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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La otra cara de Nicaragua

Periodista nicaragüense

Durante mi primera visita a este país martirizado, hace ya veinticinco años, me sobrecogió -en contraste con la armonía arquitectónica y la riqueza estilística de León, o lo que sobrevivió de las depredaciones, saqueos e incendios del pirata californiano Walker en Granada- lo deslavazado de Managua. Indagué: un terremoto telúrico, coincidente con el terremoto de la segunda ocupación de los «marines», había destruido la mayor parte de la vieja ciudad hispano-colonial. La reconstrucci5n se había efectuado de acuerdo con el gusto de los ejecutores del big stick.

Eran los tiempos de las tres tes. Tiburcio Carlas acababa de periclitar en Honduras; Trujillo era amo de la República Dominicana. Tacho Somoza había hecho de Nicaragua su propiedad particular. Pregunté por galerías de arte, por la Universidad, por la poesía en la patria de Rubén Darío. Los profesores me dijeron que los mejores estudiantes se iban a México; los poetas, que eran un borbotón casi inédito; de las artes plásticas, que Alejandro Aróstegui pensaba exhibir sus cuadros en el cementerio, como efectivamente hizo después.

Lo terrible era que esa historia venía de muy antiguo, y que la mayor desgracia, entre otras muchas, había estribado en la competencia que Nicaragua representaba para abrir el canal interoceánico. Fue víctima tironeada de la voracidad europea, sobre todo inglesa, y de la rapacidad, tanto o más racista que la otra, de lo que con el tiempo tomaría forma en el «destino manifiesto», con el conocido contubernio local.

«i Pobre Nicaragua!», pensé entonces. «¡Pobre Nicaragua!», pienso hoy, sobrecogido, como todo el mundo, por esta sangría que ha derivado en guerra de liberación. ¿Pobre Nicaragua?... Repaso mis notas de viaje sobre la belleza de sus campos martirizados; sobre la riquísima herencia prehispánica que hoy enriquece tantas colecciones particulares; sobre la personalidad dé un barroco generado en Antigua Guatemala, pero vitalizado con diseños originales en León, en Granada, en los artesonados mudéjares más airosos de América Central. En la memoria de estas impresiones primigenias y en las acumuladas después en reiterados viajes llego a la conclusión de que, en lo esencial, no es pobre Nicaragua. Todo lo contrario.

Rubén Darío es un monumento más -colosal monumento- de esta riqueza, de este otro rostro. Viene aquí a cuento recordar su influencia en España, desde Valle-Inclán y Juan Ramón hasta. Aleixandre. También el elogio de Machado «Al maestro...» «Y yo le grito, ¡Salve! a la bandera / flamígera que tiene esta hermosa galera / que de una Nueva España a España viene.»

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Tantos poetas, y tan buenos. La generación que siguió a Darío hubo de gestar una formidable liberación de su enorme peso. Y lo logró. Todo ello en condiciones desesperantemente adversas.

Ese rostro creador de Nicaragua no es sólo el de los plásticos, el de los humanistas, el de los poetas. Es también el de Sandino. Los «marines» del gran garrote, con la anuencia N, complacencia de los Nepotes locales, tomaron Nicaragua dos veces en nuestro siglo. Ya estaban lejos los días de Vanderbilt y del pirata Walker que, dueño de Nicaragua, se había autoproclamado presidente de la República Y había restablecido la esclavitad en 1856 abolida con la independencia.

Durante la primera ocupación. los «marines» ( 1912-1925) descuidaron el control «nativo» del «orden público». Durante la segunda 1926-1933) tomaron la precaución de dejar creada. antes de irse, la Guardia Nacional, con Tacho Somoza de comandante, Sandino había organizado la guerrilla patriota para expulsar a los «marines». Logrado con éxito su propósito disolvió las guerrillas y aceptó el homenaje en forma de un gran banquete presidencial en palacio. A la salida, la Guardia Nacional les asesinó. Sus más fieles seguidores fueron a poco exterminados. Cuarenta y cinco años después, el héroe resucita. Es ésta la faz más emotiva de ese otro rostro de Nicaragua. La reserva intelectual tiene otra dimensión, igualmente importante para reafirmar al país una vez liberado. Algunos eiemplos.

De la herencia y de la continuidad en la plástica ha sido símbolo Asilia Guillén, humilde tejedora. Cumplidos los setenta años, sus amigos y admiradores la convencieron de que llevara su arte del bordado a la tela. Así lo hizo. Hoy sus cuadros «Rafaela Herrera defiende el castillo de los piratas» o «Los fundadores de las Américas se reúnen en el lago de Granada» figuran en la cúspide de la pintura naive contemporánea. Los artistas agrupados en la Galería Praxis, con Genaro Lugo a la cabeza, han dedicado sus mejores esfuerzos a la sobrevivencia. Hubo una galería oficialista en el Teatro Nacional Rubén Darío.

Nicaragua sigue produciendo excelentes pintores. Dino Aranda, abre inquietantes incisiones en planos verticales que insinúan heridas. Rolando Castellón, trabaja en acrílico sobre papel nuevas composiciones tridimensionales. Emigró hace tiempo a San Francisco, Armando Morales, el pintor nicaragüense de mayor renombre, vive en Nueva York.

De los poetas, también muchos, tiene hoy máxima vigencia la actitud consecuente del sacerdote Ernesto Cardenal, que levantó en Solentiname otro símbolo del verdadero rostro de Nicaragua. La idílica, con tanto de inocente, intención fue arrasada no hace mucho por la Guardia Nacional; la escuela de meditación religiosa y de pintura aventada, las obras, in situ, quemadas.

Ernesto Cardenal se había autodefinido hace tiempo con estas palabras: «La poesía es peligrosa porque se cumple. Los poetas tienen más vínculos misteriosos y secretos con la realidad; y a veces ni ellos mismos conocen cuándo ni qué parte sucederá al pie de la letra lo que dicen ... » Ahora está sucediendo.

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