la mayor serenidad posible».

«Me rebela la idea de tener que pagar para salvar la vida, de ceder al miedo absoluto de morir. No soy un héroe, no quiero serlo. Sé que con esta decisión pongo en peligro los años que me pueden quedar de vida. Pero hay algo en mi conciencia, en mi manera de ser, que prefiero cualquier cosa que ceder a un chantaje, que está destruyendo a mi tierra, a mi pueblo y a mi gente. Siempre hemos dicho que los vascos no somos cobardes. Entre las cualidades negativas que tenemos (que las tenemos), pienso que no está la cobardía. Y, como buen vasco, no quiero ser cobarde».

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

«Tengo cuatro alternativas ante la amenaza que queda recogida literalmente en el párrafo que copio de la carta: "Así pues, antes del 22 del presente mes de abril deberá tomar contacto con el señor XX en los medios vascos de San Juan de Luz, Biarritz o Bayona, a quien hará entrega de XX millones de pesetas en billetes usados, de numeración discontinua, o, en su defecto, en francos franceses el equivalente a la cantidad"».

«"Si no hace la entrega en el plazo fijado, le buscaremos hasta ejecutarle". Las alternativas que me quedan son:

1. «Pagar y seguir viviendo (por ahora)».

2. «Negociar, rogar y conseguir un descuento a través de los "intermediarios"».

3. «Escapar, huir».

4. «No pagar, no negociar, no huir y seguir viviendo (mucho o poco, no lo sé), aunque con indudable angustia, evidentemente».

«Yo me he decidido por la cuarta. Pero he decidido hacer algo más. He decidido hacer pública mi actitud, y con esta finalidad me dirijo a los periódicos Egin, El Diario Vasco, Deia, El Correo Español, La Gaceta del Norte, Norte Express y Diario de Navarra. Pienso que, a cambio de mi delicada situación, puedo prestar un servicio a Euskadi».

El industrial vasco añade luego una serie de consideraciones sobre la acusación que le formula la carta de ETA: ser un burgués, calificativo que asume explicando su dedicación, su trabajo, su actitud social y la de su familia. Tras indicar que la carta señala una fecha para su ejecución «que ya ha vencido, o sea, que ponen precio a mi derecho a vivir y tengo que comprarlo». Alcorta concluye:

«Estoy en la lista en la que si ocurre lo peor, podrá decirse sin faltar a la verdad esa frase que para tanta gente en este país sirve para explicar o casi para justificar cada muerte violenta: Estaba amenazado».

«ETA: Seguiré viviendo como he seguido siempre. Me veréis en las empresas en las que soy responsable. Me veréis en Atocha aplaudiendo a la Real. Me veréis en algún partido de pelota. Me veréis en alguna sociedad popular, cenando feliz con mis amigos. Eso sí, quizá con un gesto de tristeza y de cansancio que hasta ahora no tenía. Eso lo habéis conseguido».

«Así pues, no tendréis necesidad de buscarme, como decís en la carta. Pienso que debo seguir mi vida normal. Por lo que quizá, y desgraciadamente para mi, os va a ser muy fácil el encontrarme».

«Permitidme que me despida de vosotros sin odio, sin rencor, con el deseo de que seáis algún día parte de un pueblo auténtico y desveléis sin miedo vuestros rostros».

«Pese a mis angustias, sigo teniendo fe en el futuro del pueblo vasco. Yo seguiré poniendo piedra sobre piedra en el edificio común mientras tenga vida. Y si me la quitáis, que Dios os perdone».

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_