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Jacques Laffite, un producto de la planificación

La espectacular actuación del francés Jacques Laffite en las dos primeras carreras del Campeonato del Mundo de Fórmula 1, en las que además de ganar ha batido todos los récords, pone de manifiesto el resultado de una correcta planificación y de una estructura deportiva básica que existe en Francia, y que España necesita de forma imperiosa.

Jacques Laffite, de 35 años de edad, es un claro fruto dé las fórmulas de promoción. A base de destacar en los sucesivos peldaños de la competición automovilística, Laffite ha llegado a consagrarse corno el número uno de los pilotos franceses de toda la historia. Pero, para llegar al lugar en el que acaba de instalarse, Laffite ha tenido que esperar muchísimo tiempo; ha luchado en cada una (le las competiciones a las que se ha dedicado, y ha contado con el apoyo económico y técnico preciso en los momentos adecuados.Puede decirse que este rubio francés, convertido de la noche a la mañana en un ídolo, un triunfador, ha pasado por todas las fórmulas de promoción que existen o han existido en Francia. Desde la Copa Gordini -similar a la TS-, primer peldaño en la actividad de circuitos, hasta la fórmula 1, en la que debutó en 1974, Laffite ha hecho de todo. Antes de llegar a disputar los 66 grandes premios que lleva, y de contabilizar en ellos tres victorias, otros tres segundos puestos, cinco terceros, además de otras once veces en las que ha logrado puntuar, Jacques Laffite pasó por la fórmula 2, en la que terminó en tercer lugar en el campeonato de 1974, precisamente el año en que ganó, de forma arrolladora, su actual compañero de equipo, Depailler.

Antes de ello, Laffite había corrido en su país en las muchísimas fórmulas de promoción que allí existen para que los pilotos vayan formándose, ganando experiencia y conocimiento.

España, diferente

Eso es lo que falta en nuestro país. Porque, en lo que se refiere a la materia prima, a los pilotos, España puede estar a la altura de Francia, al menos en la base. Resulta ahora curioso revelar que, cuando en 1970 se organizó una carrera entre los mejores pilotos franceses y españoles de la Copa Renault, todos ellos con coches iguales, Salvador Cañellas, ganador de dicha competición en la temporada anterior, batió ampliamente a un francés., por entonces desconocido, llamado Jacques Lafitte, vencedor de dicha competición en Francia. Cañellas, un año más joven que Laffite, estaba en sus comienzos, lo mismo que el francés. Pero el piloto catalán no encontraría ni los medios ni el apoyo necesario para seguir en su progresión.

Pero es que, en España, funciona todo al revés de lo que debía ser norma. No existen prácticamente fórmulas de promoción. A la única que había para monoplazas, la 1430, su principal patrocinador, Seat, acaba de asestarle un golpe que puede ser fatal, negándose, de forma repentina, a seguir subvencionándola.

Sin embargo, no es sólo la ausencia de fórmulas de promoción el mal que aqueja al deporte del automovilismo en nuestro país. A éste hay que añadir la escasez de circuitos. Sólo el Jarama y Calafat cumplen esa función, mientras que en países como Francia o Italia se cuentan por docenas. Pero como en España hay que hacerlo todo a lo grande, y eso es muy caro, no se hace nada. Ese es el caso del circuito que pretende hacer, desde hace años, el Real Automóvil Club de Cataluña. Para su realización ha contado con la ayuda de sus más de 70.000 socios, que han ingresado en las arcas del club muchas decenas de millones. Con ellos podrían haberse hecho ya dos o tres circuitos pequeños, válidos para correr y entrenarse, aunque no pudiesen recibir a la fórmula 1. Pero como las únicas miras están puestas en la superación del Jarama y en la fórmula 1, el circuito sigue siendo una auténtica quimera. Lástima que sus mentores no se hayan dado cuenta que una forma de batir al Jarama podría haber sido el hacer dos o tres circuitos, no tan grandes ni tan importantes, pero en más número.

Finalmente, otra de las cosas que escasean en este país es el dinero. El automovilismo sólo percibe del Consejo Superior de Deportes veinte millones si se tiene en cuenta los costos de este deporte y las ayudas que reciben otras federaciones menores en importancia, prestigio y número de practicantes. Con ese dinero, además, la federación debería apoyar a los pilotos que Intentan con coherencia y posibilidades de llegar a participar en campeonatos internacionales. Nada o muy poco de ello se hace.

Si el CSD, a través de la Federación, se decide a construir en España varios circuitos pequeños; si la Federación apoya a los que lo merecen y tienen posibilidades; si las marcas de automóviles se deciden a servir al deporte y no a servirse de él, y si algunos empresarios se dan cuenta del importante medio que este deporte es como vía publicitaria, en pocos años puede haber sorpresas como la de Laffite, pero protagonizadas por un piloto español. En este momento hay varios que tienen condiciones y edad para ello. Lo malo es que son demasiados los condicionantes.

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