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Tribuna
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¿Qué pretende el PNV?

Presidente del Partido Nacionalista Vasco

A los nacionalistas vascos se nos suele reprochar que hacemos demasiada historia. Que miramos con frecuencia hacia atrás. Que reclamamos derechos históricos y antiguallas por el estilo, en vez de arrancar de la realidad política que nos circunda...

En definitiva, se nos recomienda que demos por consolidados esos ciento y pico de años de historia, de proceso constitucional, que para nosotros han discurrido por mal camino, olvidando definitivamente aquella encrucijada crítica, en la que, al salir del viejo régimen, los pueblos que formábamos aquella especie de confederación monárquica, nos vimos encerrados en un nuevo Estado de corte jacobino.

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Quienes critican nuestra tenacidad al tratar de rehacer la historia no se detienen a pensar que nuestros planteamientos pueden significar, en el fondo, una manera de consolidar el Estado. Eso sí, un estado diametralmente opuesto al que hasta ahora venimos conociendo, y que, en lo que a Euskadi se refiere, quizá sea la única manera de consolidarlo.

Pero, curiosamente, los mismos que dicen que nos dejemos de zarandajas históricas porque tratamos de enmendar el rumbo del Estado a partir del poder político originario de sus pueblos, nos recomiendan el rigor histórico, la mirada al pasado, cuando denuncian nuestro sentimiento nacionalista como una creación artificiosa de Sabino Arana, a finales del siglo XIX, al enunciar el principio de la nacionalidad vasca sobre la realidad «bio-cultural» de la vieja Euskal-Herria.

El nacionalismo vasco, como formulación política, surge en un momento lógico de la historia, en el momento en que tantos pueblos sienten parecido alumbramiento. Y es precisamente el período en que Francia exporta a diestro y siniestro el modelo de Estado jacobino, y como decía Michel Collinet « ... frente al nacionalismo de los opresores, surge el nacionalismo de los oprimidos ... » El nacionalismo adquiere forma ante la crisis de identidad que sufre nuestro pueblo al perder sus propias instituciones políticas en una época de profundas mutaciones, y ha buscado siempre soluciones en el restablecimiento, en forma actualizada, del poder político foral, originario. que nuestro pueblo mantuvo hasta que cayó el viejo régimen.

Espero que el lector sabrá perdonarme esta breve digresión inicial que trata de explicar en dos rasgos el nacionalismo vasco, saliendo al paso de los tópicos más frecuentes con que suelen combatirse nuestras posturas. Cuando algunos consideran que las fórmulas federales significan desandar la historia, desgarrando el Estado unitario ya consolidado, olvidan que los nacionalismos se debaten entre tales fórmulas y la independencia. Y el sentimiento nacional vasco, guste o no guste, es un hecho mayoritario y progresivo, que, cuanto más se ha querido combatir, más fortalecido ha resurgido.

Creo, por ello, que la alternativa moderada del PNV, alternativa que une al profundo sentido nacional vasco un sincero deseo de solidaridad e interdependencia con los restantes pueblos, constituye hoy la única solución al llamado problema vasco; y no hablo pensando sólo en Euskadi. Me refiero al gravísimo problema de Estado que, poco a poco, todos van reconociendo como fundamental: el problema de la estructura del Estado, que tiene su principal manifestación en Euskadi, con secuelas que se agravan día a día.

Este problema no se va a resolver con soluciones rebajadas; a base de fórmulas descentralizadoras y topicudamente regionalizadoras.

Tampoco conduce a nada esa peligrosa dirección que parece enfilar el actual Gobierno, cuando se lanza a tumba abierta con medidas puramente policiales, cediendo a la tentación de abandonar Euskadi a la «suerte infernal que los propios vascos se están forjando », en vez de armarse de imaginación y coraje para entrar a fondo con medidas políticas.

No resulta menos arriesgado el juego de otros partidos, como el PSOE, que denuncian arteramente el peligro de enfrentar dos comunidades, la autóctona y la inmigrante en un velado intento de catalizar la conciencia del sector inmigrante en su propio provecho. ¡Como si la fórmula integrádora por excelencia no fuera, precisamente, la de integrar a fondo a tal sector en una auténtica solución nacional vasca!

Y aún hay otra postura, que está alentando hábilmente el Gobierno a través de su partido, y que puede resultar tan peligrosa o más que la anterior, y sí no, el tiempo lo dirá: aprovechar las zonas más desvasquificadas idiomática y culturalmente, como las áreas meridionales de Navarra y Alava, para crear un falso antagonismo entre los sentimientos específicos navarros o alaveses y el sentimiento genérico vasco de sus moradores, con el propósito de disminuir territoríalmente la Comunidad Vasca... Frente a estos errores y asechanzas, que pueden conducir a Euskadi a un callejón sin salida, el PNV ofrece, en estos momentos cruciales, sus planteamientos moderados:

Frente a la violencia exasperada de los radicalismos, o la tradicional intransigencia centrista del Poder, las vías políticas, pacíficas e institucionales.

Frente al dilema maniqueísta de un Estado unitario, aunque sea « regio nalizable », o la ruptura del Estado, soluciones autonómicas profundas, que, desde luego, no se prevén cuando el Gobierno anuncia policías autónomos sólo para custodiar edificios públicos, o cuando se resiste a promulgar un moderadísimo decreto de bilingüismo.

Frente a las tentaciones de dividir Euskadi en dos comunidades para mantener la clientela segura del sector inmigrante, el corazón abierto a todos los hombres que han forjado su hogar en nuestro pueblo, identificándose con él y contribuyendo a su desarrollo.

Y frente al callejón sin salida que significaría enfrentar visceralmente en Navarra a los sectores con conciencia nacional vasca con los que hoy sienten simplemente su identidad navarra, soluciones conciliadoras, que pueden pasar por un profundo respeto a la personalidad e instituciones de Navarra y su vinculación de tipo confederativo con el resto del País Vasco.

Estas son algunas de nuestras preocupaciones y enfoques fundamentales. Nuestros futuros parlamentarios trabajarán, además, con todas sus energías para superar el otro gran problema, que muchos olvidan, en medio de tanta sugestión política: el problema económico, que el PNV considera trascendental y prioritario. Es preciso restablecer la confianza inversora y la moral empresarial, que hoy es la mejor manera de combatir el paro. Y pese a los graves problemas que debe resolver nuestro pueblo, no nos desentenderemos de aquellas tareas de Estado que requieran nuestra participación resposable. Pueden estar seguros de ello todos los pueblos de España, a los que, una vez más, brindamos nuestra sincera solidaridad.

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