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Washington intenta evitar en El Salvador la experiencia nicaragüense

La decisión de la Administración Carter de ayudar y asistir al Ejército salvadoreño, a pesar de la constante represión que padecen los grupos de oposición en el país centroamericano, constituye aparentemente un intento de evitar a toda costa «un nuevo Nicaragua».A pesar de que la Administración norteamericana ha establecido buenas relaciones de trabajo con el nuevo Gobierno sandinista nicaragüense, funcionarios norteamericanos creen que la toma del poder en El Salvador por las fuerzas de izquierda convulsionaría la región y provocaría acaso revoluciones marxistas en dos países vecinos, Guatemala y Honduras.

A consecuencia de esto, la Administración estadounidense parece haber renunciado a su anterior política, basada en alentar las reformas y reducir la represión, como única forma de superar la actual inestabilidad en El Salvador. La nueva estrategia preconiza una reducción de la violencia, tanto de izquierda como de derecha.

El programa de ayuda militar norteamericana asciende a cinco millones de dólares, a los que conviene añadir créditos por valor de cincuenta millones de dólares para financiar determinadas reformas. Pero los jefes militares se dedican principalmente a erradicar la guerrilla izquierdista, mientras la Junta de Gobierno, compuesta por militares y civiles, no ha llevado a cabo hasta ahora ninguna reforma significativa.

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