_
_
_
_
_

El aislamiento de una revolución orgullosa de si misma

El campamento de refugiados de Solomona se encuentra en territorio sudanés, a una treintena de kilómetros de la frontera con Eritrea. Cuando estábamos conversando con Askalu, la responsable política del mismo, se presentó un muchacho de apenas quince años. Inmediatamente nos pregunta por el régimen político existente en España y con no disimulado orgullo nos plantea «si hemos venido a ver la revolución eritrea para después organizar a las masas españolas de la misma manera».Este orgullo juvenil no es un caso aislado. Está presente en los responsables eritreos, que exhiben ante nosotros los logros de su lucha armada, de su labor en el campo de la educación y la liberación de la mujer, de la organización sanitaria. o de la corrección de las decisiones político-militares adoptadas en cada momento. El observador tiene la sensación de que los critreos del FPLE se sienten seguros de estar llevando adelante una revolución socialista de carácter único. Su fe en la victoria es total. «Si esta generación no alcanza a verla, lo conseguirá la próxima afirman.

Más información
Dos frentes de liberación

Esta seguridad en sus propias fuerzas procede de uno de los principios del FPLE: lo más importante es contar con el apoyo del pueblo eritreo; la ayuda exterior es secundaria.

Pero también puede proceder de la cortina de silencio que cubre al conflicto eritreo y el aislamiento internacional a que se encuentra sometido el FPLE. Para la opinión pública occidental el tema queda demasiado lejos y resulta de dificil comprensión contemplar cómo luchan a muerte un régimen marxista-leninista y un movimiento nacionalista igualmente marxista-leninista, que se acusan mutuamente de «fascistas» o «bandidos» y «contrarrevolucionarios».

Los países socialistas están, con armas y bagajes, con el Dergue etíope, mientras los países árabes conservadores vecinos, a quienes el conflicto de Afganistán podía dar pie para apretar el cerco a un régimen prosoviético, prefieren apoyar, en todo caso, al otro frente eritreo, el FLE -de carácter islámico-. prácticamente inactivo en los últimos años.

Dentro del marco africano, el silencio sobre Eritrea es casi total Fundamentalmente, porque se trata de un conflicto que roza un tema tabú para Africa: la intangibilidad de las fronteras heredadas del colonialismo, aunque la aplicación de esta norma a Eritrea sea como mínimo, cuestionable.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

A pesar de este aislamiento, llegan algunas ayudas al FPLE, muy difíciles de evaluar o especificar su procedencia ante la discreción con que los dirigentes eritreos abordan el tema. Las respuestas se centran en dos puntos: «Estas ayudas constituyen una miseria», o bien se acogen al principio de la «autosuficiencia» que aplica el Frente (cubrir el máximo de necesidades a base del material capturado al enemigo). También hablan de los envíos monetarios de los eritreos residentes en el extranjero.

El secretario general del FPLE fue un poco más preciso ante nuestra insistencia: «El 60% de nuestro armamento lo hemos capturado al enemigo, el 10% procede de los países árabes (sin especificar cuáles -presumiblemente Siria, Irak y los palestinos-).» Silencio sobre el 30% restante.

La «autosuflciencía» es un principio cuya aplicación pudimos comprobar durante nuestra gira por los territorios liberados: había desde armamento de todo tipo a neveras que furicionan con motor de queroseno, todo ello capturado al enemigo. El servicio de transporte está garantizado, tanto en el Sahel como al otro lado de la frontera, en Sudán, por camiones pesados capturados a los etíopes, que en su mayoría son de origen soviético.

Los talleres del FPLE, en los territorios liberados, trabajan a tope en la reparación de armas, cañones, tanques y vehículos capturados al «enemigo». Prácticamente todo es aprovechado, por ejemplo, el sistema de embrague de un camión inservible es utilizado para mejorar el de un tanque soviético.

También han sido instalados talleres en territorio sudanés. En Suakin, a sesenta kilómetros de Port Sudán, el FPLE ha instalado un enorme garaje donde se reparan desde camiones pesados a motocicletas. Los camiones desguazados en el frente suministran piezas de recambio y en este taller son trasplantadas a otro tipo de vehículos. Así, salen de allí camiones en los que lo único original que queda del modelo primitivo es la carrocería. Se aprovechan piezas hasta para fabricar aparatos ortopédicos de los mutilados de guerra eritreos.

La retirada estratégica

En julio de 1978, la dirección del FPLE ordenó a sus combatientes una «retirada estratégica» hacia la provincia del Sahel, que hoy se ha convertido en su reducto. Una vez finalizada en 1977 la guerra del Ogaden contra Somalia, el régimen etíope trasladó el grueso de sus fuerzas a Eritrea, donde los guerrilleros controlaban, en esa época, prácticamente la totalidad del territorio y tenían cercadas la capital, Asmara, y el puerto de Massaua.

En su repliegue, los combatientes eritreos, además de preocuparse de la evacuación de los civiles (unos 5.000 niños fueron trasladados), desplazaron también cuanto material les podía ser útil en el futuro, desde máquinas de escribir, maquinaria industrial, hasta tuberías para conducción de aguas (en Solomona, en un pozo de agua potable vimos una de estas tuberías, de fabricación italiana, en la que aparecía claramente la palabra Asmara), o gasolinómetros como el que tenían instalado en los talleres de Suakin.

Desde julio de 1978 el Ejéicito etíope ha lanzado continuas ofensivas militares. Según los eritreos, en las primeras participaron directamente fuerzas soviéticas, mientras en las últimas su papel ha sido de refuerzo de la retaguardia, ayuda logística y la proporcionada por expertos en artillería. Los cubanos no han hecho acto de presencia en Eritrea. Según nos declaró un oficial etíope desertor, están estacionados en el Ogadén en un número aproximado de 17,000 hombres. Si tenemos en cuenta sus afirmaciones, el apoyo cubano a los etíopes contra los movirnientos nacionalistas es indirecto, ya que su labor es organizar milicias y fuerzas regulares que luego son lanzadas al combate.

Circulación nocturna

En la actualidad los frentes permanecen relativamente tranquilos y la actividad bélica se limita a bombardeos esporádicos. No obstante, el FPLE se prepara porque considera próxima una nueva ofensiva etíope. Ante el peligro de los bombardeos aéreos, han adoptado drásticas medidas de seguridad. La circulación de vehículos sólo se realiza a partir del atardecer, cuando se reduce la visibilidad para la aviación enemiga; la instrucción militar de los militantes del FPLE -asistimos a una sesión en un campo de entrenamiento donde se preparaban jóvenes de ambos sexos entre los quince y los dieciocho años- se lleva a cabo al alba, desde las 5.30 hasta las siete de la mañana.

Nuestro recorrido por las zonas liberadas se realizó siempre de noche, por rutas construidas por los guerrilleros en las montañas, de trazado estrecho y peligroso, con firme de piedras. En uno de los trayectos, entre el hospital central instalado en Aule y la base administrativa de Arag -centro administrativo y político de los territorios liberados- nuestro vehículo tuvo que marchar con la única iluminación de las luces de situación, ya que la vertiente que seguíamos estaba al alcance de las baterías etíopes.

En este mismo trayecto atravesamos un valle que tres semanas atrás había sido bombardeado por los Mig soviéticos que pilotan los etíopes: once nómadas y sus rebaños resultaron muertos.

A medida que nos acercábamos a la línea del frente de Alguena aumentaba la actividad nocturna de los guerrilleros eritreos. Llegaban en camiones a puntos de concentración, para dispersarse luego en varias direcciones.

Visita al frente

Cerca de medianoche llegamos a las líneas del frente. Un grupo de combatientes nos acogió con danzas y cantos eritreos a guisa de bienvenida. Después, quince minutos de marcha por la montaña, alumbrados por linternas, para luego dormir al rasojunto al puesto de mando.

A la mañana siguiente, tras desayunar té y un pedazo de pan, Salem Suliman, responsable de este frente, nos hizo una descripción de la situación militar. «Entre el 5 y el 12 de enero, después de tres días de continuos bombardeos, los etíopes lanzaron contra nuestras líneas 20.000 hombres; conseguimos rechazarlos y hacerles retroceder hasta el mar.» Afirma que los etíopes perdieron 5.000 hombres y que actualmente carecen de moral y fuerza para lanzar un nuevo ataque.

Después de una hora de marcha montaña arriba, llegamos a las trincheras excavadas en la cima. Cuando se disipó la niebla pudimos ver al otro lado una extensa planicie de unos cuarenta kilómetros de anchura que se extiende hasta el mar Rojo. A diez kilómetros de distancia, sobre unas pequeñas colinas, están las líneas etíopes. Durante nuestra estancia, los etíopes cañonean esporádicamente, disparando a bulto. Le preguntamos a Suliman por qué no responden sus baterías y contesta tranquilamente que prefieren no desperdiciar bombas.

La táctica militar eritrea, según nos explicaron tanto el secretario general del FPLE, como Suliman, se basa en una guerra de desgaste a largo plazo que busca modificar la actual correlación de fuerzas, que todavía es favorable al régimen etíope, según reconocen los dirigentes eritreos. El FPLE simultanea la guerra de posiciones en los frentes estables de Alguena (cuarenta kilómetros de trincheras) y Afabet con la lucha de guerrillas y la guerra de movimientos en torno a las principales ciudades de Eritrea que controlan los etíopes (Asmara, Massaua, Keren) y sus vías de comunicación.

El número de combatientes es un secreto militar. Según las fuentes compulsadas, puede oscilar entre 19.000 y 30.000 hombres.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_